Cómo sobrevivir al verano sin apenas cocinar


Días de playa. Las fuerzas están invertidas en saltar las olas, embadurnarse de crema y rebozarse en la arena, que mira que agota. Un último esfuerzo para llegar a casa, tender la toalla y darse una ducha, mientras el estómago reclama atención y el horno nos mira con desdén. Ni de coña, pensamos. El intercambio de silencios puede estirarse todo lo que tú quieras, pero el hambre es más poderosa que Facebook. Por mucho que logres esquivar el fuego, terminarás rindiéndote a la empanadilla de atún, el bocadillo de chorizo o la lata de sardinas. Imágenes desoladoras para ambientar una película de Hollywood, pero reales como la vida misma cuando cae la noche en Benidorm. Que levante la mano quien no haya cenado en el balcón ‘a la fresca’, sobre una mesa de plástico -blanco-, con un mantel de hule -floreado- y frente a cuatro platos recalentados.

En El Comidista te queremos tal y como eres. A no ser que descongeles el pan en el microondas, seas defensor de las bebidas azucaradas o consideres que no pasa nada por echar vidrio al contenedor de plástico; en ese caso, te queremos menos. Pese a todo, venimos a ofrecerte nuestra ayuda. Con el propósito de que disfrutes en plenitud de tus vacaciones, porque ser gandul es un derecho constitucional, recopilamos algunas ideas para sobrevivir sin cocinar en verano (y sin pedir sushi de oferta a domicilio, que es lo fácil). Sugerencias para que las ‘comidas frugales’ no alcancen la categoría de catástrofe humanitaria, venidas de otras casas donde también se practica las no-cena veraniega por extenuación playera. Porque en todas partes cuecen habas, pero no en agosto.

El enorme mundo de las pequeñas conservas

“Repite conmigo: sardinas en conserva en aceite de oliva”, adoctrina la editora comidista Mònica Escudero. Hace tiempo que las latas se desvistieron de los prejuicios, porque en España tenemos una industria consolidada con productos de gran calidad. Hay conservas de verduras, para consumir alcachofas y espárragos en cualquier momento del año, y sobre todo de pescado, que constituyen una alternativa económica para incorporarlo en nuestra dieta. Caballa, bonito, trucha anchoas, mejillones…

Dado que la sardina es un símbolo del verano, nuestra editora nos ofrece distintos trucos para su nueva vida tras la lata. “Si las mezclas con tomate, pimiento, cebolla, pepino o lo que quieras, tienes una ensalada. Si las desmigas y añades un poco de ajo picado y un puñado de hojas de perejil, una salsa para pasta. Con pepinillos, puedes preparar una tostada o un bocata. Con mayonesa, su misma yema, alcaparras y tabasco, el relleno para unos huevos cocidos. Si haces unas patatas, se las pones encima con zumo y ralladura de limón. Y así hasta el infinito”, nos sugiere.

Nada más fresco que una sopa

Si hay un defensor público de la procrastinación culinaria, ese es nuestro sensei Mikel López Iturriaga. No se corta ni tres en reconocer que recurre a los gazpachos/salmorejos/ajoblancos de bote para las cenas de verano. “Como suelen ser un poco planos de sabor, muy para todos los públicos, los alegro con especias como el comino o el pimentón, con hierbas como el orégano o la albahaca, y el imprescindible chorretón de aceite de oliva virgen extra”, confiesa. Si está creativo, también practica el tuneo con ingredientes, como la caballa o el bonito de lata; el bacalao desalado desmigado; huevo cocido picado; frutos secos; aceitunas, pepinillos y otros encurtidos; cerezas, melón, sandía o melocotón; y hasta garbanzos de bote bien escurridos. “No hace falta ser guarrindongo: a lo sumo, un par de cosas y una tostada de un buen pan. Y como decía mi abuelo, a silbar a la vía”, zanja.

Turno de réplica: David Monaguillo sube al atril. Este asesor gastronómico coincide en recomendar las sopas frías, “porque te complican cero”, pero no entiende que existan personas tan vagas como Mikel. “En lugar de recurrir a los productos preparados, es tan sencillo como triturar todos los ingredientes”, nos anima. En recetas de tomate, como los gazpachos o los salmorejos, sugiere añadir tropezones: “Unos daditos de jamón o, mi gochez favorita, salchichón ibérico bien picadito y aliñado como un tartar”. Continúa con las que llevan frutos secos, como el ajoblanco, “que todo el mundo conoce a base de almendra, pero que funciona genial con pistachos, nueces o anacardos”. Y termina con las sopas frías con una importante carga de fruta: melón con yogurt griego y toque de hierbabuena, gazpacho de sandía o salmorejo de cerezas (70% tomate, 30% fruta).

