FLORIDA – Con la imagen de un Pablo Ibar positivo que esconde su agonía, la familia del hispanoestadounidense condenado por un triple asesinato de 1994 pidió el martes al jurado por su vida en la recta final del juicio que se celebra en Fort Lauderdale.
Su tía Gloria Bravo, su esposa Tanya Quiñones, sus cuatro cuñadas y su suegra, entre otros familiares, pintaron a Ibar como una persona buena, un apoyo para todos y un consejero para los menores.
“Él es gran parte de mi vida, de mi corazón, de mi hermana. Estaremos muy devastados” si muere, dijo su tía al jurado que después de haberle declarado culpable en enero pasado, debe escoger entre la pena de muerte y la cadena perpetua.
Con voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas, Tanya dijo al jurado que la “razón” por la que sigue unida a Pablo es porque confía en su esposo, al que conoció en 1993, antes de que fuera arrestado.
“Creo en ese hombre, creo realmente que es una buena persona”, expresó Tanya, quien dijo que ha sido juzgada por ese apoyo.
El juez Dennis Bailey le ofreció a Ibar la posibilidad de testificar antes de que el jurado comience a deliberar la sentencia, algo que él declinó.
Antes de testificar, la esposa de Ibar dijo a Efe que buscaban explicarle al jurado “lo importante que es Pablo para nosotros, describir a una persona que no conocen” y de la cual ya tienen una idea tras hallarlo culpable en enero pasado del asesinato de Casimir Sucharski, Marie Rogers y Sharon Anderson.
El empresario propietario de un conocido club nocturno del sureste de Florida y las dos modelos murieron el 26 de junio de 1994 en la casa de él en Miramar, donde dos hombres con las caras tapadas entraron a robar y acabaron disparándoles a la cabeza.
“Si le dan la pena de muerte no va a resolver nada; cadena perpetua en Florida es vida en prisión, él nunca va a salir, (la pena capital ) va a crear más víctimas”, se lamentó.
Por su parte, Bravo narró al jurado su vida y la de su hermana Cristina, madre de Pablo, como inmigrantes cubanas llegadas en la década de los sesenta a EEUU y también la muerte de ella en 1998 por un “agresivo cáncer de seno”.
Subrayó que Cristina estaba “devastada” por el encarcelamiento de Pablo, que en 2000 fue condenado a la pena de muerte y permaneció desde entonces en el pabellón de la muerte hasta la anulación del juicio en 2016.
“Pablo amaba a su madre, a su hermano menor”, contó Bravo, quien dijo que él también estuvo “devastado” por su muerte, a sus 26 años.
Contó que su sobrino es una persona “positiva” que aconseja a otros presos y que esconde su agonía para no preocupar a su familia y a los niños.
Los testimonios de los familiares de Ibar, de 47 años, fueron interrumpidos brevemente en la jornada del martes por la Fiscalía, que intentó limitarlos.
Sin la presencia de los jurados, Joe Nascimento, uno de los abogados de Ibar, dijo al juez Dennis Bailey, que preside el juicio, que estos testimonios eran importantes para preservar la vida de su cliente.
Una vez finalizados los testimonios de la familia y los de otros testigos y presentados los argumentos finales de ambas partes, el jurado se retirará para decidir la suerte de Ibar basándose en los factores atenuantes expresados por la familia de Ibar y los agravantes de la Fiscalía, que busca la pena de muerte.
“Él aún tiene vida, algo que dar a la sociedad, les pido que le permitan hacer el bien”, exclamó al jurado Donatella Panunzio, de 17 años, otra de las familiares.
Melissa Brown, por su parte, resaltó el amor que Pablo tiene por su hermana Tanya y el que ella le profesa.
Relató que ha sido criticada por llevar a su hijos, de 7 y 12 años, a una prisión de alta seguridad para visitar a Pablo, pero que lo hace además para enseñarles.
“Ellos son testimonio de empatía, sin empatía este mundo es nada”, aseguró.
Por otro lado dijo que ha sido “dura” la situación de Pablo, pero que la familia siempre ha estado unida.
“No se supone que diga esto, pero nosotros también somos víctimas”, le dijo al jurado.
Otra de las cuñadas de Pablo, María Mercedes Quiñones, quien ha acudido todos los días al juicio, dijo que los hijos “conocen”, le “creen” y aman a Pablo.
“No me imagino mis sobrinos sin su padre”, dijo Quiñones llorando ante el jurado.