Mucho se habla estos días de la guerra comercial-tecnológica entre China y Estados Unidos, pero hay otra dimensión de la relación entre las dos potencias que está también llamada a moldear nuestro futuro.
American Factory, primer documental producido por los Obama, muestra el choque cultural que surge cuando un millonario chino abre una fábrica en un pueblo de Ohio. Tras la euforia inicial de los locales —años antes había cerrado una planta de General Motors, dejando en la calle a miles de personas— comienzan las dificultades.
La firme oposición a que se organice un sindicato, salarios ridículos, el desprecio por las normas medioambientales y de seguridad, por la capacidad de trabajo de los estadounidenses…; frente a ello, una clase obrera norteamericana que ha sido vapuleada por la crisis, que solo desea hacer bien su tarea y ganarse la vida dignamente, y que asiste con estupor al comportamiento de sus nuevos jefes.
La cinta, estrenada en agosto, muestra a lo largo de tres años el arduo camino de este experimento, en el que también los gestores chinos tratan de adaptarse y entender el nuevo entorno. Aunque cuesta. Un solo ejemplo: “Hay que acariciar el burro en el sentido del pelo”. Con esta “sutil” metáfora explica el presidente (chino) a los supervisores (también chinos) que los obreros americanos esperan, de vez en cuando, una palmadita en la espalda como reconocimiento a su trabajo.
American Factory habla también del fracaso de un capitalismo salvaje, de una crisis que ha arrasado con el sueño americano —“antes yo era de clase media”— y que ha dejado un rastro de frustración y de orgullo herido.
La mirada neutral que buscan ofrecer los autores choca con la del espectador occidental, que se siente tocado en algunas de sus convicciones más íntimas. Lo que trasluce es la complejidad de fusionar dos sistemas de valores tan diferentes. Del lado chino, la cultura del esfuerzo y del mérito, la que lleva a compartir un objetivo común de superación nacional, la que ensalza lo colectivo sobre lo individual (sin olvidar que detrás siempre se encuentra el todopoderoso Partido Comunista Chino); del americano, la que cree firmemente en el individuo, en una serie de derechos adquiridos, en el pensamiento propio…
¿Es una nueva fase del choque de civilizaciones que dibujara Huntington? Tal vez. Es, sin duda, un retrato de los desafíos de un mundo globalizado en el que los valores, y no solo el poder militar o la potencia económica, desempeñan un papel importante. Sobre el futuro, sin embargo, la sombra de una amenaza que se cierne sobre todos: las máquinas. American Factory deja ver que el enemigo final de los trabajadores no será el vecino, sino un robot. Pero también para gestionarlos necesitaremos un sistema de normas y valores. ¿Cuál prevalecerá?
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