Que La Gioconda nos hipnotiza es una realidad que podemos saborear como un todo (si logramos contemplarla sin ser arrastrados por las masas) o que podemos conectar con un entorno histórico de crueldad, terror y la explotación que convivía con la esplendorosa belleza del Renacimiento italiano. ¿Quién era esa señora? ¿Qué hay detrás de su sonrisa? ¿Qué retrató Leonardo? Si rascamos, nos encontraremos que era esposa de un traficante de esclavos favorecido por las nuevas rutas comerciales en puertos africanos y que su retratista, el grandísimo Leonardo da Vinci, trabajó para la guerra, y no solo para el arte.
Es uno de los episodios que conecta Catherine Fletcher, historiadora de Manchester, en un apasionante libro que recorre los contrastes, las contradicciones y las realidades detrás del esplendor renacentista en La belleza y el terror. Una historia alternativa del Renacimiento italiano (Taurus). Simpática, curiosa, medularmente inglesa en humor, en rigor investigador y en esa capacidad didáctica que solo podemos envidiar, Fletcher va cosiendo los desastres, guerras, violaciones, rebeliones, rupturas y traiciones que recorrieron el siglo XVI en una península tan genial como virulenta.
— ¿Por qué una historia alternativa? ¿La necesitábamos?
— He intentado unir esos asuntos que se suelen contar separadamente. Si vas a una galería de arte encuentras la historia contada solo en términos de la maravilla de la creación y de la Italia de ese tiempo como un gran centro de creatividad, lo que es cierto. Pero había otras historias paralelas que no siempre encajan con ese relato: la reforma, contrarreforma, los cambios religiosos, un montón de guerras y enormes conflictos que impactan terriblemente en las vidas de la población. También crecían los imperios europeos, el primer contacto con América, los proyectos coloniales, la esclavitud transatlántica. Son cosas que están sucediendo a la vez, pero que rara vez se integran en una misma narrativa. Y es lo que he intentado.
Imposible es separar, asegura por videoconferencia, ese terror y esa belleza que ha agrupado en su título, porque “el arte ejercía de antídoto para disfrutar, para rezar y sentir placer mientras el mundo estaba atravesado por atrocidades terribles”. Ambos palos coexistían y ahí estaban Leonardo da Vinci, por ejemplo, diseñando máquinas de guerra o Miguel Ángel proyectando fortificaciones mientras eran capaces del arte más glorioso. “Hay que ver los dos lados de esta época”.
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Su libro plantea un retrato de Leonardo que deja aún múltiples recovecos. Hijo ilegítimo de un notario y una adolescente huérfana, nacido en territorio florentino en 1452, logró entrar de aprendiz a los 14 años en un taller de prestigio y hacerse grande a pesar de las acusaciones de sodomía (que según Fletcher alcanzaban a la mitad de los hombres de la época) y de los vaivenes en los poderes militares. “Es un personaje fascinante, debe haber sido una persona bastante difícil. Era muy malo terminando cosas como La Gioconda, por ejemplo, en la que trabajó durante 20 años”. A la vez, asegura, vendía bien sus talentos, sabía lo que las princesas querían oír, estaba al tanto de las prioridades de su tiempo, que eran la preservación del poder, la política y los juegos territoriales. De ahí su carta de presentación de 10 puntos en la que destaca como sus principales valores sus habilidades en el terreno de la guerra, lo útil que puede ser para Milán y, solo al final, el añadido de que en tiempos de paz también vale para pintor y arquitecto.
El arte ejercía de antídoto para disfrutar, para rezar y sentir placer mientras el mundo estaba atravesado por atrocidades terribles
¿Y qué se esconde tras la sonrisa de la Mona Lisa? Hace pocos años, cuenta Fletcher, se descubrió un registro de bautismo en el que su marido, Francesco del Giocondo, había apuntado a esclavos que había traído de África. “Sabemos que tenía conexiones comerciales con Madeira, las Canarias y estaba muy vinculado al auge del comercio a través de Lisboa, Sevilla y nuevos puertos del norte y oeste de África”, cuenta. “Su dinero vino de ese auge imperial”.
El libro profundiza además en otro de los grandes éxitos del Renacimiento, la rocambolesca historia del Papa de los Borgia, una dinastía marcada por los hijos ilegítimos, el incesto, los escándalos amorosos y los crímenes. Un culebrón del siglo XVI tantas veces llevado al cine o las series, cree ella, con una exageración inmerecida. Porque cuando se le pregunta cuál fue la mayor fake new del Renacimiento, el mayor mito, no lo duda. “Fueron los Borgia. Tuvieron muy mala prensa, terrible. El mito popular habla de envenenamientos, asesinatos, incestos, etcétera, y creo que les hace flaco favor, porque mucho de lo que hizo el papa Alejandro VI fue muy similar a lo que hicieron otros papas del Renacimiento: tener hijos ilegítimos y favorecerles. En absoluto fue el único papa con hijos ilegítimos. Es Papa en un momento muy difícil en el que estallan varias guerras, debe gobernar y afrontar la controversia que se plantea entonces sobre cómo se reparte el Nuevo Mundo entre Portugal y España. Tiene un papado mucho más complejo que lo que dice el mito popular. Y Lucrecia Borgia también es un personaje muy, muy interesante. Podemos leer sobre sus escándalos sexuales, sus maridos, los asesinatos, eso no era raro en la política de entonces. Pero Lucrecia tiene un lado emprendedor y grandes proyectos y ese es un aspecto de su vida que no se suele contar en las series de televisión. Es un ejemplo de lo mal que se traslada la historia”.
