C. Tangana culmina su plan de dominación en el WiZink de Madrid ante 15.000 personas

Anoche, ante 15.000 personas que llenaron el WiZink Center de Madrid y en el concierto que el protagonista calificó como “el más importante de mi puta vida”, el exrapero culminó el plan de conquista del cetro del pop español. Un plan que seguramente comenzó en aquella ya legendaria reunión de 2018 propiciada por el festival Primavera Sound y que enfrentó a C. Tangana con un compañero de generación, el granadino Yung Beef. “Para combatir al sistema hay que luchar con sus mismas armas, hermano”, repetía Tangana en aquel debate sobre el futuro de la escena urbana española. El concierto de ayer resultó la constatación de aquel planteamiento. Las cosas casi nunca salen como se imagina uno, salvo que seas C. Tangana.

Cuando interpretó Un veneno, la penúltima canción que sonó en el concierto, debió de sentir Antón Álvarez (alias Pucho o El Madrileño o C. Tangana) una satisfacción tremenda. En ese tema, compuesto en 2018 (o sea, hace más de tres años), el músico madrileño ya señalaba el desenlace de este camino: “Puchito, ¿cuál es la maña? Sin cantar ni afinar para que me escuche toda España”. Porque como se vio en un recital de dos horas, Tangana es un tipo que ha hecho del pragmatismo la palanca impulsora de su arte. Consciente de su debilidad como intérprete se ha inventado algo que no tiene nada que ver con el concierto de pop al que estamos acostumbrados. Un espectáculo a medio camino entre la coralidad del Circo del Sol y la festividad de un musical basado en las canciones de Radio Olé, pero con gafas de Gucci. Un sarao magnético, divertido y vibrante. El concierto al que hay que ir hoy.

El músico, cantando desde una de las mesas situadas en el escenario.
DAVID EXPOSITO

Tangana ejerció durante toda la noche de generoso anfitrión, dejando a sus invitados espacio, a sabiendas de que ellos sí que cantan, tocan y afinan. Pero sin la hospitalidad del dueño de la casa aquello no funcionaría. Vestido elegantemente con un traje oscuro, pañuelo de seda y gafas negras, Pucho se manejó con galantería y chulería. En el salón de su club colocó siete mesas, con lámparas de luces delicadas. Sobre ellas, botellas de cava, anís, ron… Y un camarero que iba llenando los vasos de unos comensales que tendrían su protagonismo durante la velada: La Húngara, El Niño del Elche, El Bola, la familia Carmona… A un lado del escenario se situaron los instrumentos de cuerda (violines, violas…); al otro los de viento (trompetas, trombones…). Algo más esquinada, la batería. Los guitarristas (tanto la española como la eléctrica) también sentados en las mesas. Unos 20 músicos. Qué no se diga que se repara en gastos. Por encima de todos colgaba una enorme pantalla para exhibir cada detalle del recital. Todo tiene un aire cinematográfico, de película de cine negro.

Las primeras filas del concierto de C.Tangana.DAVID EXPOSITO

Y comienza un concierto que apenas da tregua. El repertorio está tan lleno de pelotazos que parece un grandes éxitos de un artista con 30 años de carrera. Resulta sorprendente que el disco sobre el que se basa esta gira, El madrileño, tenga solo un año (se publicó en febrero de 2021) ya que son canciones con hechuras de clásicos: Tú me dejaste de querer, Comerte entera, Los tontos, Demasiadas mujeres… Este cronista no había visto unos pasillos del WiZink Center tan vacíos mientras se celebraba un concierto. Nadie en los bares, pocos en los aseos. Todo el mundo atento a lo que ocurría en un escenario por donde pasaban muchas cosas y los huéspedes disfrutaban de los manjares de Pucho.

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Rita Payés fue la mejor voz de la noche al interpretar Te venero, Omar Montes estuvo correcto en La culpa, Nathy Peluso fue recibida en Ateo con tanta algarabía que parecía que había entrado en acción Madonna… Mientras, Tangana se situaba en la retaguardia, contemplando su obra, repartiendo sonrisas y abrazos, adoptando su condición de Rey Midas y acompañando en la interpretación a los invitados. Tuvo sus momentos de protagonismo absoluto y fue ahí donde se vieron sus carencias, sobre todo cuando algunos de los participantes en el disco no comparecieron. Quedaron especialmente desangeladas Nominao, que en El madrileño interpreta junto a Jorge Drexler, y sobre todo Hong Kong, donde se echó mucho de menos a Andrés Calamaro, el hombre que la ejecuta en el disco. Pero el concierto resultó trepidante, original, una celebración de la música española (sobre todo de los ochenta y noventa), con relevantes incursiones en los ritmos del Caribe. Tangana ha sabido sofisticar ese flamenquito popular que tanto desprecio cosechó por parte de la modernez. Anoche, modernos cuarentones y jóvenes veinteañeros y treintañeros no pararon de bailar.

Otro momento de la actuación. DAVID EXPOSITO

Quizá el momento más flojo llegó con la recreación del ya famoso Tiny Desk, la actuación que ofreció el pasado abril para la radio pública estadounidense NPR. En una gran mesa se montó una fiesta con una veintena de músicos: Antonio Carmona, El Niño de Elche, Kiko Veneno, La Húngara, otros miembros de la familia Carmona… Sonaron bien Me maten o Ingobernable, pero la inclusión de clásicos del flamenco-pop (pasajes de Corazón partío, de Alejandro Sanz; Noches de Bohemia, de Navajita Plateá; Alegría de vivir, de Ray Heredia, o No estamos locos, de Ketama…) resultó forzada y a ratos pachanguera. En mitad de esta fase del concierto, Tangana dijo: “Está cantando todo el mundo y ahora me toca a mí ¿no?”. Y se atrevió con Aunque tú no lo sepas, de Quique González y que popularizó Enrique Urquijo. Lo mejor que se puede decir de la temeraria versión de Tangana es que duró poco.

Pequeños traspiés que el público no tuvo en cuenta en una noche triunfal de un concierto para el que llevaba preparándose Tangana mucho tiempo. Seguramente también imaginó hace años la escena final: todos los músicos paseándole a hombros por la pasarela del escenario mientras él bebía de una botella de cava. Hacía tiempo que los espectadores habían mandado la mascarilla a paseo…


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