Es imposible pensar en las grandes franquicias de la NBA y que Boston Celtics no sea una de ellas. 17 títulos, más que nadie excepto los Lakers, a lo largo de toda su historia. Y sin embargo, la sensación de que los aficionados más jóvenes apenas han conocido el éxito.
La derrota de ayer a manos de Golden State Warriors supuso la tercera vez que los Celtics caen en unas Finales de la NBA en los últimos 36 años. Solamente en una ocasión se llevaron el Larry O’Brien, en 2009.
Salvo ese pequeño oasis en el desierto, los Celtics no levantan un título desde 1986. Casi cuatro décadas de travesía buscando emular los éxitos de las generaciones doradas lideradas por Bill Russell primero o Larry Bird después.
Con Bird disputaron cuatro Finales seguidas, repartiendo los títulos con los Lakers pero dejando claro que eran siempre aspirantes a todo. Fue una época brillante para los de Massachussets, una que no son capaces de replicar.
Boston lleva años haciendo las cosas bien. Buenas decisiones en el reclutamiento y desarrollo de jóvenes, aciertos de cara al banquillo y la agencia libre y la puesta a punto de uno de los mejores núcleos jóvenes de la liga. ¿Qué sucede entonces?
Todo esto, visto está, no es suficiente. Desde 2008, el año de su último título, ha habido ocho campeones distintos. Miami, Golden State y Lakers son los únicos que han repetido. Con tanta variación, ¿Cómo es que no han logrado un mordisco del pastel?
Pese a todo, los Celtics siguen siendo uno de los equipos con mayor porcentaje de efectividad en unas Finales. Han disputado 22 y se han llevado el trofeo en 17 de ellas. Las de esta año son las segundas desde el último anillo, las cuartas (de cinco) desde el de 1986.
La cultura Celtics existe y es buena. Es una de las franquicias más respetadas y veneradas pero hablar de ellos como triunfadores, al menos en este siglo, puede que sea equivocado.
Llevan años haciendo las cosas bien, con más apariciones en Finales de Conferencia que ningún otro equipo. No obstante no basta. Ser el eterno aspirante no sirve de nada. En Boston lo saben y seguro que ya están trabajando en remediarlo.
Este verano será clave para analizar qué ha faltado en su asalto al trono de la NBA este curso. Pasaron de la tragedia al orgasmo, cuajando uno de los mejores tramos finales que se recuerdan en temporada regular.
Sus playoffs, barriendo primero a Nets y superando a los vigentes campeones y a unos Heat muy peligrosos, tienen muchísimo mérito. Y sin embargo no basta. Los Warriors, pese a verse contra las cuerdas, no dudaron. A la mínima oportunidad mordieron. Quizás sea el peso de la experiencia, quién sabe. Lo que está claro es que a Boston se le está acabando el tiempo para mantener viva su aura de ganador.