Al PSG se le hizo eterno el tramo final de la temporada pasada, castigado por su propia afición desde que el equipo dimitió en Champions. Desde marzo, el desencuentro con la grada fue manifiesto. Los ultras, cansados de tanto tropiezo, decidieron llevar a cabo una protesta pasiva, traducida en un silencio sepulcral en todos los partidos en casa. Las pancartas, contra Pochettino y algunos pesos pesados, obligaron al club a tomar cartas en el asunto.
El primer sacrificado fue Leonardo. Agotado su crédito tras una gestión equivocada, en la que priorizó armar un PSG de campanillas, Al Khelaifi entendió el adiós del brasileño como necesario para revisar la forma de trabajar desde la dirección deportiva. El siguiente paso fue resolver el contrato de un Pochettino que, sin ser el máximo responsable, fue la cara visible de un fracaso en Europa del que no pudo salir indemne.
Cambios estructurales importantes que el club ha llevado a cabo estas últimas semanas no solo para contentar a su masa social, sino también para convencerse de que con otras caras y con diferentes protagonistas el PSG va a tener otra reválida en la Champions. Los más radicales, y los que no lo son tanto, afrontan con otro estado de ánimo este verano, en el que ninguna contratación va a superar la felicidad que supuso la renovación de Mbappé.
El PSG necesitaba hacer borrón y cuenta nueva después de lo sucedido la temporada pasada y va por buen camino. La reconciliación con su afición empezó a gestarse con la comedida celebración de la Ligue 1 y continuará a partir del mes de agosto. En el tintero aún queda saber si el PSG satisfará a sus socios recuperando los colores habituales de la primera camiseta, un motivo también de discordia que tiene a más de uno preocupado. La remodelación, sin embargo, está dando sus frutos.