El plástico se ha convertido en una plaga difícil de digerir para el planeta. Los discursos ambientalistas no han cambiado la realidad, con cientos de miles de personas que siguen productos que, pese a haberse diseñado para usar y reciclar, se mantendrán decenas de años en vertederos, en el mar, incluso en la atmósfera si es que no son incinerados. Es solo una pequeña fracción (un 14%, según la organización The New Plastics Economy) la que hallará una segunda vida.
Los ejemplos son diversos: desde las bolsas de plástico que se resisten a desaparecer hasta los recubrimientos en la agricultura o los cartuchos de caza dispersos por el campo. En algunos casos, como los envases de yogur, su recuperación implica un costoso proceso (recuperación, limpieza y reciclaje) que cuestiona su viabilidad. Pese a todo, Grand View Research prevé que el consumo del plástico en el mundo crezca todavía un 27% entre 2019 y 2027 (722,6 millones de toneladas). Según Nova Institute & European Plastics, apenas 2,8 millones de toneladas serán de bioplásticos en 2025.
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“El gran problema es que nos hemos acostumbrado a utilizar plásticos de larga duración para productos de usar y tirar”, reflexiona Sandra Duch, directora financiera de Kompuestos, una compañía que factura 43 millones y que quiere jugar en la liga de las grandes a la hora de aportar soluciones. La empresa se dedica a la composición de nuevos plásticos a través del reciclaje y a buscar formulaciones que se adapten a las demandas del mercado, reduciendo al máximo la huella contaminante. Por ejemplo, han ideado perchas biodegradables que puedan utilizar los gigantes de la moda y, de esa forma, poner fin a cajas repletas que acaban a saber dónde. Su línea Okean, cuya biodegradabilidad en agua dulce está certificada a una temperatura entre 20°C y 25°C en un periodo de 56 días sin dejar residuos tóxicos, está basada en maíz, patata y otras fuentes renovables. Es así como han conseguido trabajar para la agricultura, la industria del empaquetado, el sector agroalimentario, los juguetes o la automoción.
Visualmente, los productos que formulan terminan con el aspecto de algo parecido a lentejas de colores que son la base de los nuevos productos más limpios que fabrican terceros. “Como formulantes, nuestro trabajo es determinar qué hacer para que cada cosa pueda tener el uso que deba durante el tiempo que deba”, explica la directora financiera de la compañía en un intento de ser pedagógica. Para ello, agrega, desde 2014 han hecho esfuerzos importantes en I+D. En el último ejercicio invirtieron en ese capítulo 3,1 millones de euros, con el compromiso de la compañía de que, hasta que esa investigación no esté totalmente amortizada, no repartirán dividendos.
En los últimos tiempos, Kompuestos ha asumido nuevas metas de expansión aprovechando los agujeros que dejan los grandes grupos químicos. Y esa expansión necesita capital. Comenzaron cotizando en el mercado español BME Growth en agosto de 2019, y se estrenaron en el Euronext Growth de París el pasado 19 de julio con una capitalización de 28 millones. Con 78 empleados, buscan conseguir recursos para potenciar sus líneas de productos y la venta cruzada, además de lanzar su línea de bioplásticos desarrollada en 2019 y que, según el plan estratégico, debería representar el 25% de los ingresos en 2025. “La Bolsa de París nos permite tener visibilidad en mercados internacionales y en un momento dado poder diversificar inversores”, apunta Duch, que prevé necesitar más capital si su rama de productos biodegradables evoluciona según lo previsto.
Accionistas
La aventura en la Bolsa parisina se suma a los pasos dados en los últimos años. En 2014 entraron en el capital un fondo del Instituto Catalán de Finanzas y Caixa Capital Risc. Aquella incorporación tenía fecha de salida, el momento en el que Kompuestos saltara al BME Growth, donde captarían 10 millones de euros. Lo habían intentado en 2009, pero el escándalo de Gowex con la falsificación de cuentas, un escándalo que afectó a la propia reputación del índice, lo desaconsejó. París es un paso más en aquella estrategia para estar preparados en el momento en el que necesiten más inversión para impulsar sus planes. De momento, el grupo lo sigue controlando la familia Duch, con un 62% del accionariado, en el que también se encuentran los Roca (que controlan la empresa de sanitarios del mismo nombre) y los propietarios de la compañía Tres Grifería.
El segundo estreno bursátil no ha llegado en el mejor momento desde el punto de vista de las cuentas, ya que el grupo sufrió una caída de un 5% en su facturación y pasó de unos beneficios de 212.000 euros a unas pérdidas de 1,2 millones. La ejecutiva asegura que se debió, además de a la situación económica mundial, a la digestión de las inversiones para lanzar la nueva línea de productos.
Con dos plantas en Palau-solità i Plegamans (Barcelona), la compañía considera que acude a su nueva etapa de expansión con la capacidad productiva necesaria (realizaron dos ampliaciones de capacidad, una en 2015 y otra en 2019). Uno de los elementos que sorprenden en el documento elaborado como carta de presentación para su salida a Bolsa en París es el hecho de que no tengan ninguna patente. Lo hacen, dice Duch, para blindarse ante otros competidores, igual que solo producen en Barcelona, para no perder el control de su materia prima y evitar que otros fabricantes puedan asumir sus formulaciones. De hecho, la compañía no le dejó acceder a Negocios a sus instalaciones para proteger el diseño de la maquinaria.
Compromisos para 2023
Kompuestos suscribió el Compromiso Global de la Nueva Economía de los Plásticos, lo que le obliga a asumir una serie de compromisos en 2023 que van en consonancia con su línea de negocio. Uno de ellos se basa en elevar del 16% al 20% el volumen de materias primas utilizadas procedentes del reciclado y, sobre todo, alcanzar un 20% en el uso de productos compostables o reciclables en el mismo periodo. El acuerdo supone asumir también una reducción significativa de la producción de plásticos para un solo uso, que debería pasar del 53% actual al 30%.
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