“Todo será confiscado. Bienvenido al Brexit, señor”. El vídeo donde un agente de aduanas holandés requisa un bocadillo de jamón y queso a un camionero recién llegado del Reino Unido en ferry ha circulado como la pólvora esta semana. El hombre, perplejo, pregunta si, al menos, puede quedarse con el pan, y finalmente se marcha con una negativa y el estómago vacío. Es una de las escenas del divorcio, pero su impacto va más allá de un puñado de anécdotas. A veces golpea donde más duele: en el bolsillo.
“Si antes un viaje de España al Reino Unido y volver duraba nueve días, ahora puede durar hasta 13″, explica Rafael Fuentes, director general del Grupo Fuentes, una de las compañías españolas que más camiones lleva al Reino Unido, casi 200 cada día los siete días de la semana, el 90% cargados de frutas, verduras y otros productos de alimentación y el resto de ropa y otras mercancías. La firma murciana culpa de los retrasos a una burocracia incompatible con el ritmo desenfrenado de los envíos: “Antes nos pedían un camión urgente para el Reino Unido y como tenemos músculo, lo cargábamos aunque fueran las diez de la noche y se iba para arriba. Ahora ya no. Hay que pedirlo el día antes y preparar la documentación”, lamenta.
Como escribió Benjamin Franklin en sus Consejos a un joven comerciante, el tiempo es dinero. Fuentes calcula que un camión cuesta al día una media de 450 euros, con lo que dos días de contratiempos pueden suponerle 900 euros por camión, lo que multiplicado por miles de camiones al mes suma una buena cantidad. “Si se consolida la pérdida de tiempo tendremos que renegociar con los clientes para trasladar costes, porque los viajes al Reino Unido están en pérdidas”.
Murcia, la huerta de Europa, es sede de muchas de estas empresas, que ahorran tiempo al estar más cerca del lugar donde se producen los envíos. Allí tiene su sede también Transportes Juan Gómez. Cuando su contable, Jesús López, escucha al teléfono la pregunta ¿qué ha cambiado con el Brexit? es contundente. “Hemos notado un cambio del 100%. Todo lo que era un tránsito sencillo como a cualquier país de la UE, ahora se ha vuelto más complejo que a un tercer país como Suiza”. Su flota es más modesta. Envían al Reino Unido unos cinco o seis camiones cargados de frutas y verduras de Murcia o Valencia, y tratan de volver de las Islas con muebles para rentabilizar el viaje. “Hemos empezado a trabajar sin tener claro la documentación que necesitamos”, reconoce. “El miércoles tratamos de hacer el trámite para la aduana de salida, pero cerraba a las seis, por lo que el camión tuvo que esperar hasta la mañana siguiente, cuando la envió una gestoría, lo que supone otro gasto”, señala.
La elevada oferta de camiones hace que por ahora no se planteen elevar los precios. “Lo que espero que suceda es que muchos transportistas no quieran ir al Reino Unido, la oferta sea menor que la demanda y se pueda incrementar el precio al cliente. Incluso preferimos salir de vacío del Reino Unido que cargados por los problemas que tenemos”, comenta. López cree que las aduanas no están dimensionadas en España para asumir los intercambios con un socio comercial tan importante como el Reino Unido.
Desde la Confederación Española de Transportes de Mercancías piden a las autoridades que actúen.“Esperamos que se adopten medidas para corregir esta situación, ya que de no ser así habrá muchos transportistas que desistan de continuar prestando servicios en el Reino Unido, o el aumento de costes se verá repercutido en los precios de los servicios”.
Las empresas coinciden en que las autoridades británicas están siendo menos estrictas. “Cuando el Gobierno inglés comience a tomarse más en serio comprobaciones de documentación es probable que se ralentice el paso entre ocho y 12 horas, ahora mismo están siendo permisivos, no están revisando todo lo que debieran, pero eso algún día se acabará”, opina Fuentes. Tal vez porque no es lo mismo cerrar las puertas a un socio que a 27, y las imágenes de un eventual desabastecimiento serían letales para Downing Street, que ha vendido el Brexit como la recuperación de una soberanía cedida a Bruselas durante décadas.
“Me has pillado entrando a eurotúnel, pasando la aduana con la documentación, ¿te puedo llamar en otro momento?”. El camionero granadino Javier Laredo, autónomo, realiza cada año unos 25 viajes al Reino Unido. Cuando le suena el teléfono devora kilómetros en el primer trayecto del año. La conversación se retoma a 200 kilómetros de París, cuando está de vuelta tras haber descargado pimientos de El Ejido en un almacén londinense.
