Chema Madoz reúne sus fotografías más inquietantes

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Una de las imágenes de la exposición de Chema Madoz en el Círculo de Bellas Artes.
Una de las imágenes de la exposición de Chema Madoz en el Círculo de Bellas Artes.CHEMA MADOZ / VEGAP

Vistas en su conjunto, numerosas de las 73 imágenes de la nueva exposición del artista Chema Madoz, en el Círculo de Bellas Artes, transmiten un cierto mal rollo, a veces dan un poco de repelús. Dicho de forma menos prosaica, son fotografías en las que, en algunos casos, se ve “esa capacidad del ser humano para infligir dolor en otros, incluso a veces con disfrute, con regodeo”, según su autor. La muestra, titulada Crueldad, hasta el 21 de noviembre, se abre con una imagen que simboliza las palabras de Madoz (Madrid, 63 años), la de una chincheta que se clava en la pupila de un ojo. A partir de ahí, una navaja cuyo mango es un pececillo al que amenaza con cortar, un cuchillo envuelto en una venda, un cuchillo-regla, una cuchilla de afeitar como marcapáginas, una jaula construida con alambre de espinos…

El Chema Madoz más inquietante

El artista y los comisarios, Juan Barja y Patxi Lanceros, empezaron a trabajar hace años con unas 1.200 imágenes de toda la obra de Madoz en un proyecto que la pandemia retrasó. Al recorrer ahora la exposición, ¿cree su autor que hay una evolución en su obra? “Mi lenguaje se mueve siempre en el mismo ámbito, aunque con el tiempo se ha ampliado el círculo de acción, nuevas maneras de hacer y de acercarse a los objetos, un proceso más complejo, pero los códigos son siempre concretos: pocos elementos, luz natural…”, ha dicho en la presentación, este jueves. También ha señalado que en esta ocasión no hay muchas imágenes inéditas, “unas seis”, porque no era ese el objetivo, sino aunar, de sus más tres décadas de trayectoria, aquellas instantáneas en las que aparece, aunque no sea siempre en la primera impresión, esa sensación de algo inhóspito que pueda inquietar al espectador, lejos de la habitual sonrisa amable que suelen provocar sus piezas. Entre sus nuevas creaciones, Madoz destacó la de una calavera a la que se le levanta su rostro, como si fuera una máscara, lo que da un aspecto más siniestro.

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Como es habitual cada vez enseña su obra, Madoz, premio Nacional de Fotografía en 2000, prescinde de cartelas, títulos… para no condicionar al espectador, ni siquiera una referencia temporal a cuándo se construyó la pieza. Esta vez, cada foto —las hay de diferentes formatos— va acompañada de un código QR que, al descargarlo, muestra citas de escritores, de Homero o Dante a Borges y Kafka; de la Biblia a una letra de Bruce Springsteen o reflexiones de los comisarios, “aunque tampoco se pretende explicar nada de la imagen”, precisó Barja. La exposición se complementa con un catálogo que suma imágenes, hasta 104, e incluye un texto de Barja y Lanceros y una amplísima biografía del artista por Oliva María Rubio. En ella se explica que Madoz hizo su serie inicial de imágenes en 1978 (”por primera vez observé cómo surgía una imagen del líquido, una imagen de la nada”). A principios de los ochenta se matriculó en un curso de fotografía y en 1984 expuso por primera vez en un bar del centro de Madrid. Poco a poco se abrió paso y expuso en galerías, también fuera de España. En 1988, precisamente el Círculo es el escenario de su primera muestra de importancia.

Chema Madoz, delante de una de sus obras en la exposición ´Crueldad´, en el Círculo de Bellas Artes en Madrid.
Chema Madoz, delante de una de sus obras en la exposición ´Crueldad´, en el Círculo de Bellas Artes en Madrid.Andrea Comas

Rubio recoge también cómo Madoz, en 1990, tras una crisis creativa, decidió iniciarse en el camino por el que hoy es conocido, el de objetos sencillos que reproducen imágenes mentales, piezas catalogadas con la manida etiqueta de “poesías visuales”. En 1992 puede dejar su trabajo en un banco para dedicarse plenamente a la fotografía. La consagración como referente del arte de la imagen en España llega en 1999, con una gran retrospectiva en el Museo Reina Sofía, la primera que este centro dedicó a un fotógrafo español vivo, con 150 imágenes. Un “punto de inflexión” en su carrera, como señaló entonces, refrendado por el Nacional de Fotografía al año siguiente. Se publican sucesivas monografías de su obra y se multiplican las exposiciones, dentro y fuera de España, entre las que destaca la de la Fundación Telefónica en 2006, y la de la Sala Alcalá 31, también en Madrid, en 2015. En 2019 se le concede la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Toda una carrera de la que se ha intentado extractar su aspecto más siniestro, con ejemplos como la corona de espinas que rodea una oreja, una soga compuesta de perlas, la cabeza de un muñeco que emerge del agua, la palabra “Tú” con una navaja por tilde o el caramelo envuelto en un papel con forma de ojo… Como apuntó Lanceros, una pizca de “maldad que siempre estuvo en esas imágenes, aunque no surgiera en su primera lectura”.

Una de las imágenes inéditas de la exposición.
Una de las imágenes inéditas de la exposición.Chema Madoz

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