Blanca Suárez: “Nadie debería emitir un solo juicio sobre el físico de los demás”

El día amanece gris y chispea en Madrid, pero la imagen de Blanca Suárez (Madrid, 32 años) está muy lejos de esa sensación de septiembre triste. Llega a la entrevista con la melena perfecta (humedad, ¿dónde?), unas pestañas como abanicos y un fabuloso top rosa con tirantes de pedrería y el cuerpo cubierto de plumas rosas de avestruz, de Lanvin, acompañado de un pantalón negro y sandalias a juego de finísimo tacón. A cada paso que da por el vestíbulo del hotel de cinco estrellas donde tiene lugar la charla, las cabezas, discretas, no se giran, pero nada puede evitar que las miradas se desvíen y las barbillas se inclinen ligeramente para verla pasar.

Suárez llega a la convocatoria con varios proyectos profesionales encaminados. El miércoles 22 ha estrenado Jaguar, en Netflix; y ya ha terminado de rodar El cuarto pasajero, lo nuevo de Álex de la Iglesia. Además, es embajadora de Guerlain, y cuenta entusiasmada su viaje con la firma cosmética hasta la Bretaña francesa, donde se ha metido entre panales de abejas para conocer la materia prima de algunos de sus tratamientos. “Es que yo de pequeña he tenido cero contacto con abejas. Chica de ciudad, total”, reconoce divertida, y cuenta que estuvo “muy tranquila” durante la experiencia. Ella se ríe cuando se le comenta que parece estar en todas partes: tele, cine, redes, publicidad, que se lanza y lo hace todo. “Si me dan la oportunidad de hacer cosas, las hago. No ha habido ninguna vez que diga: ‘No hago esto’. No”, reconoce, con la seguridad que dan 15 años, la mitad de su vida, de carrera actoral.

Una carrera donde ha compaginado series (desde El barco y Las chicas del cable a esta flamante Jaguar) y películas, de la mano de directores como Pedro Almodóvar, José Luis Cuerda o el propio De la Iglesia, con quien suele repetir. “Lo saca todo de mí, lo bueno y lo malo. Es muy intenso trabajar con él, muy duro. Pero Álex tiene la capacidad de que se te olvide. Al año, te llama y dices: ‘Venga, claro, otra vez’”. Con la cinta ya completa, solo queda ponerle fecha de estreno, que es lo que ella necesita para cerrar los proyectos. No le cuesta desprenderse de los personajes; se confiesa casera, y volver a su hogar madrileño tras una jornada de rodaje es todo lo que necesita para descansar, recuperarse “y hacer una vida normal”, asegura. Una vida que organiza ella misma: pese a tener agentes y ayudantes alrededor, le gusta gestionarse. “Soy muy perfeccionista. Y muy de controlar, en el buen sentido. De tenerlo todo organizado, en mi agenda, todo apuntado. Yo necesito verlo, cerrarlo, ver el mes, ver lo que pasa. Eso hace que mi cabeza se asiente”, explica.

Esa gestión consciente la ha hecho convertirse en uno de los rostros más perseguidos de la industria. Más de 4,4 millones de personas la observan a través de Instagram. Esta es su principal plataforma para comunicarse, y clave en las muchas campañas publicitarias de las que forma parte. “No pienso mucho cómo llevo mis redes, pero sí en qué cosas hacer y qué no. Sobre todo en cuáles son los límites“, explica. Sabe que tiene mucha suerte por poder escoger lo que publicita o saca en sus redes, porque además le gusta, ya sea con marcas o con directores, mantener relaciones duraderas. “Siempre he dicho que sí a las cosas que me han apetecido, no ha sido por necesidad. Pero no diría a nada nunca jamás. La vida da tantas vueltas…”.

La actriz Blanca Suarez, en un hotel de Madrid a mediados de septiembre de 2021.
La actriz Blanca Suarez, en un hotel de Madrid a mediados de septiembre de 2021.Kike Para

De hecho, Suárez no ha dudado en hacer anuncios con distintas marcas de ropa interior o de baño. Y a veces ha sufrido ataques personales. “Por mucho que digas que no te afecta, hay un 20% que sí. Y eso te lo llevas a casa”, reconoce. Ella no es especialmente pudorosa, lo mismo muestra su cuerpo en una playa que en la pantalla. Pero ponerse a uno mismo ante el espejo resulta, a veces, peor que hacerlo ante los demás. “A mí en las pelis me da bastante igual, pero es difícil gestionarlo con uno mismo”, afirma. “Los demás están encantados, pero cuando estamos solos en casa, nos miramos y nos decimos cosas que los demás no ven”.

Tras recibir “muchísimas críticas” por su cuerpo, el de una joven para muchos casi perfecta, de 32 años, tiene una opinión clara al respecto, aunque sabe que no es políticamente correcta. “Nadie debería tener el derecho de dar determinadas opiniones. Nadie debería emitir un solo juicio sobre el físico de los otros. Que es un poco contradictorio con la libertad de expresión…”, afirma con cierta risa nerviosa. “Me refiero en un contexto negativo. Que se viertan juicios que no tengan algo positivo y que no sean constructivos me parece terrible. No nos paramos a pensar lo que puede afectar un juicio que para quien lo emite es solo es un comentario”. Para la actriz “vivimos en una época supercontradictoria y muy mentirosa”. “Se aboga por la belleza natural, pero luego hay una hipocresía grande. No puede ser que haya tantas chicas y chicos jóvenes condicionándose a sí mismos por su físico en una época como esta… Es un tema muy dañino”.

Reconoce que, aunque ahora no recurre a ella, sí ha pasado por especialistas para recibir terapia psicológica. “Tenía mucho estrés, mucha ansiedad y me alegro mucho de que también se empiece a hablar un poco de ello”, explica alguien que relata sin ningún tipo de cortapisas que ha llegado a vivir ataques de ansiedad. “Viene por cosas, y también a gente que no está tan expuesta. Hay muchos factores en esta profesión que acaban influyendo, pero bueno, hay mucha gente [que lo sufre]. No pasa nada”, comenta tranquila.

Si se lo dicen, no se lo cree. Que aquella carrera que empezó con una serie adolescente como El Internado en 2007 iba a transportarla hasta aquí. “No, no me lo hubiera creído. No sabía ni qué quería hacer con mi vida. Pero el camino que escogí en ese momento es el que se ha quedado. Es surrealista”, reflexiona. Han pasado volando estos tres lustros, afirma, y lo mejor han sido todas las posibilidades que le da dado su industria: “De viajar muchísimo, de conocer a gente increíble, de vivir muchas cosas que alguien de 32 años no siempre tiene la suerte de vivir”. Y no se arrepiente de nada. Que mirando atrás quizá no hubiera hecho algunas cosas, probablemente, pero como dice ella, divertida: “El camino es el que es. Mejor no tocar nada”.

Para los próximos 15 no espera nada. Solo seguir. “Creo que me dejaré llevar, como hasta ahora. Intentar no dejar de hacer cosas, intentar no decir que no. Y si sale mal, ha salido mal, pero se ha intentado. Es un misterio”, afirma, alejándose envuelta en una nube plumas rosas.




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