Durante el Mundial de atletismo de Doha se habló de calor, de humedad, de un estadio vacío, de condiciones artificiales en una pista con aire acondicionado, de zapatillas mágicas y de grandes marcas en todo tipo de especialidades, carreras y lanzamientos. Se habló de grandes atletas, como el sprinter norteamericano Christian Coleman o la velocista bareiní Salwa Eid Naser, que lograron algunas de las mejores marcas de la historia de los 100m y de los 400m. Ocho meses después del evento, de ambos se vuelve a hablar, aunque en tonos más cargados de dudas, menos elogiosos. La Unidad de Integridad del Atletismo (AIU) ha suspendido provisionalmente a ambos por no estar donde decían que iban a estar, dispuestos para pasar controles antidopaje por sorpresa, en tres ocasiones en 12 meses, lo que se conoce como tres faltas de paradero.
Todos los deportistas deben comunicar a las autoridades antidopaje dónde están cada día de su vida, en qué ciudad, en qué pueblo, y se comprometen a estar una hora determinada, a su elección, en una dirección determinada. Según los agentes de control, ninguno de los dos estaba donde decía que estaría.
Si se confirman los hechos, ambos serán suspendidos dos años, hasta mediados de 2022, por lo que se perderían los Juegos de Tokio, en los que deberían ser estrellas.
En 2017, Coleman, de 24 años, se presentó en el Mundial de Londres, el último de Usain Bolt, como gran figura del atletismo norteamericano (y plusmarquista mundial de los 60m en pista cubierta con 6,34s) y dispuesto a asumir la herencia galáctica del gigante jamaicano. Fue derrotado, sin embargo, en la final de los 100m por su veterano compatriota Justin Gatlin. En los Mundiales de Doha, en cambio, sí que estuvo a la altura de sus proclamas, y ganó el oro con una extraordinaria marca de 9,76s, la sexta de su historia. Solo dos atletas que hayan bajado de 9,80s –Mo Greene y Usain Bolt– no han sido suspendidos nunca por dopaje. Si fuera suspendido definitivamente, Coleman se uniría a una larga lista abierta por Ben Johnson con sus 9.79s anulados de los Juegos de Seúl, y continuada por Tim Montgomery (9,79s, también anulados por dopaje) y por Tyson Gay, Justin Gatlin, Yohan Blake, Asafa Powell y Nesta Carter, cuyas marcas siguen vigentes pese a que ellos han pasado por suspensiones.
Unas semanas antes de Doha, en septiembre de 2019, Coleman se había librado por los pelos (la letra pequeña del reglamento de la Agencia Mundial Antidopaje) de una suspensión por tres faltas de paradero. Anulado un fallido de 2018, después del procedimiento exculpatorio le quedaban vivas, dentro del plazo de un año, dos faltas, a contar desde el 16 de enero de 2019. Apenas le quedaban unas semanas para que caducara esta cuando, el 9 de diciembre, saltó la tercera. Unas horas antes de que lo anunciara la AIU, lo hizo Coleman, que siempre se ha defendido apelando a la transparencia.
La noche del martes (madrugada del miércoles en España), el atleta norteamericano publicó en un tuit la comunicación oficial de la falta, en la que el agente de control informa de que se presentó en su apartamento de Lexington (Kentucky) a las 19.15, justo al inicio de la ventana fija determinada por Coleman en su formulario. El controlador afirma que cuando apretó el timbre no se oyó nada, y que durante una hora golpeó fuerte en la puerta seis veces, una cada 10 minutos. También señala que, “por instrucciones del cliente”, no telefoneó al atleta. Pasada la hora, a las 20.15, abandonó la puerta y comunicó la falta.
Coleman responde que estaba en un centro comercial a cinco minutos de su casa haciendo compras de navidad y cenando, y que lo puede demostrar con tiques y recibos bancarios, y que volvió a su domicilio antes incluso de las 20.15 y que no había nadie, y que, de todas maneras, si le hubieran llamado por teléfono no habría tardado nada en llegar a su casa y pasar el control. Y también dice que está dispuesto a pasar un control cada día de su vida, y que siempre ha corrido limpio, y que el sistema tiene que cambiar, porque no es plan.
Desde enero la AIU estudió su caso y llegó a la conclusión de que tiene pruebas para sancionarlo, como cree que las tiene para suspender también dos años a Naser, cuya tercera falta de paradero en un año se produjo antes incluso del Mundial de Doha. Y cuando se supo, el mundo del atletismo se indignó porque no se impidiera a la atleta de Baréin, de origen nigeriano, ganar una medalla de oro con una prestación en la pista acondicionada que dejó a todos con la boca abierta. Naser, entrenada por el dominicano José Ludwig Rubio, el mismo técnico de los fabulosos hermanos Luguelín y Juande Santos, ganó el Mundial con una marca de 48,14s, la mejor en 34 años, la tercera de la historia, solo superada por dos fenomenales atletas de testosterona sintética, la alemana del Este Marita Koch, plusmarquista mundial con 47,60s desde 1985, y la checoslovaca Jarmila Kratochvilova.
Si Coleman reacción con el sentimiento de una víctima de la injusticia, la defensa de Naser, de 22 años, mediante un vídeo publicado en su Instagram, es de puras ingenuidad y simpleza. “Nunca he hecho trampas y nunca las haré”, dice. “Solo he fallado en tres controles, lo que es normal. Son cosas que pasan. Les ocurren a todos. No quiero que la gente se equivoque por ello, porque nunca haré trampas”. La atleta añade que en 2020 aún no ha pasado controles y la AIU, que justifica que se la dejara participar en el Mundial pues aún se estaban reuniendo las piezas del procedimiento, la rectifica, y la recuerda que en enero de 2020 añadió un cuarto control fallido, lo que aceleró, señalan, su suspensión provisional.