Algunas ventajas de Catalina la Grande (COSMO, Movistar+): en cuatro capítulos recorre la vida y la obra de la mujer más poderosa del mundo en el siglo XVIII. No se necesitan más. La producción de Sky y HBO no escatima en medios: palacios, batallas, paisajes, y vestuario, todo lo necesario para narrar una historia apasionante con el esplendor propio de quien fuera emperatriz de Rusia durante 34 años.
Cuenta con un guionista, Nigel Williams (Elizabeth I), y un director, Philip Martin, que había dirigido varios capítulos de la justificadamente encumbrada The Crown, y una apabullante Helen Mirren, como no podía ser de otra manera en quien ya había protagonizado Elizabeth I y The Queen. Y si hubiera que señalar algún defecto, lo que en verdad tampoco es demasiado necesario por subjetivo, sería el de añorar una fotografía más suave, menos colorista, como la inolvidable luz que consiguió John Alcott en la también inolvidable Barry Lyndon, de Kubrick: son las ventajas de dos perfeccionistas.
Una vida tan intensa en el ojo del huracán de una Rusia que aspiraba a ser una gran potencia europea, y que lo consiguió bajo el reinado absolutista de Catalina, no podía estar exenta de maniobras palaciegas, revueltas campesinas, mezquindades y codicias desbocadas, con el añadido de una corte promiscua y libertina: Catalina tenía a bien regalar un palacio a sus amantes cuando dejaban de serlo. Otros reyes donan 65 millones de euros a su Corinna. Debe de ser una tradición real. Naturalmente, una serie de calidad no puede desdeñar las historias personales pese a la magnitud de lo narrado, y aquí Nigel Williams demuestra su oficio al unir el expansionismo ruso con el apasionado romance de Catalina y Grigory Potemkin, pieza clave de su reinado.
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