Brotes descontrolados

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Hospital Arnau de Vilanova de Lleida, la capital de la comarca del Segrià que ha entrado en una nueva etapa de confinamiento.Ramón Gabriel / EFEA las dos semanas de haber finalizado el estado de alarma, 300.000 personas han tenido que ser aisladas mientras se sigue la evolución de unos cincuenta brotes de distinto tamaño que podrían descontrolarse. El confinamiento perimetral de la comarca del Segrià, que incluye Lleida y otros 37 municipios, tuvo que decretarse el sábado, apenas 24 horas después de que la consejera de Salud dijera que no era necesario, al comprobarse que entre los nueve brotes detectados había casos de transmisión comunitaria. Ayer eran ya 14 los brotes activos. Con la misma precipitación se ha tenido que actuar en la comarca turística de A Mariña, en Lugo, de 70.000 habitantes.Lo ocurrido debe ser tomado como una advertencia sobre las consecuencias de bajar la guardia. Las comunidades autónomas son ahora las responsables del control de la pandemia y es necesario confiar en su buen hacer, pero la diversidad de respuestas y criterios aplicados plantea elementos de inquietud. En el caso de Lleida se ha decretado el confinamiento perimetral, lo que impide que entre y salga nadie, salvo por motivos de trabajo. La iniciativa pretende impedir que el brote se extienda a otras zonas, pero no parece que vaya a ser suficiente para evitar la propagación interior, pues la única medida adicional adoptada ha sido limitar los encuentros familiares o de otro tipo a diez personas. En las vecinas comarcas aragonesas del alto y bajo Cinca y La Litera, en cambio, con una afectación similar, se decidió volver a la fase dos del confinamiento, que implica restricciones internas, pero no de movilidad exterior. Seguimos teniendo un grave problema en la gestión de los datos y la opacidad sobre la evolución de algunos de estos brotes hace crecer las sospechas de falta de control.Todo ello revela la extraordinaria dificultad de gestionar la nueva situación y anticipa el riesgo de una posible segunda oleada de contagios, que algunos expertos temen para el otoño. La existencia de transmisión comunitaria indica que la estrategia basada en el control de los nuevos casos y sus contactos ha fracasado a este respecto. Y no es extraño que ocurra habida cuenta de que, pese a las promesas, no se han reforzado como es necesario ni la asistencia primaria ni la red de vigilancia epidemiológica. Los centros de salud están desbordados porque tienen que afrontar la atención de los pacientes postergados durante la fase aguda de la epidemia, las secuelas de los pacientes de covid-19, que son más importantes y frecuentes de lo que se pensaba, y ahora el control sanitario de las residencias de ancianos. Todo eso con plantillas que ya antes eran exiguas y que ahora están además exhaustas. Si no se refuerza la red de control, los brotes se sucederán.


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