—¿Y por qué esa mala prensa? ¿Por ser españoles?
— En parte porque eran españoles, pero hay más razones. Había un sentimiento antiespañol en Italia, especialmente cuando España tiene una gran parte del territorio, mucha influencia y se genera un resentimiento contra los Borgia. Al mismo tiempo hay una propaganda protestante que apunta a la Iglesia católica como terrible y corrupta. Y además hay elementos antisemitas contra los Borgia, a los que se atribuyen ancestros judíos y, en un clima en el que tanto los católicos como los protestantes están compitiendo en dureza contra la herejía, los judíos y los conversos, se extiende que tienen origen judío, lo que no era cierto en absoluto.
Una violencia horrible
Su libro también descubre las violaciones en manada habituales, el abuso de los dueños y señores de mujeres de escala inferior, incluso las esposas de sus sirvientes, y un uso común de esa práctica como arma de guerra en un capítulo no suficientemente historiado. “Por un lado, hay mujeres poderosas que dirigen sus casas y propiedades porque los hombres están en la guerra o muertos. Hay mujeres con mucha cultura y mucha vida, pero luego está lo demás”. Y lo demás es, por ejemplo, un caso como el de La Zafetta, violada por 31 hombres, una historia de la que hay registro gracias a un poema. En Venecia en ese tiempo convivían cortesanas de gran glamour con una industria del sexo y prostitutas más comunes para atender a los marineros que llegaban a puerto. “Las fuentes no son fáciles, pero hay un poema sobre el uso de las violaciones en manada rituales para castigar a cortesanas que han transgredido u ofendido a algún hombre y una de ellas era La Zafetta, posible modelo de la Venus de Urbino de Tiziano. “No hay que indagar mucho en el gran arte del Renacimiento italiano para saber que hubo historias brutales sobre cómo mujeres de categorías muy vulnerables y estigmatizadas podían ser objeto de violencia horrible”.
¿Y qué queda por saber, qué secretos no ha podido desvelar? El mayor es para ella la voz de esas mujeres en posición marginal. Otro es conseguir más datos sobre los esclavos en casa de Gioconda. Y también le da curiosidad cómo las pistolas se abrieron paso como nueva tecnología común en la sociedad, cómo afectó eso a las familias. “Es difícil averiguarlo”.
Fletcher reconoce que Roma era entonces lo que Bruselas es hoy, con un montón de embajadores y un centro político al que acudir a cotillear y contactar incluso con países hostiles. Reconoce a la España y la Francia que describe en los países que son hoy, aunque no así Italia, entonces tan dividida en tantos estados con sus compromisos y lealtades que hasta le sorprende su capacidad para unirse a finales del siglo XIX: “Nápoles miraba en una dirección; Florencia había sido tradicional aliada de Francia, pero está rompiendo con ella; Venecia miraba hacia el Este y los otomanos en el Mediterráneo. Cada Estado iba en dirección distinta, eso también hace fascinante el lugar y se convierte en un factor importante para lograr ese arte floreciente. Porque todos están compitiendo al nivel cultural además del militar”.
Describe Fletcher un mundo tan interconectado por las rutas de la seda, el té, las mercancías que van y vienen desde todos los puntos que no podemos más que conectarlo al universo pandémico en el que los suministros se han entorpecido. “Ahora tienes que esperar tres meses unos muebles, ¡como hace cinco siglos! (ríe)”. “Y antes nos extrañaba que Michel de Montaigne tuviera que pagar certificados que confirmaran que no había estado en contacto con la plaga para viajar por el norte de Italia. ¡Ahora estamos igual!”.
De Colón, América y España habla también extensamente y tiene claro que la palabra descubrimiento “aún es útil en un contexto concreto porque describe cómo los europeos experimentaron este proceso”. “Los europeos entonces pensaron que estaban descubriendo, era su percepción. Pero yo a menudo uso encuentro o primer contacto, intercambio cultural. Sabemos por ejemplo de indígenas que también vinieron a visitar Europa, con objetos increíbles y regalos desde México que están en la colección Medici desde muy pronto”, asegura. Pero también hubo colonización, conquista y hoy, concluye, hay que “pensar bien qué estamos describiendo y desde qué punto de vista” antes de hablar.
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