Luis Torreiro vivía feliz teletrabajando. Sus compañeros también. Y esa felicidad se notaba en los resultados. Torreiro lo sabe porque es responsable de calidad en un call center. Su trabajo es asegurarse de que los demás hacen bien su trabajo. “Y lo hacen, lo hicieron. Durante estos meses todo ha ido estupendamente”, asegura. Matiza en pasado porque desde hace unos meses, en su empresa, están apostando por un modelo híbrido. Rotan. Torreiro cree que es el principio de una vuelta total al trabajo presencial. Y ya no está tan feliz. “Hoy me tocaba trabajar en la oficina, y he pasado una hora en un atasco, cuando antes tardaba 40 minutos”, lamenta. Los datos le dan la razón: el tráfico privado está alcanzando los niveles de prepandemia (está al 90%) en su ciudad, Madrid. Torreiro no es el único que ha vuelto a la oficina.
Pauline Roussel también puede pasar horas yendo a su lugar de trabajo. A veces días. Incluso tiene que coger un vuelo internacional de vez en cuando. Esta emprendedora lleva cinco años viajando por el mundo de coworking en coworking. Ha visitado más de 400 en todas las ciudades imaginables. Tokio, Osaka, Mumbai, Bangalore, Kuala Lumpur, París, Madrid, Barcelona, Londres, Berlín, Copenhague, Nueva York… Roussel trabaja mientras viaja. No tiene un horario fijo, ni un lugar estable de trabajo.
Ya no es necesario trabajar desde un escritorio en la oficina. La mayoría de las empresas estaban enfocadas en este modelo, pero no está pensado para las nuevas generaciones
Pauline Roussel, emprendedora
Y cree que su modelo refleja mucho mejor que el de Torreiro lo que buscan las nuevas generaciones en el mundo laboral. “La pandemia ha abierto la conversación en torno a nuevas formas de trabajar”, explica desde Bulgaria. “Ya no es necesario hacerlo desde un escritorio en la oficina. La mayoría de empresas estaban enfocadas en este modelo. No está pensado para las nuevas generaciones, que buscan algo más en su trabajo, pero seguía adelante por casi por inercia”, lamenta. Ya no lo hace.
¿Cosas de veinteañeros?
La Generación Z (los nacidos entre mediados de los noventa y mediados de los 2000) es la que menos interés demuestran en volver a la oficina, según la última oleada del Índice de Confianza del Trabajador de LinkedIn. Las ganas de retomar el trabajo presencial van subiendo a medida que aumenta la edad de los encuestados, hasta llegar al 80% de los boomers (nacidos entre 1946 y 1964), quienes consideran la oficina como un lugar en el que socializar que puede mejorar su carrera.
No se trata solo de cómo valoran su tiempo de trabajo. Sino, especialmente, de cómo valoran su tiempo libre. “Las generaciones más jóvenes, como los millennials y la Generación Z, buscan principalmente un equilibrio entre el trabajo y la vida privada”, confirma Carole Viaenne, autora de Mi trabajo ideal (y cómo encontrarlo) y asesora en la escuela de negocios ESADE. “No comprenden esa actitud de dedicarse enteramente al trabajo, descuidando el ocio”.
Las nuevas generaciones tienen nuevos paradigmas. Y la presencialidad no parece estar entre ellos. Sin embargo, se enfrentan a un sistema conservador y a unos jefes que muchas veces no les entienden. “Es difícil cambiar los viejos hábitos”, explica Vianne, “Y también hay una dinámica generacional, la idea de que “estos millennials solo exigen desde el primer día, y yo he tenido que trabajar duro muchos años para obtener lo que están pidiendo.”
Roussel no cree estar pidiendo mucho. Solo poder integrar su trabajo en un estilo de vida nómada. Cuando empezó a hacerlo, hace ya cinco años, era una rareza. Hoy, asegura, es una tendencia. Los datos parecen darle la razón. Según un informe de MBO Partners, el número de nómadas digitales, es decir, profesionales que se han trasladado tres veces por voluntad propia en el último año, se disparó casi un 50% en 2020. Alrededor de 11 millones de estadounidenses se identifican ahora como nómadas digitales, y más de la mitad son trabajadores por cuenta ajena que han decidido hacer su trabajo desde cualquier lugar del mundo.
Las ganas de retomar el trabajo presencial van aumentando con la edad: la generación Z es la que menos interés demuestra, mientras el 80% de los ‘boomers’ desea hacerlo
Pero este fenómeno no se puede reducir a un puñado de números y estadísticas. Es interesante no solo ver quien lo consigue sino quien lo intenta. “Este modelo de trabacaciones ha aumentado su atractivo y popularidad”, señala Vianne. “Nos hace soñar a muchos. O al menos, hace que un sueño parezca real: ser libre de viajar a cualquier parte y tener un trabajo que te permita hacerlo es posible”. El sueño parece bien real en Canarias. Más de 8.000 profesionales se han instalado en el archipiélago tras la llamada del Gobierno autonómico a profesionales liberales. La idea es aumentar ese número hasta los 30.000 en la próxima década. Para conseguirlo, el Gobierno de Canarias anunció el año pasado un plan dotado de 500.000 euros para campañas de marketing y formación.
