El diputado de Ciudadanos Guillermo Díaz (en pie) interviene en una sesión del Congreso, este miércoles.Alberto Ortega (Europa Press)
Hace un año, dos de los entonces hombres fuertes de Ciudadanos, Carlos Cuadrado y José María Espejo-Saavedra, intentaron, sin éxito, desalojar al popular Fernando López Miras de la presidencia de Murcia. Ahora, otros dos pesos pesados de la formación, Edmundo Bal y Guillermo Díaz, lideran en el Congreso el reflote de un proyecto que desde la fallida moción de censura se ha enfrentado al abandono de cargos, a la pérdida de poder y a una sangría de afiliados. Con el permiso de maternidad de la presidenta, Inés Arrimadas, los dos diputados tienen el encargo de capitanear el grupo parlamentario de un partido a la deriva.
El núcleo duro. Cuadrado y Espejo-Saavedra renunciaron a sus cargos poco después del estropicio en el Parlamento murciano. Una jornada de infarto en la que, sorpresivamente, cuatro diputados de Cs se negaron a secundar la iniciativa orquestada desde Madrid y fueron acusados de “tránsfugas” por la directiva. Aunque abandonaron sus funciones, el partido mantuvo a Cuadrado y a Espejo-Saavedra dentro del comité permanente, el máximo órgano de dirección de Ciudadanos. Pero, desde entonces, apenas han tenido ningún protagonismo. Tras el fiasco, Arrimadas reestructuró la directiva: Edmundo Bal y Daniel Pérez fueron nombrados vicesecretarios generales del partido y aumentó el número de miembros del comité permanente para dar más poder a otros dirigentes como el vicepresidente andaluz, Juan Marín, o el portavoz municipal valenciano, Fernando Giner. Desde ese momento, el timón del partido es “más coral”.
El presidente de Murcia, Fernando López Miras, junto a las diputadas expulsadas de Cs tras la moción de censura, en marzo de 2021.Vídeo: Epv
Hasta hace una semana, 12 personas estaban en esa lista. Cuadrado y Espejo-Saavedra seguían como dos de los rostros del comité en la página web de Ciudadanos. Pero, realmente, Cuadrado del organigrama hace unos meses. “Ha sido un fallo de comunicación. No se le dio mucha bola”, alega un alto cargo.
Desacreditar a Vox. Edmundo Bal y Guillermo Díaz se reparten ahora el mando del grupo parlamentario hasta que Arrimadas se incorpore tras el permiso de maternidad, a finales de mayo o principios de junio. Ambos fueron fichados durante el mandato del anterior presidente, Albert Rivera, pero ha sido en el último año cuando han ido ganando protagonismo. Bal, como portavoz en el Congreso. Y Díaz ha destacado en el atril del Cámara baja. El diputado malagueño está ahora centrado en atraer al votante del PP que ha quedado escaldado tras la abrupta salida de Pablo Casado, y en atacar el discurso “vacío” de Vox en el hemiciclo. El grupo parlamentario de Cs estudia cómo desmontar “las proclamas populistas” de Vox. Y así lo explica Díaz a EL PAÍS: “Tenemos que reivindicar la decencia, recalcar aún más que hay un partido que no espía ni pacta con filoetarras. Ni es populista, como Vox. Tenemos que recordar que estamos ahí. No todo el mundo va a acabar votando a Vox”.
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SuscríbeteDeclaraciones de Edmundo Bal, este lunes.Foto: efe | Vídeo: EPV
El acuerdo del PP con Vox en Castilla y León se alza como un nuevo impulso para su estrategia. “Quiero referirme a la diferencia de calidad entre el Gobierno [de Castilla y León] de Ciudadanos y el de Vox, con treinta y pocas medidas genéricas indeterminadas”, manifestó Edmundo Bal este lunes. Otros dirigentes de Ciudadanos coinciden en la necesidad de “poner en valor” el ideario moderado de Cs frente a las proclamas ultras del partido de Abascal. “El refugio para que no entre Vox somos nosotros, y ese votante del PP que después de lo que ha pasado no quieren votarle, no tiene que acudir al populismo de Vox. Ante la incertidumbre de qué pueda pasar se abre un espacio para nosotros, que ahora habíamos perdido”, recalca otro dirigente.
Los datos avalan que, por pocos que sean, hay parte del electorado del PP que rechaza el programa de Vox y es ahí donde Ciudadanos podría entrar para salvar los muebles de un partido en crisis desde hace meses. Según la encuesta de 40dB. para EL PAÍS publicada en febrero, el 73,8% de los votantes del PP piensa que el partido de Abascal rompe con lo políticamente correcto y a casi un tercio (el 32,8%) le preocupa que Vox entre en el Gobierno. “Para quienes creen que es necesario un cambio de Gobierno, no tienen que elegir entre este circo del PP, esta forma de actuar contra los propios compañeros y contra los ciudadanos, o Vox. Tienen que recordar que estamos nosotros”, manifiesta otro alto cargo.
Pérdida de influencia. Con todo, el último sondeo de 40dB., que recoge ya las consecuencias de la crisis del PP, sigue aupando a Vox y apenas da alas a Ciudadanos. El partido de Arrimadas experimenta un repunte insuficiente para remontar la caída: no pasaría de tres diputados en el Congreso, con poco más del 4% de los votos. En noviembre de 2019 bajó de 52 a 10. Después de la fallida moción de censura de Murcia perdió uno de esos diez diputados: Pablo Cambronero, que abandonó el partido pero se aferró al escaño. Un centenar de cargos también han despreciado las siglas de Cs en el último año.
Este problema se ha agravado con la pérdida de los casi 40 diputados autonómicos que tenía entre Madrid y Castilla y León. En total, de los 135 diputados autonómicos que tenían antes del intento de moción de censura, hoy solo mantienen en torno al 40%.
Algunas bajas obedecen a la opa hostil iniciada por el exsecretario de organización Fran Hervías. Dejó su cargo a finales de marzo de 2021 e ingresó en el PP como asesor. Desde entonces, ha intentado dinamitar Ciudadanos desde fuera. Hace algo más de una semana se hizo púbico que Hervías no trabajará más para el PP. “Ahora muchos que se fueron se quedan con las promesas incumplidas”, ironiza un miembro de la cúpula de Cs.
El músculo que le queda a Ciudadanos, de momento, es el local. Pese a las fugas, tiene unos 3.000 ediles en toda España. Desde la renuncia de Rivera no se han celebrado elecciones locales. Pero, desde marzo, también se han perdido alcaldías importantes como la de Granada, en julio. “Ciudadanos ha sobrevivido a lo peor que le podía haber pasado. La política cambia mucho. Ya hemos demostrado que nos han podido matar y no nos han matado. Hemos pasado página y vamos a otro juego”, sentencia un dirigente.
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