Claves para entender la rebelión del jefe de Wagner contra Moscú

Claves para entender la rebelión del jefe de Wagner contra Moscú

El jefe de la empresa de seguridad privada Wagner, Yevgueni Prigozhin, aliado tradicional del presidente Vladímir Putin y baluarte del Kremlin en el frente ucranio, llevó este sábado su enfrentamiento contra las fuerzas regulares de Rusia y, en particular, contra el ministro de Defensa del país, Serguéi Shoigú, a un punto crítico a través de una ofensiva de sus mercenarios lanzada desde Rostov del Don ―a 100 kilómetros de la frontera ucrania y sede del centro de mando militar del distrito sur―, con el objetivo de alcanzar Moscú. Unas horas después de atravesar la región de Lipetsk, a unos 360 kilómetros al sur de la capital rusa, el líder de Wagner anunció el cese de las operaciones tras la mediación del presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko. Estas son algunas claves que permiten entender uno de los mayores desafíos a la seguridad del territorio ruso desde la caída de la Unión Soviética:

¿Quién es Yevgueni Prigozhin?

Prigozhin se ha erigido en uno de los protagonistas de la invasión rusa de Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022. Pero no era un desconocido para la comunidad internacional. El empresario, de 61 años, nacido en San Petersburgo, desde donde hizo crecer sus negocios, ya estaba antes de esta guerra a gran escala en el punto de mira del Departamento del Tesoro estadounidense, encargado de gestionar el programa de sanciones norteamericano. Ya en 2020 se relacionaba a Wagner, sobre todo, con la explotación abusiva de recursos mineros en República Centroafricana. También se observaban con inquietud el despliegue de su granja de troles para desestabilizar y manipular la opinión pública en contextos volátiles, y la presencia de sus hombres armados en Ucrania ―inmersa desde 2014 en una contienda en la región de Donbás―, Siria, Sudán, Libia y Mozambique.

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El magnate del sector del catering, hoy concentrado bajo su dirección en el grupo Concord, ha llevado a cabo un ascenso sin parangón en tres décadas desde San Petersburgo, donde comenzó su aventura empresarial con un puesto de perritos calientes—tras pasar por prisión por robo— hasta la trinchera oriental de Ucrania, desde donde se ha rebelado como voz crítica a la estrategia del Kremlin y ha lanzado a sus mercenarios en batallas tan cruentas como la de Bajmut. Entre medias, Prigozhin creció en el mundo de la restauración vinculado a la élite rusa, con un cliente muy destacado de nombre Vladímir Putin. Su conglomerado de empresas ha ido creciendo en los últimos 10 años a la sombra del Kremlin con dos puntales esenciales: Wagner y la Agencia de Investigación de Internet, esto es, su milicia de troles en la Red.

¿Qué es el grupo Wagner?

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Junto al teniente coronel Dmitri Utkin, otro de los jefes militares fundacionales de Wagner, Prigozhin ha logrado extender en el último lustro la hidra de su grupo de mercenarios desde Oriente Próximo hasta el África subsahariana. Operaciones paramilitares guiadas con secretismo hasta que Moscú dio luz verde a la ofensiva por tierra, mar y aire contra Ucrania en febrero de 2022 y Wagner hizo pública su existencia y maniobras en el frente oriental ucranio. El grupo de mercenarios ruso viró de brazo armado oficioso de Moscú a vanguardia oficial en los campos de batallas más enfangados entre Lungask y Donetsk, las dos provincias que forman la región de Donbás que anhela Putin. Hasta el pasado año, los hombres de Prigozhin, en su mayoría exmilitares con experiencia en operaciones especiales, habían participado, pero sin altavoces, en la revuelta iniciada en 2014 para hacerse con un tercio de este Donbás.

Pero esta región industrial en la frontera entre Ucrania y Rusia no ha sido el único teatro de operaciones de Wagner en la última década. El grupo de mercenarios ha participado y crecido, entre otros, en los conflictos de Siria, en apoyo del régimen de El Asad; Libia, vinculado al general rebelde Khalifa Hafter; Malí, en auxilio de la actual cúpula militar; Sudán, con relaciones parejas con los diferentes grupos armados que formaban la junta militar, aunque mejor relacionado con las milicias de Mohamed Hamdan Dagalo, y República Centroafricana, como guardia pretoriana del presidente Faustin Archange Touaderá. Es este último país el que el grupo de seguridad privada ha convertido en una suerte de laboratorio africano de su capacidad de influencia ―y la de Moscú―, con tentáculos en los principales sectores de la industria minera.

A través de la explotación de recursos naturales ―solo en República Centroafricana se calcula que el grupo podría haber engordado sus arcas en alrededor de 1.000 millones de dólares, según una información de Politico―, ha financiado sus fuerzas. No obstante, Wagner ha protagonizado también fracasos en el continente africano, como su ofensiva para frenar los yihadistas de Al Shabab en Mozambique en 2020. No lo lograron.

Más información¿Cómo se ha fraguado la rebelión?