Ciudadanos del mundo y del ‘coworking’
Cambiar el maletín por el macuto es el sueño de muchos. Y algunos lo han hecho realidad. La mayoría lo hacen de forma puntual. Por eso abundan las empresas que están permitiendo el teletrabajo un mes o unas cuantas semanas al año. Pero otros trabajadores lo han convertido en una forma de vida. Roussel confirma que en su aventura por los coworkings del mundo conoció a unos cuantos. “Estos espacios tienen un ambiente internacional, hay mucha gente que viaja mientras trabaja, aunque lo cierto es que no encontramos a nadie que estuviera dando la vuelta al mundo como nosotros”, confiesa.
Roussel no emprendió esta aventura sola. Lo hizo con quien entonces era su compañero de trabajo, hoy su compañero de vida, Dimitar Inchev. Ambos trabajaban en una empresa de coworking en Berlín. Empezaron a visitar otros espacios similares por trabajo. Acabaron haciéndolo por pasión. Dejaron su puesto y se convirtieron en asesores laborales. En emprendedores. Y en autores. Juntos han escrito el libro La vuelta al mundo en 250 espacios de coworking, en el que desgranan su experiencia en coworkings rurales de Japón, en espacios de retiro, que combinan el yoga con las reuniones, o en modernísimos lofts de Nueva York. Dimitar Inchev explica su fascinación por estos espacios por la posibilidad que brindan al trabajador en remoto de socializar. “Estos espacios se han convertido en la pista de aterrizaje ideal para el viajero”, asegura.
Puede que la suya suene a aventura utópica, pero la pareja le resta romanticismo y asegura que es posible. Que es recomendable. “Trabajar mientras se viaja no es tan difícil”, explica Inchev. “Solo me he sentido limitado con el diseño gráfico, algo para lo que necesitas un monitor grande. Pero con el tiempo me he adaptado para trabajar más rápido, usando más herramientas que ahorran tiempo y se pueden usar en el navegador”. Tanto él como Roussel aseguran que lo único que se necesita para combinar viaje y trabajo es una cosa: planificación.
El caso de Google
El teletrabajo no se puede aplicar a todos los sectores. Dentro de aquellos en los que esta modalidad es una opción, el tecnológico es uno de los que mejor se puede adaptar. Y la presencia de grandes (enormes) empresas hace que los movimientos de estas sean analizados con lupa. Lo que hagan estas es una forma de intuir lo que puede hacer el resto. Twitter ha permitido que su personal trabaje de forma remota para siempre. Facebook ha anunciado que también lo va a ofrecer a quien así lo pida. Apple permitirá dos semanas al año de teletrabajo al 100% y apostará por un sistema híbrido el resto del año.
El caso de Google, que también apuesta por un término medio, es interesante de analizar por ser más fácilmente exportable a otros sectores. La empresa está implantando un modelo híbrido en el que habrá tres días presenciales y dos de teletrabajo. “Este modelo comenzará a partir de Enero, y no en todas los países ni todas las oficinas. Solo en aquellas en las que la situación de la pandemia lo permita”, matiza Anaïs Pérez Figueras, directora de comunicación de Google en España y Portugal. “Sabemos que la mayoría de los empleados quieren más flexibilidad, y por eso la mezcla del trabajo desde casa y desde la oficina es lo ideal”, añade.
La mayoría de los empleados quieren más flexibilidad, y por eso la mezcla del trabajo desde casa y desde la oficina es lo ideal
Anaïs Pérez Figueras, directora de comunicación de Google en España y Portugal
La empresa también dará la posibilidad a sus empleados de desempeñar su trabajo desde otro país. De deslocalizar el talento. Esto supone enfrentarse a nuevos retos y situaciones. Google tiene su sede en Mountain View, una de las mayores ciudades dentro de Silicon Valley. El coste de vida allí es desproporcionadamente alto, y los sueldos van a juego. Por eso, la empresa decidió que aquellos trabajadores que optaran por vivir en otro país (o en otro estado, en el caso de EE UU) sufrieran un reajuste salarial teniendo en cuenta el nivel de vida de su nueva base laboral.
Para ello han desarrollado una herramienta, llamada Work Location Tool, que ajusta los salarios de forma automática. “La herramienta le ofrece un estimado de lo que sería su paquete total: salario, junto con bonus, acciones que dependen de distintas variables como coste de vida en el lugar, suelos que se cobran en el país para el mismo tipo de posición y trabajo, impuestos etcétera”, señala Pérez Figueras.
Work Location Tool, explican desde la compañía, es una herramienta interna. De momento no hay planes de abrirla a otras empresas. Pero el sistema de ajuste salarial sí parece estar calando entre distintas empresas. Facebook ha anunciado que hará lo mismo con sus trabajadores y otras muchas empresas están siguiendo ese camino. Estos ajustes pueden quitar alicientes a la deslocalización, pero no acabar con ella. Muchos trabajadores en remoto no buscan un aumento de sueldo efectivo, sino de calidad de vida.
“Viajar casi se ha convertido en sinónimo de libertad”, señala Carol Viaenne.” El viaje significa que estás aprendiendo algo nuevo, que te estás moviendo. Estás huyendo de la rutina y ganando autonomía”. Las nuevas generaciones parecen comulgar con esta idea. Durante dos años han tenido los viajes prácticamente vetados, pero han salido a la nueva normalidad conscientes de que estos no tienen que orillarse, necesariamente, a 24 días al año. Un oasis de libertad en un desierto de rutina. El viaje, en esta nueva realidad, se puede integrar en el trabajo. Una posibilidad que Viaenne resume con una pregunta. “Si tu trabajo significa estar frente a una pantalla todo el día, ¿por qué no hacerlo en un lugar donde una sesión de surf o una caminata impresionante están a cinco minutos de distancia?”
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