“Se palpa la ilusión en el ambiente”. La conclusión es de Arkaitz, uno de los múltiples abonados que debutó el sábado en su nueva localidad. Aunque la orientación de la grada sea norteña, hace calor. Iñaki, un par de filas más abajo, le da la razón: “Es espectacular”. Sergio alucinó. “Sacábamos un córner y estábamos encima”. La Real se ha abierto a un nuevo mundo y su gente ha dado el visto bueno.
De los 35.000 espectadores que se congregaron contra el Atlético de Madrid, todos los que se sentaron en la tribuna de la Avenida de Madrid asistieron a un paisaje inaudito. “Tenía miedo por cuál podía ser la perspectiva”, admite Iñaki, un txuri urdin de pura cepa que respiró aliviado al comprobar que “se ve claramente, te enteras de todo lo que pasa en el otro área”.
Sergio confiesa que se marchó del campo “encantado” con “la visión” del partido. “Es un cambio radical” respecto a su anterior localidad, la entreplanta del sector norte, con pistas de por medio. “No tiene nada que ver”, afirma este guipuzcoano que lleva 15 años siendo socio. A Arkaitz, entusiasta donde los haya y con el ‘22’ de Barrenetxea a su espalda, no se le escapa que “depende de los jugadores” que prosiga esta tendencia.
El hijo de Arkaitz lo nota
Arkaitz es abonado junto a sus familiares, amigos, y su hijo pequeño desde que nació hace un año y medio. “Hasta él ha notado que no hay pistas, por el ruido que hubo en los goles”. Un realista de cuna. Iñaki, por su parte, detectó el silencio en algunas fases del partido. “Me esperaba algo más de ruido”, reconoce.
Sergio, Arkaitz e Iñaki se han ubicado en el anillo superior del fondo norte. Más concretamente, en las filas delanteras del sector. “Me gusta mucho ver tantos niños juntos en la misma zona”, reflexiona Arkaitz. A Sergio le dio la sensación de que “la gente de mi alrededor estaba pegada, encima, seguramente por la atmósfera que se estaba generando: estaba todo el mundo muy metido en el partido”, expresa.
Entrar en el estadio, “caótico”
El resumen de Iñaki es inequívoco: “Tenemos un campo espectacular”. Lo vivió desde la cuarta fila de la grada de arriba, detrás de la portería. Sabe qué es ver a la Real en Atotxa y ha rejuvenecido como socio. En líneas generales, la masa social de la Rea también ha hecho un pacto con el diablo. Arkaitz y Sergio, entre el delirio, se acuerdan de que tuvieron que esperar para asistir al espectáculo del sábado. Hicieron cola. “La entrada al campo fue caótica. La Real sabía cuánta gente iba a ir y tenía que haber puesto más tornos”, protestan.
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