Para el escritor Fabrizio Mejía el índice de bienestar propuesto por AMLO podría medir no sólo la pobreza, sino medir la desigualdad en México.
La CFE no es un actor más en el sector eléctrico, es una empresa generadora de un servicio elemental para las familias y para el desarrollo del país, por lo que debe recuperar su sentido social, pero bien administrado, afirmó Ana Lilia Pérez durante su participación la Mesa de Análisis de Aristegui en vivo.
Para la periodista, la problemática en el sector eléctrico no es nueva, no es en blanco y negro, y tampoco se trata de un rechazo a las energías limpias.
En la presente polémica, explicó, se está enarbolando la bandera de energías limpias, como si se redujera a eso la problemática, pero debe analizarse en el contexto.
“Claro que se debe apostar por la energía limpia, pero con prácticas también limpias”, expresó.
Por muchos años, dijo, el sector eléctrico en México ha estado operando con gran permisividad, a costa de la empresa del estado, todo derivado de una política de quienes antes estuvieron al frente del sector.
“En México, se fue favoreciendo un mercado paralelo a favor de compañías privadas, la mayoría trasnacionales, de origen europeo principalmente, en las cuales terminaron por laborar algunos funcionarios que beneficiaron a estas empresas”, recordó.
Ese mercado paralelo se fue dando de manera encubierta; los privados le fueron quitando clientes a la Comisión Federal de Electricidad, a costa de su productividad; es decir, a costa de la empresa pública.
“Desde los Gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo se comenzaron a entregar permisos para empresas de electricidad, de autoabasto y producción independiente, a ingenios azucareros, fábricas de papel, subsidiarias de Pemex”, dijo.
En el gobierno de Vicente Fox, se favoreció a trasnacionales particularmente, y lo que se hizo fue simular una crisis en el sector, con lo que se justificó la entrada de privados al sector, mediante diversas modalidades de contrato.
Comenzaron a otorgar permisos especiales, supuestamente de autogeneración, agregó.
Pero estas empresas empezaron a abastecer de energía a los que antes eran clientes de la CFE.
Hubo simulación, se fue encubriendo que se estaba gestando ese mercado paralelo que, poco a poco, le fue restando mercado a la comisión
Para tiempos de Felipe Calderón, explicó, avanza esa modalidad, mediante gran cantidad de permisos especiales había ya corporativos extranjeros y nacionales, con más del 49 por ciento de energía eólica. Y, en ese contexto, se da la extinción de Luz y Fuerza.
Se dijo que no se privatizaría el sector eléctrico, que la CFE daría servicio a 6 millones de clientes, pero ya muchos los tenían los privados.
“La extinción encubrió parte de este negocio, lo que se hizo durante muchos años fue someter a la CFE a comprar la producción de los privados, naturalmente encareciendo el subsidio y el costo para los consumidores finales”.
A estas alturas, señaló, las empresas privadas operaban más de la mitad de la generación de energía.
“Cuando la administración actual llega, había heredado ya graves problemas en el sector energético; también en Pemex, con el robo de combustible, la baja producción”.
El tipo de desencuentros observados hoy entre los actores involucrados tiene que ver más con una directriz en la que se busca dar orden al sector, señaló.
“Se hicieron muchos negocios al amparo de la empresa pública, por eso este choque entre todas estas partes”, expresó. “No podemos omitir que la CFE fue sujeta a grandes saqueos”.
La periodista recordó como un claro ejemplo el caso de Néstor Moreno, 10 años al frente de la paraestatal, y la manera en que adjudicaba compras a las compañías internacionales mediante sobornos.
El caso se litigó en Estados Unidos, pero era uno de muchos casos, de los cuales se le reportó a la presidencia en tiempos de Fox, Calderón y Peña Nieto.
También las contralorías hicieron una serie de auditorías, que quedó archivada; se informó al congreso cómo operaba el comercio eléctrico paralelo.
“De manera que hoy tenemos el problema de las energías renovables, también en las cuales México tiene un rezago”, dijo. “Claro que debe desarrollar una energía limpia, pero tampoco es conveniente que se deje al sector tan desordenado como ahora se tiene, bajo el escudo de producir energía limpia varias compañías han tenido un desempeño desaseado”.
Para empezar lo que las compañías pagan en el país a expropietarios de las tierras donde instalan sus campo eólicos.
Pérez destacó que la CFE debe recuperar su sentido social, pero bien administrado.
“Tan sencillo como que las instalaciones de la CFE, todo el sistema eléctrico, son considerados bienes de la nación, instalaciones de seguridad nacional”, dijo.
Ese es el valor que tiene la compañía.
“Y cuando se habla de productividad en la CFE, que es algo urgente, hablamos de una empresa que debe generar un bien público”.
Del PIB al indicador de bienestar
Más allá de los datos proporcionados por el PIB y otros marcadores económicos, el presidente Andrés Manuel López Obrador propuso medir también el índice de bienestar en México.
Durante la Mesa de Análisis de este viernes, el escritor Fabrizio Mejía Madrid señaló que el índice de bienestar tendría como objetivo no solamente medir la pobreza, sino medir la desigualdad, que es muy distinto.
Cuando se mide la pobreza, se hace sobre la base de un ingreso mínimo, para determinar los niveles. Pero no se mide la riqueza.
“No sabemos con exactitud de los 15 mexicanos que detentan cada uno más de mil millones de dólares, no sabemos en qué se ha invertido físicamente esa riqueza, y hay que medirla igual que se mide la pobreza”, expresó.
Efectivamente, debe medirse con instrumentos que no sean, como decían los memes, muy intrusivos, que el INEGI llegue a tu casa y quiera ver cuántos baños tienes, dijo en alusión a la reciente propuesta del líder de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar.
“La felicidad, por supuesto que muchos te dirían que no es medible, pero la propia Organización de las Naciones Unidas tiene un índice de felicidad mundial, con seis indicadores, y se hace con base en los resultados de una red por todo el mundo, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sustentable”, señaló.
Esa iniciativa pertenece a Naciones Unidas, y tiene seis indicadores para medir el nivel de felicidad.
“Que tiene que ver, por supuesto, con el ingreso, pero también con la confianza de los consumidores, con la confianza que se respira, con la esperanza de vida, con el apoyo social y con la generosidad que tienen sus vecinos, compañeros de trabajo, eso también se puede medir”, explicó
Y, en el caso del apoyo social, precisamente medir no solamente la pobreza, sino el acceso que la población en pobreza tiene a los derechos sociales, y eso es fundamental, porque si tiene acceso a éstos, la desigualdad está en camino de convertirse no solamente en un número, sino en un caso de calidad de vida y de servicios públicos.
“Así como después de la Segunda Guerra Mundial se inventó el PIB, después de esta pandemia habremos de inventar otras maneras de medir nuestra felicidad”, concluyó.