Hay vida después del primer plato

En El Comidista somos partidarios del aprovechamiento de la comida hasta sus últimas consecuencias. Más de una vez, hemos ofrecido ideas para convertir los restos de un banquete en alta cocina o en bocadillos de autor, además de apostar por elaboraciones versátiles como los pistos de verduras, que te permiten llegar de la playa y comer en un periquete. El profesor de cocina Gregorio Arranz tiene una sugerencia en esta línea: las cocas saladas a partir de la comida sobrante. Si resulta que hemos preparado esgarraet o escalivada, podemos colocar las verduras asadas sobre una coca, mezclándolas antes con anchoas, olivas, alcaparras, sardinillas y demás conservas. “Es un plato sencillo, que se queda listo antes de ir a la playa, y que se puede cocinar junto a los niños de casa”, comenta. También cabe la posibilidad de que durante el fin de semana guisaras para un regimiento militar y ahora quieras ver recompensado tu magnánimo esfuerzo. Pues no sufras: platos como el arroz o los fideos a la cazuela se saltean al día siguiente y están igual (o más) ricos.

Lo que no salven unos huevos

Si el huevo jugase al escondite, gritaría eso de “por mí y por todos mis compañeros”. Es un ingrediente que consigue alegrar la vida del resto, qué duda cabe. Para sus cenas de verano, Mònica Escudero suele recurrir a la tortilla francesa, “o a la tortilla de cualquier verdura salteada, con un poco de queso y sobrasada, o queso solamente, con anchoas picadas o gambitas; tortillas rellenas, con mozzarella y un par de cucharadas de tomate frito; servidas dentro de un bocata, al plato con un tomate aliñado y de todas las formas posibles”. No será por falta de ideas para ir saliendo del paso. Todos sabemos que el hermano pobre de la tortilla es el revuelto, pero nos complace abrazarlo en noches de necesidad, y más si viene con jamón, gulas, champiñón, patatas… Los huevos revueltos con alguna salsa picante son, de por sí, un plato apetitoso. Y el huevo a la plancha sirve para coronar un plato de legumbres, un arroz, un puré de patatas o lo que se tercie.

Que no te den bajona las ensaladas

Entre los grandes misterios de la física actual se encuentran los superconductores de alta temperatura, las fuentes de rayos gamma y esa pereza que siente el ser humano a la hora de preparar una ensalada. Consiste en juntar cuatro cosas en el mismo plato, así que hay tantas recetas como noches tiene el verano, ¿pero en serio toca sacar la tabla y cortar las verduras? “No descubro América con esto, pero durante las vacaciones, me parece muy útil tener los ingredientes ya preparados: lechuga u otras hojas verdes lavadas y escurridas -yo las guardo en el propio escurridor y nunca se marchitan-, tomates, zanahoria, pepino, cebolla morada (también puede ser encurtida)…”, enumera Julia Laich. La clave para conservar los vegetales ya troceados es minimizar su contacto con el aire, para lo que vienen muy bien las bolsas de plástico y el papel film. “Incluso se podría guardar el aliño ya preparado en la nevera y así no tiramos de salsas”, añade.

Las lentejas también son para el verano

Están los valientes, los que ignoran los 40 grados a la sombra, y se llevan a la boca la cuchara con el potaje, sin temor a la digestión. Si tú eres más pusilánime, tranquilo, porque aquí te hacemos hueco. El consumo de legumbres -alubias, garbanzos, lentejas- es beneficioso en cualquier época del año, incluido el verano. Por suerte, constituyen un topping fantástico para las cremas frías y una base apropiada para cualquier ensalada, que no tienen por qué ser de pasta.

¿Qué tal apostar por las lentejas con pepino? En el recetario de Víctor García hay propuestas socorridas para ese día de playa en el que llegas a casa, abres el frigorífico y se desata el drama. “Si solamente dispones del tarro de garbanzos del fondo del armario, imaginación al poder. Los escurres, les pones una lata de caballa, el medio aguacate que te sobró del desayuno y el último melocotón que quedaba en el cajón. Te vienes arriba, te crees Dabiz Muñoz y aliñas ‘a la peruana’, con cilantro, lima y un poco de cebolla morada. Y ya tienes un plato Michelin”, asegura.

