Brasil, un bicentenario que pasa sin pena ni gloria

Brasil, un bicentenario que pasa sin pena ni gloria

Brasil vive un año agitado. A la celebración de las elecciones presidenciales, de gobernadores, de diputados y senadores del día 2 de octubre en primera vuelta, se unen las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia, este 7 de septiembre. Tal día como hoy, hace 200 años, a orillas del riachuelo Ipiranga, en las afueras de São Paulo, el príncipe regente portugués don Pedro lanzaba el grito “Independência ou morte” que dio origen al Brasil independiente, el mayor país en superficie, población y PIB de Latinoamérica.

La historiografía especializada ha cuestionado de tal manera la fecha, el evento y la Independencia en sí misma, que podemos preguntar ¿qué independencia celebramos? A diferencia de Estados Unidos, que aprovecharon el Bicentenario de 1976 para reafirmar y relanzar su hegemonía en el hemisferio occidental, la efeméride pasa en Brasil sin pena ni gloria, sin que sirva para que el “gigante acostado eternamente en una espléndida cuna”, como reza el himno, se consolide como líder político y económico de América Latina.

Si recordamos 1822 por la proclamación de independencia de Don Pedro y 1922, otro año emblemático, por la celebración de la Semana de Arte Moderna de São Paulo (con la brillante participación de Tarsila do Amaral), es difícil que 2022 tenga más elementos destacados en la Historia que esas elecciones presidenciales, cruciales para el futuro del país, a no ser que generaciones futuras le den la importancia que no damos actualmente al traslado del corazón de Pedro I desde Oporto a Brasilia, curioso acto de veneración de una reliquia, con reminiscencias católicas, en un país (y un Gobierno) con fuertes influencias evangélicas.

Otro momento perdido para la reafirmación de Brasil como líder natural del continente iberoamericano.

El momento político no ayuda, ni tampoco esa sensación de una independencia incompleta o inacabada que ha perdurado en Brasil desde los años posteriores a 1822. Incompleta porque el país quedó en manos de un emperador Braganza con demasiados vínculos con la ex metrópoli (no en vano ciñó las dos coronas, como Pedro I de Brasil y IV de Portugal). Inacabada porque la independencia política fue seguida por una dependencia económica de Inglaterra, que enseguida empezó a cobrar la ayuda prestada a los Braganza en su fuga a Río de Janeiro en 1807-08 (“¡más despacio, cualquiera diría que huimos!” llegó a proclamar la reina demente María I).

Se comparó siempre la independencia de Brasil con la de sus vecinos hispanoamericanos. En estos se veía fragmentación, caos bélico, republicanismo anárquico. En Brasil, por el contrario: unidad territorial, independencia pacífica y pactada, monarquía constitucional. Estos son algunos de los mitos de la Independencia. La unidad territorial se cuestionó de manera intensa antes, durante y después de 1822. La independencia pacífica es uno de los mitos más duraderos: en realidad se movilizaron más de 60.000 efectivos y hubo más de 3.000 muertos en las Guerras de la Independencia. La monarquía, a la larga, fue vista como un pesado fardo, más que como un elemento de progreso.

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La llegada al poder de los republicanos en 1889 determinó que se eliminaran del panteón patrio los elementos más cercanos a la monarquía saliente, y muchos de ellos eran los hombres de 1822, con el emperador Pedro I y el ministro y prócer José Bonifácio de Andrada e Silva a la cabeza.

Si en los Estados Unidos los founding fathers, y sobre todo George Washington, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin fueron los héroes que forjaron la nación americana y su modélica democracia, los protagonistas del momento 1822 no fueron considerados de la misma manera en Brasil. Ni Pedro I era un George Washington tropical, ni José Bonifácio de Andrada un Benjamin Franklin, aunque su formación científica y su brillante carrera como experto en mineralogía lo acercaran más a este que a Simón Bolívar.

Tampoco ayuda a ensalzar este momento emblemático que la salida a la crisis de 1808-1822 fuera conservadora, monárquica y esclavista. La huida de la familia real, la elevación de Brasil a la categoría de reino en 1815 y la propia independencia tuvieron como telón de fondo el mantenimiento a ultranza de la esclavitud, vigente en el país hasta 1888. Las peculiaridades del liberalismo brasileño y su conservadurismo hicieron considerar al historiador José Honório Rodrigues este proceso de la Independencia como una “contrarrevolución”.

A pesar de nuestras disquisiciones de historiadores, el 7 de septiembre sí es un momento en el que podemos conmemorar la brasilidade y el enorme y original legado que este país ha dado al mundo en sus expresiones culinarias, estéticas, musicales y artísticas en general, y en múltiples ramas de la cultura y el conocimiento. Celebremos Brasil. Parabéns pelos seus 200 anos.

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