Los años no pasan igual por Chris Paul que por el resto de mortales. El base de Phoenix volvió a cuajar una actuación colosal para salvar a los Suns de otra derrota ante New Orleans Pelicans. Los de Phoenix recuperaron el factor cancha con un triunfo por 114 a 111 tras la enésima exhibición de CP3.
Paul empezó algo frío pero se fue calentando rápido con el paso de los minutos. Disputó 40 minutos en los que fue capaz de sumar 28 tantos, 14 asistencias y todo ello sin cometer una sola pérdida; El director de orquesta perfecto.
Los Pelicans salieron en tromba tras la victoria del Game 2, convencidos de poder lograr la machada una vez más. La lesión de Devin Booker, que podría perderse varias semanas, supuso aún más motivos para la esperanza en el cuadro de Louisiana.
Sin embargo, al descanso la ventaja de los Suns ya era de dobles dígitos. DeAndre Ayton dominaba en la pintura y se imponía en la pelea por los rebotes, Mikal Bridges frenaba las intentonas de los Pelicans y claro, Paul dirigía.
Ayton acabaría la noche con 28 puntos y 17 rebotes, además de un diferencial de +18 en pista. Los Suns fueron mejores con su big man en cancha siempre, sin discusión. El bahameño dio un paso adelante en ataque para compensar la ausencia de puntos de Booker.
El ciclón llegó tras el descanso. Los Pelicans no se conformaban con perder de nuevo y pusieron toda la carne en el asador. Tanto Brandon Ingram como CJ McCollum empezaron a enchufar, el público se metió de lleno en el partido y a los Suns les entró el miedo.
Ingram terminó con 34 puntos y 7 rebotes, mientras que McCollum sumó otros 30 tantos junto a 7 asistencias. Ambos lideraron el intento de remontada de New Orelans, que se metió de lleno en el partido y anticipó un último cuarto espectacular.
Los Suns tiraron entonces de experiencia y picardía. Chris Paul tomó los mandos del encuentro, más si cabe, y dejó un recital de cómo se debe controlar un partido. Más de la mitad de sus puntos (19 de 28) llegaron en el cuarto periodo pero su manejo del tempo fue sencillamente brillante.
Los Pelicans se quedaron a las puertas de dar la campanada y ofrecerle una alegría a su público pero se fueron con la sensación de ser capaces de competirle la eliminatoria a unos Suns más humanos de lo que creíamos. Todos menos Paul, claro.