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Boris, marioneta de Donald



Peligro existencial para británicos y europeos. Dentro de una semana, las bases del partido tory, conservador, habrán decidido el nombre de su nuevo líder y por tanto el de su primer ministro. En la pelea por acreditar quién es más brutalmente nacionalista y ofensivamente antieuropeo, el experiodista Boris Johnson lleva una enorme ventaja. La del jugador ventajista. Boris inventó el periodismo fake antes de que fuera bautizado: como corresponsal en los primeros años noventa del Telegraph en Bruselas, difundió que los eurócratas unificaban el tamaño de los ataúdes (¡!) y prohibían la venta de plátanos curvados (¡¡¡!!!).

Boris engañó a sus conciudadanos en la campaña del referéndum del Brexit. Aseguró que la pertenencia a la UE les costaba 350 millones de libras semanales, más de 20.000 millones de euros al año; cuando su contribución neta al presupuesto anual oscila en torno a la mitad, entre 10.000 millones y 12.000.
Boris provocó hace unos días la intervención de la policía en el domicilio de su amante tras un escándalo de gritos y portazos, según The Guardian, del que se negó a dar explicaciones (de interés público), en un debate televisado.
Pero lo que resulta más significativo es que el presunto soberanismo de Johnson no es tal. Se desdobla en xenofobia hacia los africanos (les llama “conguitos”) y otros extranjeros (él, que desciende de un bisabuelo turco) y servilismo hacia el Washington de Donald Trump.
Trump se inmiscuye repetidamente en la soberanía británica. Recientemente también en la del partido tory. Proclamó el 1 de junio que Boris “haría un trabajo muy bueno”, que “sería excelente” como primer ministro y que “siempre me ha gustado”. No en vano, su antigua mano derecha, el ultra Steve Bannon, tiene declarado que preparó con Johnson, durante todo un fin de semana, su discurso parlamentario posterior al abandono del Gobierno de Theresa May. Boris no le ha desmentido.
Lo peor. Alguien espió en Washington los mensajes cifrados del embajador de SM Kim Darroch en los que criticaba a Trump. Este le llamó “estúpido” y anunció que “no trabajaremos con él”. El diplomático dimitió, después de que Boris no le defendiese en el debate televisado. “Lo ha arrojado debajo del autobús”, reaccionó el dirigente conservador sir Alan Duncan. Los altos funcionarios de Londres tiemblan, ante la probabilidad de que gane Boris: soberanista de día; pero, de noche, marioneta de Trump.
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