No fue el equipo del que era entrenador en el momento de su fallecimiento, Gimnasia, que estuvo muy cerca de plantarse en esta final, pero sí el club de sus amores, del que era hincha manifiesto y cuya camiseta defendió como futbolista con título incluido, Boca Juniors, el que se quedó con la Copa Diego Armando Maradona, el improvisado certamen liguero argentino rebautizado de ese modo tras la muerte del mito.
Si todavía quedaba un alguna señal del destino en torno a la figura del ‘Pelusa’, seguramente era ésa, que el cuadro de su corazón alzara el trofeo que lleva su nombre: en la final que definió el título en el estadio del Bicentenario, en San Juan, los ‘xeneize’ vencieron a Banfield en la tanda de penaltis tras el 1-1 del tiempo reglamentario y sumaron así una nueva estrella a su palmarés.
Juego olvidable
Si la emoción final, la denominación del torneo y la conquista por parte de los de ‘azul y oro’ conformaron una especie de homenaje extra a ‘D10s’, muy lejos de eso estuvieron en cuanto al juego, tanto el campeón como su derrotado.
Boca llegaba sacudido por la eliminación, cuatro días antes, en la revancha de semifinales de Libertadores a manos del Santos brasileño, que le endosó un doloroso 3-0. Tan hondo caló esa derrota, y sobre todo la forma, que el entrenador, Miguel Russo, dispuso hasta siete cambios en la alineación titular para esta final.
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Uno de ellos fue el ingreso del colombiano Cardona, algo muy reclamado por buena parte de la prensa y la afición tras la caída en Brasil. Y fue él quien, junto con su compatriota Villa, pusieron algo de chispa y las mejores intenciones en ofensiva en el marco de un equipo falto de ideas y con escasas variantes creativas. De hecho un bombazo del propio Cardona desde el borde del área, tras una acción personal de izquierda a derecha, abrió el marcador en el 64’.
En la acera de enfrente el joven conjunto de Banfield perdió mucho de esa frescura, desparpajo y atrevimiento que lo condujeron hasta este duelo por el título. Tal vez algo abrumado por el contexto, o por el hecho de disputar una final ante un todo poderoso con figuras como Tevez –ingresó en el complemento-, el ‘Taladro’ se mostró demasiado precavido para ir al ataque y algo nervioso las pocas veces que tuvo opciones de cara a la portería rival.
Empate agónico y penaltis
En ese marco, luego de un partido olvidable, cuando ya parecía que Boca se quedaba con la Copa por ese tanto de Cardona, en el quinto minuto del tiempo añadido llegó un cabezazo del experimentado Lollo que se metió como pidiendo permiso junto a un palo y mandó la definición a los penaltis.
Allí los ‘xeneize’ fueron infalibles, marcaron los cinco que ejecutaron (Tevez, Villa, Salvio, Izquierdoz y Buffarini), aprovecharon el que falló su rival (Jorge Rodríguez) y celebraron por todo lo alto un título que cuenta para el palmarés como una copa nacional y no como una liga, que les trae algo de calma en medio de la tormenta, y que, finalmente y sobre todo, rinde tributo –uno más- al mito eterno del fútbol argentino.
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