Con especial profusión en los últimos seis meses, Prigozhin se ha convertido en la principal voz crítica interna a la guerra planteada por Moscú en Ucrania. Al servicio, además, de una gran paradoja: él era uno de los ejecutores de la ofensiva militar, en primera línea en muchos frentes en torno a la región de Donbás. Y con oscilaciones notables: desde la queja por la falta de apoyos en algunas batallas hasta el rechazo de plano, como hizo este viernes, a la necesidad y urgencia de la operación lanzada hace ahora 16 meses ―acusó al ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, de ser su principal artífice―.

A través del perfil de Concord en la red social rusa Vkontakte, el jefe de Wagner ha lanzado en los últimos meses toda una ofensiva informativa ―en contraste con la escasa presencia pública de Putin―, a través de mensajes y vídeos protagonizados por el propio Prigozhin, de las necesidades y quejas de sus hombres, en especial, en torno a la batalla de Bajmut. En líneas generales, el empresario reconvertido en líder militar ha dirigido sus dardos en tres direcciones: críticas a la élite rusa acomodada alrededor del Kremlin, con especial animadversión hacia Shoigú y el jefe del Estado Mayor, el veterano Valeri Guerásimov, en claro contraste por su papel en la trinchera, cerca del fuego enemigo; rechazo a la estrategia militar de los mandos rusos en el terreno, y, sobre todo, acusaciones de compló en su contra por la falta de armas y municiones para sus hombres.

Esto último, la escasez de recursos para combatir contra las tropas ucranias en Bajmut, ha sido uno de los puntos de mayor fricción en las últimas semanas entre Wagner y Moscú. En varias ocasiones, Prigozhin amenazó con dejar este frente si no recibía municiones. Tras los avisos del llamado chef de Putin siempre llegaron la negociación y los refuerzos. A finales de mayo, los mercenarios emprendieron la retirada de Bajmut para ceder las posiciones a las fuerzas regulares rusas. Pero la crispación no cesó. Prigozhin ha denunciado en las últimas semanas que sus filas han sido objeto de ataques del Ejército ruso durante el repliegue y la retirada. La escalada llegó a su máxima expresión este viernes, después de que Prigozhin responsabilizara al departamento de Shoigú de bombardear sus campamentos. Aquello fue la antesala de la ofensiva de Wagner desde la región suroeste rusa de Rostov.

¿Pueden las fuerzas de Wagner desafiar el poder de Putin?

No existen cifras certeras del tamaño del grupo Wagner o del despliegue que ha hecho en Ucrania desde febrero de 2022. Entre las estimaciones de consenso, normalmente de fuentes occidentales, está que Prigozhin ha contado con en torno a 50.000 efectivos en el interior del país vecino. De estos, según ha reconocido el empresario de San Petersburgo, habrían caído en el frente alrededor de 20.000 mercenarios, muchos de ellos recién alistados. Esa es la misma cifra de bajas que, según los cálculos de Washington, han sufrido las fuerzas regulares de Moscú. Dicho esto, a lo que hay que sumar las denuncias continuas del propio Prigozhin de falta de recursos militares —armas y municiones―, cabe pensar que la magnitud del Ejército ruso, uno de los mayores del mundo (1,3 millones de soldados y más de dos millones de reservistas), no debiera verse en peligro por la asonada de Wagner.

Si bien las filas regulares rusas han sido objeto de críticas por su falta de flexibilidad y adaptación al frente ucranio, en especial la de los nuevos reclutas, el grupo de mercenarios se ha nutrido también de personal inexperto, con campañas de reclutamiento en prisiones para engordar los destacamentos. La efectividad de la ofensiva de Prigozhin estará condicionada por la resistencia que pueda encontrar su columna de vehículos y hombres de camino a Moscú, pero, sobre todo, por los mensajes de fortaleza que puedan salir desde el Kremlin y los generales.

Por el momento, Putin ha condenado la operación y ha prometido una reacción dura, mientras que entre los altos cargos militares no ha habido muestras de debilidad. El general ruso Serguéi Surovikin, que estuvo al frente de las tropas rusas durante un corto periodo de tiempo, y guarda buena relación con los hombres de Wagner, ha instado en las últimas horas a Prigozhin a detener su ofensiva.

¿Qué piensa Occidente de Wagner?

Los principales actores aliados al frente de los programas de sanciones internacionales, entre ellos Estados Unidos y la Unión Europea, han mantenido en los últimos años una fuerte presión contra el grupo de mercenarios, al que acusan de violaciones constantes de los derechos humanos. Las sanciones contra sus principales dirigentes, incluido Prigozhin, pero también sus lugartenientes en África y Oriente Próximo, han mermado las arcas de la organización paramilitar, que ha encontrado en el tráfico ilegal de madera, oro y diamantes nuevas fuentes de financiación. ONG en defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han condenado las detenciones, torturas y ejecuciones practicadas por los mercenarios. En una última muestra de la forma de actuar de Wagner, la ONU publicó un informe el pasado mes de mayo en el que culpaba a “personal militar extranjero” ―en referencia a los uniformados rusos, pero sin identificarlos― de participar en la muerte de 500 civiles en Malí junto al ejército maliense.

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