El ministro de Exteriores de China, Qin Gang, ha conversado este miércoles por teléfono con su homólogo estadounidense, el secretario de Estado Antony Blinken. El tono de la entrevista parece haber sido duro, al menos desde el lado chino. Qin Gang recalcó a Blinken que Washington “debería respetar” los intereses fundamentales de Pekín, como “el asunto de Taiwán”, además de “dejar de interferir en los asuntos internos de China”, y “dejar de socavar la soberanía, seguridad y el desarrollo” del país. “Desde principios de año, las relaciones chino-estadounidenses se han enfrentado a nuevas dificultades y desafíos, y la responsabilidad está clara”, ha señalado el canciller chino, en referencia a Estados Unidos, según el comunicado emitido por Pekín.
A pesar de la dureza, la conversación puede interpretarse como un acercamiento y un intento por parte de Pekín de marcar sus líneas rojas ante la esperada visita de Blinken a China, prevista para este domingo —si nada se la lleva por delante en esta ocasión— y confirmada oficialmente este miércoles. Ambos líderes deberían haberse visto cara a cara en febrero, pero el viaje del norteamericano a China se vio truncado en el último minuto por la crisis de los globos que sobrevolaron EE UU supuestamente para captar información. El rifirrafe aerostático empujó las relaciones entre Washington y Pekín a un hoyo cada vez más profundo. La charla telefónica es uno de los primeros indicios reales de que ambas partes buscan enderezar la situación.
Al otro lado del hilo telefónico, Blinken ha mencionado “la importancia de mantener abiertas las líneas de comunicación para gestionar de forma responsable la relación” entre ambos países “con el fin de evitar errores de cálculo y conflictos”, y ha dejado claro “que Estados Unidos seguirá utilizando los compromisos diplomáticos para plantear áreas de preocupación, así como áreas de posible cooperación”, según una nota de la secretaría de Estado norteamericana. “[Hemos] debatido los esfuerzos que se están realizando para mantener abiertos los canales de comunicación“, ha apostillado Blinken a través de un mensaje en redes sociales.
La conversación, a pesar del tono por parte de China, parece despejar el camino para la llegada de Blinken prevista para este fin de semana, más de cuatro meses después de que Washington decidiera suspenderlo tras abatir un supuesto globo espía chino que sobrevolaba territorio estadounidense sin permiso. De suceder, sería la primera visita de un secretario de Estado estadounidense a China en más de cinco años, y el encuentro de más alto nivel entre líderes de ambas potencias desde el cara a cara de noviembre entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y su homólogo chino, Xi Jinping, en Bali (Indonesia) durante el G-20. En esa cita, Washington y Pekín se emplazaron a evitar una nueva Guerra Fría, a colocar las relaciones en un rumbo ascendente, y pactaron dar continuidad a las conversaciones.
La visita truncada de Blinken en febrero tenía, de hecho, el objetivo de dar seguimiento a ese acercamiento de Bali. Al teléfono, el ministro de Exteriores chino ha instado a Estados Unidos “a tomar medidas concretas para poner en práctica el importante consenso alcanzado por los dos jefes de Estado en la cumbre del G-20”, añade el comunicado.
Del viaje de Blinken a Pekín previsto para este domingo no se ha explicitado de momento una agenda ni se han dado detalles de los altos cargos con los que se reunirá. La reciente publicación en medios estadounidenses de una supuesta instalación prevista por China para espiar a Estados Unidos desde Cuba —cuya veracidad han negado categóricamente Pekín y La Habana— ha hecho sobrevolar de nuevo el fantasma de una posible suspensión del viaje.
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“Veamos cómo acaba esta obra [de teatro] escenificada por EE UU”, titulaba este lunes un editorial reproducido por Diario del Pueblo, el órgano de propaganda del Partido Comunista chino. “Es obvio que algunas personas en Estados Unidos quieren estropear la posible visita de nuevo”. El texto, publicado originalmente en Global Times, el ala dura de la prensa oficialista china, no resuelve la duda sobre el viaje de Blinken y deja en el aire si este se producirá finalmente. El propio Global Times citaba el miércoles en otro artículo a expertos que consideran que la visita, de ocurrir, será “malintencionada”, ya que “existe una fuerte corriente en Washington que se opone a la mejora de las relaciones”.
La primera y la segunda potencias económicas del planeta llevan meses tratando de reconducir unos lazos muy deteriorados a cuenta de un buen número de agravios, que van de las tensiones en torno a Taiwán —la isla que China considera una parte inalienable de su territorio y a la que Estados Unidos presta apoyo militar— al bloqueo impuesto por parte de Estados Unidos al sector de los semiconductores más avanzados con el fin de evitar que China logre desarrollar armamento sofisticado. El presidente Xi ha acusado a EE UU y sus aliados de articular una estrategia de “cerco y supresión” para evitar el desarrollo de China. Y el propio Qin Gang advirtió a Washington en marzo, durante su primera comparecencia como responsable de Exteriores, de que si no pisaba “el freno […] seguramente habrá conflicto y enfrentamiento”.
Las últimas semanas han ido construyendo un contexto que permite el acercamiento. Biden aseguró en mayo durante la cumbre del G-7 en Hiroshima que veía signos de “deshielo”; poco antes, Wang Yi, actual responsable de Relaciones Exteriores del Partido Comunista, había mantenido un encuentro en territorio neutral (Viena) con Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional estadounidense. Desde entonces se han producido careos de alto nivel entre los titulares de carteras económicas de ambos países. E incluso un apretón de manos entre el secretario de Estado de Defensa, Lloyd Austin, y su homólogo chino, Li Shangfu, en el reciente foro de diálogo de Shangri-La, celebrado a principios de junio en Singapur. El alto cargo chino, que se encuentra sancionado por Estados Unidos, no aceptó mantener un encuentro. Pero tampoco le negó el saludo.
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