Señoras que ‘dipean’ y beben Oporto

“Soy muy de asar toda la verdura que tenga en la nevera por impulso y comerla durante días”, es la carta de presentación de Lakshmi Aguirre. Las conductas compulsivas son un requisito indispensable para formar parte de El Comidista, sobre todo si además se normalizan en el entorno familiar. “En verano, es un ritual Aguirre preparar una salsa de yogur y un buen guacamole, disponer todas las verduras que queden sobre la mesa con algunas hojas verdes y que cada uno se vaya preparando unos tacos con lo que quiera. Un bufé vegetal de andar por casa”, revela.

Este saludable banquete no termina con los principales, sino que puede hacerse extensible a los postres, aunque ha habido ocasiones en las que ha sido la cena única tras un día de piscina. “Preparo un clásico francés muy de señora: melon au Porto. Bolitas de melón con un chorrito (o dos) de vino de Oporto por encima. Refresca y calienta a partes iguales, que es precisamente lo que debe hacer cualquier plato estival que se precie”, añade, enmascarando el pimple.

¿Y qué pasa con MI PIZZA?

El verano ya nos exige demasiados sacrificios, desde soportar a los familiares con los que compartimos apartamento, hasta respetar al vecino que usa tanga como bañador. Está muy bien romper con la rutina del gimnasio, pero no tanto -no, nunca- con la pizza del domingo. El cocinero Luis Asensio es partidario de encender el horno, teniendo en cuenta las franjas valle de la luz, para alegrar a la familia con una versión pizzera a toda pastilla. “Tardas más en precalentar el horno (a 250 grados) que en preparar la receta”, asegura.

Emplea como base unas piadinas, con un par de cucharadas de tomate frito en conserva distribuidas por la masa. “Añadimos por encima el queso y el fiambre al gusto, metemos cuatro minutos en el horno a 220 grados y, una vez cocinadas, les añadimos un chorrito de aceite y un poquito de orégano”, remata. ¿Suena bien? Pues sabe mejor. Sobre todo si te entregas a su variedad estrella, que no es precisamente ligera: queso emmental y mozzarella, chistorra, fuet, cebolla tierna, jamón serrano y olivada. Suerte.

Quesos que no se derriten (o sí)

Ahora que estamos llegando al final, completamente postrados al hedonismo, ¿vamos a negarnos el placer de sentarnos a la mesa frente a una tabla de quesos? Si eres amante de este producto, seguro que guardas distintas variedades en casa, y con ellas puedes salvar una noche tontorrona. Aunque sea verano, es importante dejarlos fuera de la nevera un rato antes para que se vayan atemperando.

Si quieres preparar unas tostas, el maestro quesero Andrés García tiene varias sugerencias. “El queso Cebreiro, sobre un pan de hogaza bien tostadito, queda fenomenal con escabeches y boquerones. Los azules son espectaculares para combinarlos con higos y brevas, especialmente ahora que es temporada. Y los frescos, se pueden pasar por la plancha, colocar sobre una rebanada de baguete y untar con un poco de mermelada de tomate”, aconseja. ¿Que quieres un pequeño picoteo a base de este alimento glorioso? Apuesta por los clásicos nachos con queso fundido, “pero mejor si empleas alguno suizo u holandés” en lugar del falso cheddar naranjoso que usan en la mayoría de restaurantes.

Termina con fruta, también el día

Más allá de los prejuicios en torno a la fruta -qué paciencia-, también podemos hacer valer sus virtudes a la hora de cenar. De hecho, el helado nocturno junto a la orilla de la playa se vuelve más saludable si lo elaboras de forma casera y a partir de fruta natural. Es tiempo de melón que, triturado con miel y limón, y mezclado con nata montada, nos proporciona unos interesantes helados. El aguacate y el plátano congelados también son una base perfecta para esta preparación, y con sandía, también podemos preparar polos de lima, chile y sal.

Si estás buscando algo más exótico, Ana Lanfranco, al frente de la pastelería Dulce de Leche, sugiere comprar helado de açaí y cortar fruta de temporada por encima. “Es momento de cerezas y de fresas. Con ellas también elaboro una tarta veraniega, que tiene una base ligera de mantequilla y una cobertura de nata montada, además de la propia fruta”, explica. ¿Quién dijo que la repostería era un pecado de invierno?




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