CDMX: El riesgo de perderla berrinche a berrinche | Artículo

Por Témoris Grecko

A los 13 o 15 años, que la persona que te gusta te deje o te rechace es un drama. Acusándola de lo que se te viene a la cabeza, rechazas tomar la ruta que podría devolvértela, la de tratar de entender qué falló, qué siente ella y cómo mejorar las cosas. Te entregas a negaciones autodestructivas.

Sectores de las clases media y baja dieron la espalda a Morena en la elección reciente. Algunos votaron por la oposición, otros no fueron a las urnas. La primera negación es la generalización: cualquier estratega político exitoso sabe distinguir la diversidad que hay en cada clase social, porque así podrá reconocer sus ventajas y desventajas. Sin embargo, en la obnubilación, se le aplican graves calificativos a la clase media en general como si, como un monolito, hubiera votado en un solo sentido.

La segunda negación es declarar “traidora” a la clase media sin comprender las razones que explican su comportamiento electoral, como si tuviera una obligación de mantenerse fiel a la 4T pase lo que pase, le cumplan o no le cumplan, la maltraten o no la maltraten. Es revelador que se señale a personas con estudios de posgrado, como si haberlos hecho estuviera mal, como víctimas propicias de campañas de desinformación, como si estuvieran menos preparadas para distinguir la verdad de la mentira.

Asumir que han perdido a la clase media, que no la necesitan y que no les hace falta recuperarla es la tercera negación. Las clases medias chilangas votaron mayoritariamente por Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, 1997 y 2000, y por Andrés Manuel López Obrador en 2000, 2006, 2012 y 2018. En todo ese periodo, los que hoy las atacan no tenían objeciones con ellas y estaban orgullosos de su largamente sostenido compromiso con las causas progresistas, que consideraban ejemplar.

Esas clases medias contribuyeron a convertir Ciudad de México en un bastión de izquierdas que parecía inexpugnable. Al paso de los años, panistas y priistas locales asumieron que vivían en territorio enemigo y que sólo podían aspirar a refugiarse en Benito Juárez, Cuajimalpa y poco más.

Los dirigentes de oposición se mostraron tan sorprendidos como el oficialismo al ganar nueve de las 16 alcaldías, así como importantes municipios del Estado de México.

 

No estaba en los planes de nadie que la 4T, de manera sorprendente, lograra alienar a parte de los habitantes de la capital al grado de perder la mayoría.

Se han escuchado pocas voces, como la de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de CDMX, y Citlalli Hernández, secretaria general de Morena, que de manera más o menos clara plantean entender el mensaje del electorado. Si hay otros que quieran ponerse a analizar las causas, pueden tomar en cuenta algunos de los agravios reales que han calado en las clases medias:

*Pleitos innecesarios y políticamente absurdos, incomprensibles, con colectivos que formaron parte de la coalición que llevó a AMLO al poder: mujeres, defensores de derechos humanos, comunidad LGTB+, ambientalistas, ciclistas, defensores de la libertad de expresión e, incluso, con periodistas no alineados con el poder, pero a los que el presidente mete en el mismo saco.

*La inseguridad: no hay avances que la gente pueda sentir.

*La militarización: desde Ávila Camacho, ningún gobierno le había cedido tantas parcelas de poder territorial, económico y administrativo al Ejército. El movimiento contra la militarización fue una fuerza importante que actuó contra Calderón y Peña Nieto, con el que AMLO se comprometió a hacer regresar a los soldados a los cuarteles y ahora lo acusa de traidor.

*El divorcio con las comunidades artística y cultural, de ciencia y tecnología. Esto es más difícil de entender cuando, mientras se estrangula económicamente a estos sectores, la mayor parte del presupuesto de cultura se dirige a construir más espacios culturales en la zona de mayor concentración de espacios culturales de América Latina, el Bosque de Chapultepec, al tiempo en que las zonas a las que el neoliberalismo privó de acceso a la cultura siguen abandonadas, como el oriente, el sur y el norte de la ciudad.

*La rudeza de la austeridad y la torpeza de la lucha anticorrupción, que tienen una expresión demoledora y muy mediática en que, a dos años y medio de haber tomado el gobierno, los padres de los niños con cáncer sigan denunciando la falta de medicamentos y, en general, que el abasto de insumos médicos en el país siga incompleto.

*La postulación de candidatos impresentables, como Félix Salgado Macedonio y Mauricio Toledo.

 


¿Qué puede pasar en la última parte del sexenio?
Si las negaciones y el hostigamiento persisten, la 4T y los habitantes de Ciudad de México corremos el riesgo de terminar de hundir la isla de progreso que hemos gozado durante 24 años, de acentuar la fragmentación y confrontación de sus comunidades y de dejarla para el largo plazo a merced del oportunismo de las derechas.

La 4T retuvo su control del Congreso local literalmente de panzazo, salvada por una afortunada distribución territorial de sus triunfos distritales. Pero el voto total lo perdió por 160 mil sufragios, con 1 millón 830 mil de la oposición contra 1 millón 670 mil de la coalición oficialista en la elección de diputados locales. Movimiento Ciudadano tuvo 127 mil: sumándolos, la diferencia negativa para la 4T es de casi 300 mil votos.

Además, PRI y PAN acaban de aprender una importante lección: que pueden ganar Ciudad de México.

Este impactante resultado hace factible que el siguiente jefe de Gobierno sea el priísta Adrián Rubalcava o el panista Jorge Romero, dos pillos conocidos. Es una perspectiva realista. También que podrían ganar el control del Congreso de la Ciudad e iniciar una reversión de las conquistas de un periodo de progreso que, si lo dejamos cerrarse, quién sabe si lo podremos recuperar. ¿Llegamos al fin de la Ciudad de la Esperanza?

Las negaciones de la 4T y su decisión suicida de culpar y castigar a las clases medias pueden abrir el espacio para un nuevo partido de la izquierda progresista del Valle de México, que vote con la izquierda nacional lo que sea de beneficio para el país, pero que sepa oponerse cuando se afecta a la población de la ciudad y defenderla, y que represente con mayor fidelidad sus demandas y aspiraciones (sí, aspiraciones). Pero la creación de partidos capaces de influir toma muchos años y no se lograría para 2024. Los esfuerzos anteriores han sido infructuosos y esto provocaría un grave conflicto como el que Morena tuvo con el PRD mientras succionaba sus bases sociales y organizaciones corporativas.

La alternativa deseable es que la 4T se dé a la reflexión, al examen de las causas, al reconocimiento de errores y abusos, a revertir su retórica de condena de la disidencia y la diferencia y a la reconstrucción de puentes con los sectores que la apoyaban y de los que se ha divorciado. Que relance la amplia coalición de clases bajas y medias que le dio tanto éxito a la izquierda en estos años. Que busque la reconciliación.

Porque si no, puede seguir haciendo berrinche, gritando: “¡egoísta!”, “¡aspiracionista!” y “¡titulada!” en el patio de la escuela y hacer que sus cuates lo repitan hasta que se haga realidad.

Y seguir debilitando su fuerza nacional y perder definitivamente Ciudad de México, la joya de la que, hasta hace unos días, estaba más orgullosa.


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