El vicepresidente de la Comisión Europea Valdis Dombrovskis y el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, este jueves en Bruselas.KENZO TRIBOUILLARD (AFP)
En un momento clave de transición hacia las energías más verdes y de competencia económica y comercial feroz, la Unión Europea trata de subirse al tren de la competitividad para no perder el viaje frente a Estados Unidos y China. El equilibrio no es fácil: la Unión persigue el objetivo de lograr la transición ecológica sin ser dependiente de las materias primas que marcan el camino para ello y que ahora, en su inmensa mayoría, importa. Frente a la inyección de subsidios de Washington y la dominancia de Pekín, la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa dos nuevas regulaciones estratégicas para garantizar que las empresas europeas siguen en la carrera para el desarrollo de las nuevas tecnologías para elaborar bombas de calor, la producción del hidrógeno verde, turbinas eólicas, paneles solares o baterías para coches eléctricos.
Y planea esa transición verde empleando materias primas estratégicas minadas y procesadas en una UE, que trata de huir de la vulnerabilidad que fomenta tener un único proveedor. Para evitar esa dependencia plantea medidas para penalizar, por ejemplo, en las ofertas de contratación pública a países de fuera de la Unión que dominen más del 65% de ese mercado, al considerar que la oferta no está suficientemente diversificada. Una medida que tiene un nombre: China.
El 90% de las tierras raras, del galio y del magnesio que se demanda en la Unión Europa los suministra el gigante asiático. Compañías chinas son responsables, por ejemplo, de más del 90% de algunas piezas utilizadas en las placas solares. Algunos expertos han definido las dos nuevas regulaciones: la ley de Industrias de Emisiones Cero y la ley de materias primas esenciales, que ha presentado la Comisión Europea este jueves, como una especie de “proteccionismo verde”. Así lo han señalado los analistas del instituto Bruegel, el mayor think tank de Bruselas, que se mostró muy crítico con los detalles que se conocieron antes incluso de que se publicaran las normas y que no ha cambiado su opinión una vez divulgadas, apunta el investigador Niclas Poitiers, del citado centro de análisis. “La UE depende demasiado de China para algunas de sus importaciones, aunque el objetivo no es reducir la concentración en un socio comercial específico, sino más bien proteger y expandir la producción industrial de la UE en tecnología limpia”, añade Poitiers.
Bruselas quiere aumentar la producción de tecnologías limpias en la UE hasta cubrir el 40% de su consumo anual con fabricación propia para 2030. También pretende lograr que el 10% de su demanda de minerales esenciales se cubra con explotaciones europeas, como adelantó EL PAIS y ser capaz de procesar el 40% de esas materias primas estratégicas —como el litio que se usa entre otras cosas para fabricar baterías— en alguno de los Estados miembros. Las nuevas leyes europeas marcan pautas para ello a través de fórmulas para acelerar la producción local, diversificar los suministros de minerales y abaratar la energía para evitar que las compañías se trasladen a lugares con más incentivos.
Los dos textos legales presentados este martes completan otras dos medidas conocidas en la última semana. El pasado martes la Comisión presentó la reforma del mercado eléctrico, bastante menos ambiciosa de lo que aspiraban países como España, aunque desde Madrid se señala que va en la buena dirección. La norma propuesta pretende, entre otras cosas, intervenir en el mercado si se disparan los precios energéticos como sucedió en 2022. Los precios energéticos son uno de los elementos que sitúan en posición de ventaja a la industria estadounidense frente a la europea. Y el jueves anterior las nuevas reglas sobre ayudas de Estado que agilizan su concesión y permiten igualar las que otorgue un tercer país a una empresa para evitar su fuga. Falta todavía conocer qué es exactamente el Fondo de Soberanía que ha anunciado la presidenta la Comisión, Ursula von der Leyen.
Las propuestas de regulación, que aún deben aprobar los Veintisiete, son fundamentalmente la respuesta europea a Ley de Reducción de Inflación (IRA) estadounidense, un paquete de subvenciones de unos 340.000 millones de euros para impulsar las tecnologías ‘limpias’ que se fabriquen en Estados Unidos y que la Unión Europea ha llegado a considerar competencia desleal por los temores a que industrias con gran importancia para la transición climática se marchen de Europa para recibir esas ayudas. Empresas como la alemana Volkswagen se plantea trasladar su desarrollo de baterías a Estados Unidos por estas políticas.
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Las medidas son también una reacción a China, su pujanza económica y comercial, que ha ido absorbiendo terreno hasta desplazar a la UE de sectores en los que había sido pionero, como las placas solares. “Seguiremos comerciando con nuestros socios, no todo se hará en Europa, pero debe hacerse más. Y la regulación pretende crear las condiciones para que esto suceda”, ha insistido el vicepresidente de la Comisión Europea para el Pacto Verde, Frans Timmermans.
La ley de Industrias de Emisiones Cero (NZIA, una de esas siglas para el catálogo comunitario que contribuyen a alejar de la ciudadanía las políticas europeas) pone el foco en ocho tecnologías estratégicas para la transición hacia una economía descarbonizada y que recibirán más apoyo: la energía eólica, las baterías, las bombas de calor y energía geotérmica, electrizadores y placas de combustible, tecnologías solares y fotovoltaicas, biogás y biometano, tecnologías de red y capta y almacenamiento de carbono. La energía nuclear con deshechos mínimos y otras no están entre las estratégicas ni bajo el objetivo de 40%, pero también tendrán facilidades.
La competencia por captar estas empresas es grande porque el negocio es jugoso: la producción mundial de vehículos eléctrico se multiplicará por 15 para 2050, según cálculos de la Comisión, que destaca que el despliegue de energías renovables casi se cuadruplicará y el despliegue de bombas de calor se multiplicará por más de seis.
La receta en las dos regulaciones es la misma: reducir la burocracia, los permisos y las cargas administrativas. Bruselas no pone sobre la marcha un jugoso paquete de apoyo como la Ley de Reducción de Inflación (IRA) de Estados Unidos, sino que propone que estas industrias se enganchen a las subvenciones de ayuda estatal, cuyas reglas se han relajado en los últimos tiempos al ampliar el foco de quienes pueden recibirlas.
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