Comer, afirma Jon Kortajarena en el vídeo que encabeza este artículo, es un viaje sensorial y emocional. Pero no por ello tiene que ser un acto inconsciente e irresponsable. En el parque Enrique Tierno Galván de Madrid, el modelo y actor se reúne con la nutricionista y activista medioambiental Carlota Bruna para tratar de resolver una pregunta que sobrevuela el apetito de ambos: ¿podemos reducir nuestra huella ambiental por medio de una alimentación más sana? O lo que es lo mismo: comiendo mejor, ¿ayudamos al planeta?
A grandes rasgos, Bruna afirma que el secreto está en comer aquellos alimentos que te pudiera preparar tu abuela. Por ejemplo, las galletas de plátano que paladea Kortajarena, hechas con fruta a punto de perecer, pero todavía perfectamente comestibles y sabrosas. ¿Por qué el secreto está en nuestros mayores? Porque en general ellos usaban productos frescos, menos procesados, tiraban la mínima parte y procedían de comercios que conocían al dedillo. Un modus operandi que cuesta adoptar por falta de tiempo o pereza y, en ocasiones, por falta de dinero, a pesar de ser una opción más accesible de lo que se cree.
Alimentos más sanos
Según el estudio The global impacts of food production, publicado en 2018 en la revista Science, comer menos carne y lácteos puede reducir dos tercios la huella de carbono. La reducción de estos consumos, la garantía del origen sostenible de los alimentos y la lucha contra la sobrepesca son algunas de las gigantescas aristas de un problema global. El desperdicio alimentario es otra batalla que, quizá, se puede atajar de manera más inmediata. Mónica Chao, directora de Sostenibilidad de Ikea en España, explica que la firma sueca ya se mueve en esta dirección: “En nuestras cafeterías y restaurantes controlamos la cantidad de desperdicio que se produce y trabajamos por reducirlo”.
El cambio también está en el ámbito doméstico. Bruna recomienda una serie de gestos al alcance de la mano: despilfarrar menos comida cocinando con alimentos que vayan a perecer; usar apps de excedentes alimentarios; incluir más fruta y verdura en nuestro menú; comprar a granel; reducir el uso del plástico o escoger comercios con menos paquetería. Volver al origen, cierra Kortajarena, comiendo como las abuelas lo hacían.
Vigilantes del desperdicio alimentario
Desde 2017, el proyecto Waste Watcher de Ikea permite que la marca haga un registro del 100% del desperdicio alimentario que se produce en sus tiendas y cafeterías. De aquí a final de año, el objetivo es reducir en un 50% la cantidad de esa comida despilfarrada; hasta el momento se han salvado 238.000 raciones. A esta meta también contribuye una alianza con TooGoodToGo, una aplicación de excedentes alimentarios con la que se han sumado otros 6.000 kilos de comida ahorrada, vendida a un tercio de su valor en lotes sorpresa.
Además, y como explica Mónica Chao, directora de Sostenibilidad de Ikea en España, la firma sueca busca que en 2025 el 50% de los platos de sus restaurantes y el 80% de los productos alimenticios de sus tiendas tengan un origen vegetal. Este control se extiende en la actualidad a alimentos como el chocolate, el café o el tradicional salmón, que cuentan con certificaciones que garantizan su origen sostenible.
‘Orígenes’, el principio de la solución
“¿Podemos vivir de un modo más sostenible? “Basta de palabras huecas, hay que actuar”. Con estas declaraciones como motor, el actor y activista Jon Kortajarena reunirá en la serie Orígenes y a lo largo de 12 capítulos a otras tantas personalidades que quieren cambiar el planeta y que abordarán semanalmente los grandes temas que harán de él un lugar más sostenible: agua, bosques, energía, personas… Una serie que quiere ser una oportunidad para reflexionar, aprender y ser parte de la solución.
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