“¿Tú querrías vivir así, sin agua ni para limpiar y con la ceniza por todas partes?”. Aníbal Camacho, vecino de Las Manchas, un barrio situado entre Los Llanos de Aridane y El Paso, en la isla canaria de La Palma, nos hace esta pregunta en el porche de su casa visiblemente desesperado. Lleva cuatro meses viviendo en casa de su suegra, y ahora que ha reabierto el vecindario, ve el regreso cada vez más lejano. No hay agua en toda la zona sur afectada por la erupción del volcán de Cumbre Vieja, y los vientos alisios de esta parte complican las labores de limpieza fuera y dentro de las casas.
Como pueden ver en el vídeo que acompaña a esta noticia, EL PAÍS ha acompañado a varios vecinos de las principales zonas afectadas en la reapertura de sus barrios. Jennifer Sánchez tuvo que cerrar su bar el 19 de septiembre, el día que comenzó la erupción, y por ahora no ha podido retomar la actividad. En el exterior del negocio son los bomberos voluntarios, venidos de Tenerife, los que se afanan en quitar una montaña enorme de ceniza del tejado para que no ceda la cubierta. La reapertura del negocio tendrá que esperar al menos cuatro semanas.
Axel Schweinberguer, alemán de 74 años, se enamoró de la isla en los años setenta. Tuvo una escuela de buceo y ahora disfrutaba de una dorada jubilación. La lava se comió su casa y ahora espera, junto a su esposa, la visita del perito para calcular la indemnización.
En torno a un millar de los más de 7.000 desalojados pueden ya regresar a sus casas, pero el retorno está siendo difícil y frustrante. Ahora mismo son los bomberos, los voluntarios de Cruz Roja y los operarios de las excavadoras los que habitan estos barrios. De momento, la vida allí no es posible.
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