Brian Chesky, el fundador de Airbnb se reinventa


Brian Chesky, de 38 años, puede decir sin temor a equivocarse que las ideas surgen de una necesidad. Ahora es el director ejecutivo de una empresa que hasta hace pocos meses parecía no conocer los límites y estaba cambiando el ADN de las ciudades en casi todos los rincones del mundo: Airbnb, la mayor plataforma de alquiler de viviendas entre particulares. Eso por no hablar de sus ingresos millonarios. En 2018 la compañía estaba valorada en 31.000 millones de dólares (casi 26.400 millones de euros), daba trabajo a 9.800 personas y los gobiernos de medio mundo buscaban fórmulas para regular su actividad. La pandemia lo cambió todo. Los viajeros se quedaron varados y con ellos la actividad de la empresa. A Chesky si le asustó el coronavirus a nivel empresarial, parece haberlo superado, y ahora ve una nueva oportunidad donde otros solo hablan de fracaso.

Chesky no está solo ahora en esta aventura en la que es capitán del barco, ni lo estuvo en los comienzos. Con él continúan los dos amigos –Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk– con los que comenzó a forjar los mimbres de la aplicación que inventaron para conectar a personas dispuestas a dar las llaves de sus casas a completos extraños. Bueno, al menos así surgió la idea cuando el trío andaba por la veintena y justos para llegar a fin de mes en San Francisco, la ciudad a la que se mudaron para compartir piso Chesky y Gebbia y donde se les ocurrió ofrecer un colchón inflable y el desayuno al que quisiera quedarse en su casa mientras estaba de visita en la ciudad. Una forma de redondear sus ingresos que no tardó en convertirse en la primera piedra de Air Bed and Breakfast, con Blecharczyk como fichaje y primer ingeniero de la plataforma. Otro autodidacta que aprendió a programar a base de leer los manuales que le compraba su padre.

La fortuna personal de Brian Chesky, que nació el 29 de agosto de 1981 en un pueblo a las afueras de Albany (Nueva York), se calculaba en más de 4.200 millones de dólares (casi 3.600 millones de euros) antes de la llegada de la covid-19, una cifra que permite pasar por situaciones como las actuales sin que la vida se resienta en exceso. Todo si se está dispuesto a hacer cambios y ver en ellos una reinvención, algo que parece no costar demasiado a un deportista como él, acostumbrado a ser constante y empeñado en conseguir sus metas. Fue capitán del equipo de hockey de la Escuela de Diseño de Rhode Island, allí se graduó como diseñador industrial y allí destacó también por sus bíceps y su afición al culturismo.

Es una de las personas menores de 40 años considerada entre las más influyentes del mundo y también está entre los diez primeros puestos de los millonarios que no superan esa edad. Como creador de una plataforma de éxito, tampoco ha dudado en reconocer que ha utilizado otra, Tinder, para ligar. Según contó en 2015 a la revista Fortune, allí conoció a Elissa Patel, una mujer de origen indio, con la que lleva saliendo casi siete años. Ella es artista y, según contaron en un juego en el participó la pareja en la cadena de televisión CNT en 2017, nunca viaja sin sus materiales artísticos, a veces un caballete incluido. Antes Patel también trabajó en empresas tecnológicas como Frontback, Mercatus y WePay en diversos puestos relacionados con el marketing, disciplina en la que se licenció en la Universidad de Santa Clara, California, y que completó con estudios de negocios internacionales en el Imperial College de Londres y finanzas y economía en la Universidad de Shanghái. Aunque sus padres viven en Estados Unidos desde los años cincuenta, Patel sigue teniendo a gran parte de su familia en la ciudad india de Gujarat.

El secreto del éxito de Chesky no lo conoce ni él, pero sí ha confesado que tenía “mucha imaginación” cuando era niño y creía firmemente en que podía convertirse “en lo que quisiera”. Con la edad fue modulando sus aspiraciones y cuando acabó el instituto su objetivo más ambicioso era “conseguir un trabajo y un seguro médico”, según explicó ya subido a la ola del éxito años después. Éxito y riquezas que no le han nublado la visión sobre la responsabilidad que tienen los multimillonarios para hacer del mundo un lugar mejor y devolver a la sociedad parte de lo ganado y que ha hecho que, junto a sus dos socios originales en Airbnb, haya firmado la iniciativa Giving Pledge que lideran el inversor Warren Buffett junto a Bill y Melinda Gates, por la que se comprometen a donar más de la mitad de su patrimonio en vida.

Ahora los críticos de la empresa que crearon observan de cerca sus próximos movimientos, especialmente cuando en el horizonte planea la salida de la firma a bolsa. Sus cuentas aseguran que fue rentable en 2017 y en 2018, pero que en 2019 perdió 674 millones de dólares respecto a los ingresos estimados de 4.800, según los analistas. 2.020 no pinta tampoco bien después de meses de parón, pero según Chesky las reservas han regresado y no parece tener miedo. “Lo mejor para una compañía”, ha dicho el empresario, “es que la sociedad quiera que existas”. La pandemia también ha obligado, según ha publicado The Sunday Times este fin de semana, a replantearse algunos de los aspectos por los que Airbnb recibía más críticas: “Las tensiones en torno al exceso de turismo se aliviarán porque los inquilinos serán locales. También ayudará el deseo de los viajeros de evitar las grandes ciudades”, ha comentado su CEO.

A pesar del temor al contagio, Chesky cree que el impulso hacia alojarse en “hogares” sigue vigente y confía en los nuevos protocolos de limpieza que han establecido para calmar el miedo de los huéspedes y también en que los propietarios verán con más preocupación la crisis económica que aceptar invitados en sus casas. También cree que los cambios en la forma de trabajar favorecerán a la plataforma: “Se verá a grupos menos atados a una ciudad y que querrán vivir alrededor del mundo y les ofreceremos la posibilidad de estancias más prolongadas”, reflexiona sobre el teletrabajo.

Sin embargo algo se ha quebrado en Airbnb. En un artículo publicado por The New York Times a mediados del mes pasado se retrataba a la empresa como una forma de representación de un idealismo sincero en el que su CEO hablaba de principios y personas frente al cortoplacismo de otras empresas que cotizan en Wall Street. Algo de eso cambio, durante el mes de mayo, cuando Chesky se sentó frente a su ordenador, se dirigió a sus miles de empleados, y a pesar de sus lágrimas, anunció que había que despedir a 1.900 trabajadores. Se les había dicho que pertenecían a una familia, donde se evaluaba la empatía, se celebraban los triunfos y se cantaba cumpleaños feliz cuando tocaba. En ese momento muchos de esos mismos empleados sintieron que esa familia era otro trabajo más y no el edén prometido.

El blog de la empresa publicó cómo se iban a afrontar esos despidos y desde fuera se elogió como compasivo, empático y como una lección de liderazgo. Después Chesky y los otros dos socios fundadores ofrecieron una ovación de pie a los empleados despedidos y las pantallas se llenaron de emojis de corazones. Las críticas arreciaron pero Chesky sigue siendo optimista y en julio comunicó a sus empleados que se iba a reanudar el trabajo para que la compañía cotizara en bolsa. Las reservas aumentan en los desplazamientos cortos y Chesky no es ajeno a esta tendencia, así que piensa en el parque de Yellowstone como probable destino para sus vacaciones. Lo que no se sabe seguro es si utilizará su propia aplicación para buscar alojamiento.


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