“Después de su triunfo electoral, Tsai Ing-wen tendrá que hacer varios viajes de agradecimiento. El primero a Zhongnanhai (la residencia de los líderes del Gobierno chino), después a la oficina de Carrie Lam, la jefa del Gobierno autónomo de Hong Kong, y después a la policía de Hong Kong”. El chiste que circula por las redes sociales taiwanesas desde este fin de semana deja claro hasta qué punto las protestas de Hong Kong y el rechazo a Pekín han desempeñado un papel clave en la reelección de la chinoescéptica presidenta taiwanesa con un número récord de votos a favor. Un resultado que ha supuesto una auténtica bofetada para China.
Esa bofetada ha dolido, y mucho. El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, antiguo responsable de la Oficina de Asuntos Taiwaneses en su Gobierno, ha insistido desde Zimbabue, en una gira por África, en que, pese a los resultados electorales, China no cambiará de actitud hacia la isla, que considera parte inalienable de su territorio y que no renuncia a anexionar por la fuerza. “Este consenso no cambiará ni un ápice por unas elecciones locales en Taiwán, y no se verá alterado por los actos y palabras erróneos de ciertos políticos occidentales”, ha subrayado, en una aparente alusión al secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, que el fin de semana felicitó a Tsai y criticó la “presión sin descanso” de Pekín.
Pekín no oculta su animosidad hacia Tsai, descrita habitualmente en los medios chinos como partidaria de la independencia de Taiwán. Aunque muchos en su partido, el Demócrata Progresista, sí simpatizan con esa idea, la presidenta ha mantenido una ambigüedad calculada y apoya mantener la situación actual, una independencia de facto sin declararla formalmente para evitar una reacción violenta de China.
Tsai planteó las elecciones durante su campaña como una suerte de referéndum sobre la necesidad de mantener los valores democráticos en la isla frente a una China autoritaria. A lo largo de 2019, y después de que el presidente chino, Xi Jinping, reiterara en su discurso de Año Nuevo la amenaza del uso de la fuerza para lograr la unificación, su Gobierno había aumentado la presión. Había arrebatado aliados diplomáticos a Taiwán –ya solo le quedan 15–, había limitado el turismo a la isla y había enviado buques de guerra para maniobras militares en el estrecho que les separa. El Gobierno taiwanés también había atribuido a China una intensa campaña de desinformación y noticias falsas.
El mensaje de Tsai caló, especialmente entre los jóvenes, que han seguido con enorme interés las protestas en Hong Kong. La presidenta taiwanesa logró 8,1 millones de votos, un 57,1%, en unas elecciones en las que la participación se disparó al 75, 2%, el mayor porcentaje desde 2008, en un claro respaldo a sus propuestas frente al programa de conciliación con China que propugnaba su rival, Han Kuo-yu, del conservador Kuomintang. El Partido Demócrata Progresista renovó también su cómoda mayoría absoluta en el Legislativo unicameral.
Pese a esos resultados, Pekín insiste en que no va a cambiar su posición. “La reunificación de ambos lados del estrecho de Taiwán es una inevitabilidad histórica”, ha subrayado Wang, que en una dura declaración ha asegurado que “quienes intenten escindir el país estarán condenados a apestar por la eternidad”, una expresión que en mandarín equivale a asegurar que el sujeto pasará a la historia como ejemplo de mala fama.
La reacción del ministro se suma a las críticas de este fin de semana en los medios oficiales chinos. La agencia de noticias Xinhua consideraba que la victoria había sido posible por “trucos sucios” de la presidenta y por maniobras de “oscuras fuerzas extranjeras”.
Según el analista Jude Blanchette, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) en Washington, tras la reelección de Tsai solo cabe esperar “un aumento de la presión de China”. “El Partido Comunista no acepta bien la necesidad de compromisos o de nada que señale debilidad, así que no habrá acomodos” ni cambios hacia una postura más flexible, opina.
“Aunque el partido es capaz de cambios tácticos, no se replanteará sus actitudes en asuntos que considera vitales, como Taiwán o Hong Kong. Ya lo vimos tras las elecciones legislativas de noviembre en Hong Kong. Después del triunfo de la oposición demócrata, Pekín no recalibró su postura para incorporar a funcionarios más flexibles o con una visión más amplia”, recuerda el experto. En su lugar, Xi ha nombrado al frente de la representación del Gobierno central en Hong Kong a Luo Huining, antiguo gobernador de la provincia de Qinghai, un hombre acostumbrado a la mano dura para hacer cumplir las órdenes de Pekín.
Lai I-chung, del centro de estudios taiwanés Prospect Foundation, se muestra de acuerdo con el especialista estadounidense. “Cambiar su política supondría admitir que Xi se ha equivocado. Y como sabemos, en China Xi Jinping no se equivoca nunca”, ironiza.
La líder taiwanesa dedicó el sábado sus primeras palabras de victoria a exhortar a China a comprender que el Taiwán democrático, y su gobierno democrático electo, “no cederán ante amenazas o intimidación”, y que los únicos que pueden decidir el futuro de la isla son sus 23 millones de habitantes, no el Gobierno en Pekín.
Desde su victoria, Tsai ha lanzado también varios mensajes de apoyo a los manifestantes de Hong Kong desde sus cuentas en las redes sociales. “Antes de las elecciones dije que Taiwán se uniría para defender nuestra libertad y nuestra democracia. A lo largo de los últimos seis meses, Hong Kong nos ha mostrado lo importante que es ese compromiso. Espero que la gente de Hong Kong encuentre esperanza en el mensaje que nuestras elecciones han mandado al mundo”, escribía este lunes en Twitter.
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