EL PAÍS

Condenado a más de 26 años de cárcel el obispo Rolando Álvarez, símbolo de la resistencia frente a Ortega


Rolando Álvarez, en Managua (Nicaragua), el 20 de mayo de 2022.Jorge Torres (EFE)

Un día después de que se negara a dejar Nicaragua entre los 222 presos políticos liberados por el régimen de Daniel Ortega y enviados a Washington, el obispo Rolando Álvarez ha recibido una dura condena por parte de las autoridades judiciales del país centroamericano. La justicia nicaragüense, controlada por Ortega, le ha impuesto más de 26 años de cárcel por una serie de delitos que incluyen “traición a la patria”, “menoscabo de la integridad nacional” y por “propagar noticias falsas”. El régimen se ha ensañado contra el religioso, a quien ha despojado de todos sus derechos políticos y retirado la nacionalidad nicaragüense.

La sentencia fue leída la tarde del viernes en los juzgados de Managua por el magistrado Octavio Rothschuh, presidente de la Sala Uno del Tribunal de Apelaciones. Según el fallo, el Gobierno acusa a Álvarez de una serie de delitos enmarcados en las leyes que la Asamblea Nacional aprobó en 2021 de cara a crear un marco para acusar y condenar a quienes han plantado cara al régimen de Ortega. Estos incluyen desde el terrorismo hasta la traición y pasan por desobediencia contra las autoridades.

Álvarez es la voz más crítica dentro de la Iglesia Católica de Nicaragua y ha mostrado beligerancia en sus posturas contra los desmanes de Ortega, que lo ha declarado su principal enemigo y lo ha puesto en el centro de la persecución contra religiosos. Álvarez había sufrido el acoso y la persecución de la Policía y huestes de Ortega y resistió con valentía los ataques dirigidos en su contra desde el Gobierno. El cura había denunciado persecución y acoso, además de amenazas, pero resistió desde su parroquia, en el norte del país, hasta su detención el verano pasado. La Policía afirmó en esa ocasión que Álvarez, “prevaliéndose de su condición de líder religioso, utilizando medios de comunicación y redes sociales” intentaba organizar grupos violentos, “incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población… con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales”. Las autoridades establecieron casa por cárcel para el obispo.

El jueves Daniel Ortega cargó contra Álvarez, a quien acusó de “soberbia” por negarse a dejar Nicaragua junto a los 222 presos políticos liberados por el régimen y que fueron trasladados a Washington en un avión fletado por el Gobierno de Estados Unidos. De acuerdo con fuentes de la Iglesia, la Policía sacó al obispo del inmueble donde cumplía arresto domiciliario y fue trasladado al penal de La Modelo, en las afueras de Managua. “Que sean libres, yo pago la condena de ellos”, dijo el obispo Álvarez, de acuerdo a las fuentes católicas, en referencia a los presos políticos que dejaron Nicaragua.

El mandatario nicaragüense dirigió sus críticas al obispo durante su comparecencia en cadena. Ortega dijo con burla que el religioso, con su negativa de dejar el país, ha mostrado “comportamiento de soberbia de quien se considera el jefe de la Iglesia de Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana”. El mandatario ha dicho que a Álvarez “se le ha tratado de una manera increíble, como a ningún prisionero de este país. Estuve siete años presos y nunca conocí en la historia de un preso al que se le tratara de esa manera, como a este señor”, dijo el mandatario. Ortega confirmó que el obispo fue trasladado a la cárcel La Modelo, en una decisión represiva “por no acatar lo que manda la ley”.

La condena de Álvarez ha sido seguida de cerca durante la jornada entre los presos políticos que aterrizaron el jueves en Washington. En los pasillos del hotel Westin, donde han sido hospedados la mayoría, era uno de los temas de conversación. “Ortega está desesperado”, dice el analista Óscar René Vargas, encarcelado durante cinco meses en El Chipote. “Sabe que hay un proceso de implosión crítico y quiere erradicar cualquier liderazgo”. La persecución contra Álvarez, añade, es un intento de Ortega por demostrar fuerza a su base política dentro de Nicaragua. “Quiere dar la sensación de que él no cede, que se mantiene fuerte. De que el barco no se está hundiendo”, mantiene Vargas. “Ortega quiere matar todo tipo de liderazgo”, agrega por su parte otro preso político, que pide no decir su nombre por temor a represalias a su familia en Nicaragua. “Álvarez es un líder nato y por eso es peligroso, porque no se calla, es valiente. Ortega lo quiere es imponer una iglesia oficial”, agrega esta fuente.

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