Comienza la carrera



Estados Unidos comienza mañana el proceso electoral que culminará en noviembre con la celebración de las presidenciales que determinarán quién ocupará la Casa Blanca entre 2021 y 2024. El Partido Demócrata deberá decidir, en elecciones primarias celebradas en cada Estado, el rival que se enfrentará a Donald Trump. Lo hará inmerso en un proceso de redefinición condicionado por el agresivo discurso practicado por el actual presidente que, en la práctica, ha convertido su mandato en un mitin constante.

Ninguno de los candidatos que inician la carrera en el Estado de Iowa aparece a priori con una destacada diferencia sobre los demás, pero todos presentan en sus planteamientos un perfil ideológico más marcadamente de izquierdas que la anterior aspirante demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, derrotada por Trump en 2016.
Este es, probablemente, el primer efecto de la agenda del millonario neoyorquino, que en estos cuatro años no solo ha mantenido engrasada la maquinaria electoral republicana sino que, ya como presidente, ha realizado constantes mítines, algo inusual en la política estadounidense. Los demócratas, a su vez, no han sido capaces de articular una oposición fuerte. A pesar de los destellos de algunos de sus representantes, no ha surgido una figura catalizadora capaz de aglutinar tanto al partido como al amplio espectro de votantes progresistas y de centro.
El discurso de Trump ha conseguido polarizar a la opinión pública estadounidense. Dispone de una base de apoyos que ya sabe cómo gobierna y lo apoya. La tentación de caer en el mismo juego puede ser difícil de evitar, pero los candidatos demócratas deberían eludirlo porque la clave su victoria tendrá que basarse en un amplio consenso que logre atraer —junto al votante más progresista— también a los sectores más moderados a los que la utilización que Trump hace de su cargo tiene escandalizados. Lo que a partir de mañana deciden los demócratas no solo es un candidato, sino una forma de entender la política que expulse de la Casa Blanca a uno de los máximos exponentes precisamente de la antipolítica.
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