Cientos de personas asaltan comercios y casas de refugiados en Ankara tras la muerte de un joven a manos de un sirio


A pie, en coches, en camiones, cientos de personas asaltaron la noche del miércoles al jueves comercios y viviendas de refugiados sirios en los barrios de Öncer y Battalgazi del distrito de Altindag en la capital de Turquía, Ankara. Buscaban vengar la muerte del joven turco Emirhan Yalçin, que falleció después de recibir una cuchillada en una pelea la noche anterior entre sirios y turcos y que dejó a otro turco también hospitalizado por herida de arma blanca.

Los incidentes comenzaron tras el funeral de Yalçin, de 18 años, en el que participaron varios diputados, un viceministro y diversos dirigentes locales y provinciales. Pese a que dos sirios fueron detenidos como presuntos autores de la muerte del joven turco y un juez los envió a prisión preventiva, hasta un millar de personas se dirigieron hacia el barrio donde se había producido la pelea, un lugar de la capital donde buena parte de la población la componen refugiados sirios.

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Los manifestantes comenzaron a lanzar objetos contra las viviendas y negocios de sirios, además de apedrear y volcar vehículos. La policía, desbordada, evacuó a algunas familias sirias y bloqueó varias calles para evitar mayores daños. Los asaltantes, entonces, la emprendieron contra varias tiendas, sacaron sus productos y el mobiliario, y los quemaron en medio de la calle hasta que apareció un equipo de bomberos para apagar el fuego.

“El trabajo de nuestras fuerzas de seguridad y la sangre fría de nuestros ciudadanos han puesto fin a las manifestaciones e incidentes que se produjeron durante la pasada noche en el distrito de Altindag. Pedimos a nuestro pueblo que no hagan caso de las noticias y publicaciones [en redes sociales] provocativas”, afirmó la Delegación del Gobierno en Ankara en un comunicado publicado a primeras horas de la mañana del jueves.

El alcalde capitalino, Mansur Yavas, del partido opositor CHP (centroizquierda) ha pedido al Ejecutivo que trabaje en una solución para devolver a los refugiados a su país: “Antes de que este problema que vivimos en muchas partes de nuestro país escape de control, espero que los responsables elaboren un plan de emergencia que permita a nuestros huéspedes regresar a su país”. Cuando comenzó la guerra civil en Siria, el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan abrió las puertas a quienes escapaban del régimen de Bachar El Assad y de los combates. Según datos de la agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) 3,7 millones de sirios están registrados en Turquía aunque no como refugiados -estatus que no otorga Ankara- sino con un certificado de protección temporal que les permite residir y trabajar en ciertos sectores.

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El hecho de que siempre hayan sido definidos como “huéspedes” o “invitados temporales” por parte del Gobierno daba a entender que, en algún momento, regresarían a su país. Pero la guerra en Siria continuó imposibilitando su regreso, y el progresivo deterioro de la situación económica en Turquía ha espoleado sentimientos xenófobos, haciendo cada vez más frecuentes los ataques contra los refugiados.

Además, el líder del CHP, Kemal Kiliçdaroglu, ha añadido leña al fuego asegurando que, si alcanza el poder, llegará a algún tipo de acuerdo con Assad y devolverá a los sirios a su país (eso pese a que la inmensa mayoría de los refugiados se niega a regresar al territorio controlado por el régimen, del que escapó, así que es poco probable que acepten regresar a Siria por voluntad propia).

Fin de la hospitalidad

El consejo municipal de la localidad de Bolu, con mayoría del CHP y otro partido opositor, aprobó recientemente cobrar las facturas de agua corriente y recogida de residuos de los habitantes extranjeros a un precio diez veces superior al que pagan los locales. El objetivo es que los sirios “se marchen”, según reconoció el alcalde Tanju Özcan (CHP): “Nuestra hospitalidad ha ido demasiado lejos”. Aunque esta medida fue criticada por el liderazgo nacional del partido, da muestra de que la oposición centroizquierdista está dispuesta a cabalgar la ola de la xenofobia para restar apoyo al Gobierno de Erdogan.

Los participantes en el pogromo de Ankara, de hecho, eran en su mayoría favorables al Ejecutivo a tenor de los gritos islamistas que se les escucha proferir en los numerosos vídeos que trascendieron de los hechos y de los gestos que hacían (signo del lobo, usado por la ultraderecha), ya que el distrito de Altindag vota en más de un 60 % al AKP, la formación islamista liderada por Erdogan.

Ahora, se añade la preocupación a una eventual llegada masiva de refugiados afganos a medida que los talibanes conquistan provincias del país. Grecia y Austria han pedido a la Unión Europea que ofrezcan más dinero a Turquía para que mantenga a los refugiados, algo que ha enfadado a todo el espectro político turco. “Si quieren, les pagamos nosotros a ustedes 3.000 millones de euros y se quedan todos los refugiados”, dijo Meral Aksener, líder de un partido de la oposición derechista. Varias formaciones, tanto opositoras como aliadas del Gobierno, han pedido a Erdogan que vuelva a abrir las fronteras como en 2020 para que los refugiados accedan a territorio de la UE.

En una entrevista concedida a varias cadenas turcas en la noche del miércoles, el presidente turco afirmó que se están tomando “las medidas necesarias” ante una posible llegada de refugiados afganos, pero criticó también que algunos medios estén exagerando su alcance. En los últimos días, de hecho, se han hecho virales varias publicaciones en redes sociales como Twitter e Instagram destinadas a espolear el sentimiento contra los afganos mediante contenido antiguo, falso o sacado de contexto.


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