Bolsonaro, este viernes en un helicóptero antes de despegar para sobrevolar la ciudad de Petrópolis.

Bolsonaro visita la zona de los deslaves que han dejado cientos de muertos : “No tenemos cómo prevenir todo”

Bolsonaro, este viernes en un helicóptero antes de despegar para sobrevolar la ciudad de Petrópolis.
Bolsonaro, este viernes en un helicóptero antes de despegar para sobrevolar la ciudad de Petrópolis.– (AFP)

Sigue diluviando sobre la ciudad brasileña de Petrópolis (Río de Janeiro) este viernes mientras aumenta la cifra de desaparecidos por la histórica tromba de agua caída el martes. Los equipos de rescate buscan a 213 personas, una cifra que casi se ha duplicado desde la víspera, según las cuentas de la Policía Civil. Los equipos de rescate han localizado 218 cadáveres cuando cumplen tres días desplegados. Nada más regresar a Brasil después de una mini gira por Europa, el presidente Jair Bolsonaro se ha desplazado hasta la zona afectada. El mandatario visitó al ruso Vladímir Putin y al húngaro Viktor Orbán.

Los bomberos siguen buscando víctimas en el barro bajo intensas lluvias que han causado nuevas inundaciones y han hecho saltar las alarmas de emergencia varias veces en este tercer día de tareas de rescate. La mayoría de los fallecidos (79) son mujeres. También perdieron la vida una veintena de niños.

Tras sobrevolar Petrópolis, una ciudad de montaña a 70 kilómetros de Río, el presidente ha descrito la escena como “una imagen casi de guerra”. En tono de resignación, también ha dicho: “No tenemos cómo prevenir todo lo que pasa en 8,5 millones de kilómetros cuadrados (en referencia al territorio nacional). La población tiene razón al criticar, pero desgraciadamente en esta región ya hubo otras tragedias. Pedimos a Dios que no se repita”. Más de 900 personas murieron en esta zona por otro temporal en 2011.

El mandatario dice que el Gobierno hará todo lo que esté en su mano para minimizar el impacto. Ya ha transferido 2.000 millones de reales (casi 400 millones de dólares, 340 millones de euros) a Petrópolis y otras decenas de ciudades afectadas por las fuertes precipitaciones en las últimas semanas, informa el diario O Globo.

Petrópolis es una ciudad turística, conocida como capital imperial porque la corte brasileña se instaba allí en verano, donde viven 300.000 vecinos. Unos 900 de ellos han perdido sus hogares en las peores lluvias caídas en la ciudad desde 1932 y han tenido que ser realojados en escuelas e iglesias. El riesgo de nuevos deslizamientos de tierra es alto. La tragedia ha puesto el foco en la tasa que descendientes de la familia real brasileña cobran por cada transacción inmobiliaria en los terrenos que fueron de su propiedad y el emperador Pedro II donó.

Las familias de las víctimas esperan a las puertas del Instituto Médico Forense a que los funcionarios digan los nombres de sus allegados para poder llevárselos para la despedida definitiva. Y, mientras las funerarias locales trabajan sin descanso, los servicios básicos y la mayoría del comercio están paralizados. La prioridad del alcalde es rescatar víctimas, dar cobijo a los damnificados y restablecer los servicios básicos como la electricidad, el transporte público o la recogida de basuras. En el cementerio, los operarios han abierto nuevas tumbas, cuenta Folha de S. Paulo.

El epicentro de la tragedia es un cerro donde los desprendimientos causados por la fuerte tormenta se llevó por delante unas 80 viviendas. Las construcciones precarias levantadas ilegalmente en peligrosas colinas son un paisaje habitual en este país. Solo en Petrópolis, casi el 20% del municipio está considerado de riesgo alto o muy alto, terreno en el que se alzan más de 12.000 viviendas.

João Henrique de Orleans y Bragança, heredero de la familia real que fundó Petrópolis, ha acusado de la catástrofe a las autoridades locales por permitir las ocupaciones ilegales. “Son varios los alcaldes y los concejales que han incentivado la ocupación de los cerros de la zona”. Según Orleans y Bragança, el propósito era atraer votantes. “Los políticos traían a gente de Nova Iguaçu y Caxias (dos ciudades de la zona metropolitana de Río), les daban tierras en zonas de riesgo, sin escrituras, a cambio de que la gente trasladara su domicilio electoral a la ciudad”.


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