Carlos Purroy jugó 28 partidos oficiales -18 de Liga y 10 de Copa- y marcó un gol en las dos temporadas que formó parte de la primera plantilla del Athletic entre 1980 y 1982.
El navarro, que llegó a disputar como central 119 partidos en Primera División tras jugar después en Osasuna y Logroñés, colgó las botas en el Sant Andreu. Y desde ese momento emprendió una carrera como escultor.
No suele ser un oficio normal para después del fútbol, aunque hay un precedente. Eduardo Chillida fue portero de la Real Sociedad en la campaña 1942 -1943 en Segunda División, pero una lesión acabó con su futuro deportivo.
Purroy sí pudo cumplir su sueño y, en una entrevista con la Agencia EFE, entiende que hay elementos comunes en ambas facetas. “La improvisación”, sin duda, como acción para superar dificultades en el césped y ahora en la forja.
El que fuera compañero de Andoni Goikoetxea, De Andrés o Sarabia en Lezama, ensalza en su obra ‘Detente’, ubicada en la sede de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en Las Rozas, a uno de sus ídolos, José Angel Iribar.
En una entrevista en ‘#JugamosEnCasa’ de EFE, a punto de cumplir 63 años, Carlos Purroy se define como “un escultor conceptual, digamos abstracto, pero con bastantes aromas de figurativo”, cuyas obras se puedan “tocar, vivir, admirar”.
Sobre cómo está llevando el confinamiento, el navarro dice que “estoy metido en mi estudio, que lo tengo cerca de mi casa, en Pamplona, y no me puedo quejar. Pienso también en otros que estarán peor”.
Habla del paso de ser futbolista a convertirse en escultor: “La escultura me vino a buscar cuando yo era joven, la escultura, el dibujo; gané algunos premios cuando era joven. Lo que pasa es que la afición por el fútbol también me vino y yo he sido siempre bastante deportista. La culpa de que yo fuera futbolista fue que tanto Iñaki Sáez como Piru Gainza me vinieron a buscar a los 17 años a Pamplona, les gusté y a los 18 o 19 me fui a Bilbao”.
La culpa de que yo fuera futbolista fue que tanto Iñaki Sáez como Piru Gainza me vinieron a buscar a los 17 años a Pamplona, les gusté y a los 18 o 19 me fui a Bilbao
“Siempre he tenido en la mente el tema del arte y la escultura. Por eso estudié arte en Bilbao y también he sido muy autodidacta; he aprendido muchas cosas de mucha gente. Siempre he tenido en mi cerebro un hueco donde me entretenía con estas cosas. Lógicamente, no podía hacer más porque de futbolista profesional no te da para más”, añade.
Purroy tiene un recuerdo para Eduardo Chillida, exportero de la Real Sociedad y un grande del mundo del arte: “Podía haber sido un gran portero, pero en el primer partido que jugó se lesionó y se tuvo que retirar, que fue una pena. Como escultor fue muy bueno. En mi caso me sonrió la suerte y pude jugar también al fútbol hasta los 31”.
El de Iruñea explica el motivo de la obra que le ha dedicado a Iribar: “Es un homenaje que yo le hice en silencio y en secreto. Desde que empecé en este mundo siempre me gustó la cultura deportiva, el aplicar al arte a ciertos sucesos o personajes. Cosa muy bonita, pero difícil. En el fútbol parece que uno juega, le pega al balón y ya está, pero no es así, hay otros sentimientos, otras cosas”.
En el fútbol parece que uno juega, le pega al balón y ya está, pero no es así, hay otros sentimientos, otras cosas
Y detalla cómo surgió esta iniciativa: “Tuve la idea, me planté allí y conseguí que la hiciéramos. La gente se pensaba que íbamos a hacer un pie, una bota, un jugador que va a meter un gol… pero yo dije que no, que nos íbamos a acordar de los porteros. Me basé en una foto de 1970 que tiene Iribar en Lezama en la que se está estirando y está sacando un balón. ¡Cómo se estiraba en aquellos años!. Me inspiré en eso y es una obra que ha tenido mucho éxito”.
Purroy observa alguna similitud entre el mundo de la escultura y el fútbol: “Ahora se me ocurre que hay que luchar mucho. En uno físicamente y en otro mentalmente. El fútbol me enseñó algo que ahora me viene muy bien, que es el saber improvisar. Uno cuando juega al fútbol tiene toda la semana para prepararse para hacerlo bien, pero cuando llega el partido de repente te ves asfixiado… son momentos en los que solo puedes improvisar; eso me viene muy bien para arreglar los posibles problemas que pueda tener”.
Me basé en una foto de 1970 que tiene Iribar en Lezama en la que se está estirando y está sacando un balón. ¡Cómo se estiraba en aquellos años!
Como escultor conceptual que va camino de la abstracción, el navarro detalla el mensaje que quiere ofrecer con sus esculturas: “Primero tengo que enviar un mensaje, por eso soy escultor. Soy un escultor conceptual, digamos abstracto, pero con bastantes aromas de figurativo. Es decir, he abierto las puertas de la estación, pero no las he abierto del todo; ahí estoy muy a gusto. Me inspiro mucho en la naturaleza, porque tiene motivos infinitos, y en las cosas curiosas que nos pasan a los humanos”.
Y hace hincapié en una de sus creaciones: “Hay una obra que hice que tuvo mucho éxito que se llama ‘Entendimiento’. Parece mentira, pero es algo que siempre me ha maravillado, que nos podamos entender cuando somos más diferentes que la pera. Mi escultura no es para provocar, es para agradar, y va dirigida siempre a los humanos, que la puedan tocar, vivir, admirar… y siempre fiel conmigo mismo”.
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