Bodas a lo grande, separaciones discretas: historia de las relaciones en la familia Iglesias-Preysler


Han sido 16 años de amor los que han unido a Julio José Iglesias y quien era su esposa desde el año 2012, Charise Verhaert. Hasta ahora, que han anunciado su separación. La pareja llevaba junta desde 2004, casada desde 2012, y en estos tres lustros largos han mostrado su relación abiertamente en eventos, fiestas, celebraciones familiares y portadas de revistas. Sus buenos momentos, como todos los del clan Iglesias-Preysler, han sido carne del papel cuché. Los malos, en cambio, son puro silencio.

Han tenido que pasar más de seis meses desde que la pareja empezara el proceso legal para que se sepa algo de este divorcio. Y ni una palabra ha salido de sus bocas. Primero algunos medios estadounidenses y después otros españoles se hacían eco de la ruptura pero ellos, habituales de los medios del corazón, no se pronunciaban al respecto.

Muy distinta fue su boda. Iglesias y Verhaert se casaban entre gran expectación en 2012, después de ocho años juntos en los que fueron insistentemente preguntados por su boda y en los que, cuando tuvieron fecha, noviembre de 2012, no dudaron en publicitarla. Aunque ambos viven en Miami, la celebración tuvo lugar en Madrid, en el palacio de El Rincón, perteneciente al segundo exmarido de la madre de Julio José, Carlos Falcó, y la organización estuvo a cargo de la hermana del novio, Tamara Falcó. Corrieron ríos de tinta sobre que el evento daba lugar a una poco frecuente reunión del clan Iglesias, pese a que el hermano menor del novio, el cantante Enrique Iglesias, no acudió. Sí se supo que había organizado la despedida de soltero en Las Vegas, EE UU.

No hubo detalle que no trascendiera de aquel evento: que acudieron unas 60 personas, que la cena la sirvió el restaurante José Luis por deseo de Julio Iglesias (que acudió solo, sin su esposa Miranda Rijnsburger ni sus hijos pequeños), que Carlos Falcó regaló los vinos, que Miguel Boyer estuvo presente… Todo ello aderezado con la correspondiente portada de la revista de cabecera del clan la semana siguiente con los novios posando junto a sus padres (solo los de él).

Si la cuestión era contarlo todo, la pareja hizo pública hasta su reboda, cuatro años después. Vestidos de blanco, volvieron a renovar sus votos matrimoniales en noviembre de 2016 en el lago Tahoe y llegaban a anunciar, cómo no, en ¡Hola!: “El año que viene queremos ser padres”. Algo que no llegó a suceder.

Al contrario que la nueva hornada de famosos y personajes televisivos que se ganan la vida pregonando sus desgracias, parece que los hijos de Preysler aún funcionan a la antigua usanza, como solía hacerse hace décadas, en una tradición que ya queda lejana. Lo que vende (o lo que ellos intentan que venda) son sus sonrisas, no sus lágrimas. Bodas, nacimientos, presentaciones, posados, inauguraciones de tiendas de cerámica… pero los trapos sucios se lavan en casa.

La propia Isabel Preysler ha sido la mejor maestra de sus hijos en asuntos de discreción. Su boda con Julio Iglesias, celebrada en Illescas (Toledo) en 1971, fue noticia nacional. El nacimiento de su hija Chábeli siete meses después en Estoril, de quien oportunamente se dijo que era sietemesina y había nacido antes de tiempo y lejos de Madrid por una sorprendente afección de riñón de su madre, fue muy publicitado. Igual que la llegada de sus dos hijos varones, Julio José en 1973 y Enrique en 1975. Y, pese a lo chocante en la España recién salida del franquismo, mucho más discreto fue su divorcio con Iglesias en 1978. Años después, la historia se repitió con Carlos Falcó. Tal es su experiencia que, en 2012 y no falta de ironía, Preysler escribió el prólogo de un libro de recomendaciones sobre cómo romper un matrimonio.

También Chábeli Iglesias, la primogénita del matrimonio, vivió un inmenso boom con su primera boda, que se celebró cuando ella solo tenía 22 años y que llegó a acumular a 5.000 personas a las puertas del despacho en Barcelona de su entonces suegro, Ricardo Bofill padre. Más de 200 invitados pasaron por allí en septiembre de 1993: desde Pitita Ridruejo a Terenci Moix. Entonces se supo que el menú completo servido por elBulli fue de caviar en salsa de rábanos, carne fría con trufas y ensalada de alcachofas y pichones, además de guiso de pescado de roca con rape y, de postre, frambuesas y fruta de la pasión, además de la tarta nupcial, una mousse de coco y biscuit con almendras. Todo ello aderezado con tangos, un recital de piano, un grupo rociero y hasta un concierto del propio Julio Iglesias.

El divorcio llegó solo 16 meses después. “Desavenencias surgidas en la vida conyugal de doña Isabel Iglesias Preysler y Ricardo Bofill han determinado su separación de hecho, como el paso previo a la iniciación del procedimiento judicial por mutuo acuerdo”, dijo su abogada. La propia Chábeli afirmaba que eran dos personas muy distintas. “Yo soy muy tranquila. Soy una persona a la que le gusta la paz, la tranquilidad y estar en casa. Y Ricardo es una persona a la que le gusta la vida nocturna, salir con sus amigos y otra clase de vida que creo que no está acorde con la vida de pareja… A Ricardo le gusta vivir la vida. Es un bohemio de la vida. Un gran bohemio”. Ese divorcio llegó a las revistas, y a las televisiones, que ya empezaban a acercarse al modelo actual, pero también con discreción. Ella se ahorró contar, como si haría casi dos décadas después en una entrevista con Vogue, aquello que le dijo su padre momentos antes de la ceremonia: “Chábeli, tengo el avión a diez minutos de aquí; nos vamos todos y les dejamos con la boda”.


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