Buenos deseos

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Aquí estamos otra vez, casi en los albores de un nuevo año. Esta frontera temporal es una pura convención, ya lo sabemos, pero eso no impide que nos produzca una mezcla de expectación y miedo. Todavía recuerdo la noche del 31 de diciembre de 2019 y la alegría con la que brindé, en una cena de amigos, por la llegada de 2020. Teniendo una cifra tan bonita, proclamé con mi entusiasmo habitual, el nuevo año ha de ser a la fuerza un año estupendo. Desde aquel día mis amigos me tienen prohibido hacer ningún augurio, sobre todo si se trata de una predicción esperanzada. Y es verdad que andamos muy cortos de esperanza últimamente: los tiempos se han nublado y la inquietud arrecia. De acuerdo, no pintan bien las cosas. Pero, como resulta que, aunque pinten bien, después a veces van fatal, ¿por qué no puede sucedernos al revés? Quiero decir que, aunque ahora lo veamos todo de color hormiga, quizá la realidad sea luego luminosa. La vida es puro azar y al destino le gusta jugar con las ilusiones de los humanos. De modo que en este artículo no voy a hacer predicciones, sino a plantear deseos. Y, puestos a soñar, lo haré a lo grande.

Y, así, quiero creer que en 2023 va a haber un golpe de Estado en el Kremlin que le arrebatará el poder a Vladímir Putin, de cuyo paradero nadie volverá a saber nada (unos historiadores alemanes descubrirán en 2073 que fue encerrado en una dacha en Siberia, en donde morirá 30 años más tarde). El nuevo líder ruso no será lo que se dice una perla, pero llegará a un acuerdo para terminar con la guerra de Ucrania. A continuación, y tras haber visto las orejas del lobo, las potencias nucleares comenzarán una nueva etapa de conversaciones para el control, limitación y futura destrucción de las armas atómicas. Tras la caída de Putin aparecerán documentos secretos que demostrarán de forma irrefutable la implicación de Trump en un complot con el antiguo dirigente ruso para perpetuarse los dos en el poder y repartirse el mundo. Hubo intercambio de dinero e informaciones clasificadas, por lo que acusarán a Trump de alta traición (será condenado por ello en 2026 y encarcelado en la prisión federal ADX de máxima seguridad).

Además, la revolución iraní de las mujeres logrará paralizar el país y derrocar a Alí Jamenei y a toda su patulea de dogmáticos, tras lo cual empezará un proceso de reforma para cambiar la Constitución y lograr un Estado que garantice los derechos humanos. La caída del integrismo iraní producirá un efecto dominó; los Emiratos y Arabia Saudí, temerosos del contagio democrático, dejarán de apoyar a los talibanes, y en Afganistán las revueltas sociales debilitarán más y más el poder de los fanáticos (que acabarán derrumbándose, como un castillo de naipes, en 2024). A Daniel Ortega lo matará un infarto, lo cual propiciará un levantamiento de la martirizada población y la humillante expulsión de Rosario Murillo del poder. Un Gobierno provisional formado por los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, que sacrificarán unos meses de su vida por la causa, iniciará un proceso constituyente. Cuba, forzada por la nueva situación rusa y por el contagio de Nicaragua, echará por fin del poder a la canallesca saga poscastrista, y otro tanto sucederá en Venezuela. Y mientras, en la UE, nacerá En Marcha, un movimiento progresista paneuropeo que en la próxima década conseguirá renovar el sistema democrático y desactivar el neofascismo.

Imagino muchas más sorpresas formidables; veo a los saharauis regresando a su tierra, a los palestinos e israelíes comenzando nuevas y fructíferas conversaciones, a Europa lanzando un plan de desarrollo del África subsahariana que acabará con las pateras allá por 2030. Veo avances rompedores en la terapia contra el cáncer, el alzhéimer, la psicosis. Se sintetizará un fármaco contra las bacterias superresistentes, y se descubrirá la forma de impedir que los virus invadan las células humanas (estos hallazgos obtendrán el Premio Nobel en 2027 y 2029, respectivamente). Me quedan más cosas por soñar, como, por ejemplo, que en 2023 nacerá la científica que logrará revertir el calentamiento global, pero como el espacio se me acaba lo usaré para desearnos, a todos mis seres queridos y a mí misma, una vida sana, muchas risas y amores perdurables, alegres y libres.


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