Laredo explica que tuvo que desplazarse al puerto de Almería para cumplir el trámite aduanero. Tardaron unos 45 minutos en darle la documentación, pero luego, el paso del eurotúnel fue ágil gracias al código QR que llevaba. A la vuelta, pese a viajar vacío, agentes franceses detuvieron su vehículo y lo revisaron, algo inusual. El retraso hizo que tuviera que recoger la nueva carga que le esperaba en Francia un día después. “No me ha supuesto un destrozo porque la mercancía debe llegar el lunes y voy con margen, pero si hubiera sido entre semana…”. El camionero andaluz sufrió en carne propia el caos de final de año, cuando Francia cerró la frontera para detener la propagación de la nueva cepa de coronavirus detectada en territorio británico. Comparado con aquellos cuatro días varado, el Brexit solo le ha supuesto molestias menores, aunque al no cargar en el Reino Unido no ha tenido que pasar la aduana británica, y cree que es pronto para sacar conclusiones.
“Llegamos a comprar un 60% británico, ahora es menos del 1%”
Tras el acuerdo sellado in extremis por Londres y Bruselas, las peores predicciones de un colapso fronterizo no se han cumplido. El departamento de Aduanas e Impuestos Especiales español apunta que “de momento no se están produciendo incidencias significativas”, aunque la oficina comercial de España en Londres ha notado un aumento de las consultas sobre reglas de origen, etiquetado, IVA o desplazamiento de trabajadores. La presidenta de CEOE Internacional, Marta Blanco, considera que el nuevo escenario “ha creado confusión en muchas empresas”. Los exportadores de bienes están ahora sometidos a nuevos procedimientos que en ocasiones suponen sobrecostes. “Si antes muchas empresas entregaban las mercancías en su almacén, ahora tienen que hacerlo en el puerto de destino o en el almacén del cliente final. Este cambio ha llevado a que muchas tengan que hacerse cargo del transporte, de las tramitaciones aduaneras e incluso del transporte entre el puerto de destino y el almacén del cliente final”, añade Blanco.
Para industrias como la cárnica, lo peor no ha llegado. No se les exige certificado sanitario hasta el 1 de abril, cuando empezarán los controles documentales en remoto, y hasta el 1 de julio pueden entrar por cualquier punto del país. A partir de esa fecha, tendrán que cruzar por un punto de control fronterizo, donde habrá controles de identidad y registros, según explica la patronal del sector Anice, que ya está recibiendo consultas sobre los trámites.
La Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas ha advertido de que los nuevos trámites, la logística y el control fronterizo están complicando las exportaciones al Reino Unido, y ve primordial brindar asesoría a las empresas para que los trámites no las lleven a desistir de exportar al Reino Unido. “Si las empresas no se han preparado lo van a pasar mal”, advierten desde la Asociación Española de Profesionales de Comercio Exterior.
Cristina Mangas, gerente de la quesería extremeña Tierra de Barros, no se plantea dejar de hacer envíos por ahora, pero sí cambiar los hábitos. Cada envío le supone con el Brexit 50 euros extra, por lo que en vez de mandarlos cada semana, agrupará los pedidos y lo hará cada dos. Su producto estrella, la torta de barros, un queso de oveja de pasta blanda, seguirá viajando. “El coste no es lo peor, antes sacabas la mercancía con el documento comercial y era como vender a la tienda del pueblo, y ahora necesitas otra documentación. La información se ha ido dando a cuentagotas”, se queja. También seguirá comerciando más allá del Canal de la Mancha Juan Andrés Sánchez, de 45 años, responsable de Conquista Extremeña, que entre otros productos vende vinos y aceites en el Reino Unido. Sánchez cree que el mayor peligro del Brexit es que la UE deja de ser un socio preferente, y exportadores de África, especialmente de Marruecos, con productos más baratos, tendrán más fácil competir con los comunitarios.
En sentido inverso trabaja, Elena Marcos, dueña de la tienda de decoración Ébano, en León. Durante años, ha importado porcelana inglesa, cosmética natural o bolsas plastificadas. Anticipando la llegada del Brexit y el engorro burocrático, decidió apostar por proveedores de Francia. “Llegamos a comprar un 60% británico, ahora es menos del 1%. No quería jugármela a que la aduana me retuviera un pedido un mes. La gran perjudicada es Inglaterra, los fabricantes con los que hemos hablado están quemados porque han perdido en toda Europa”, cuenta.
En tierras británicas, algunas quejas también comienzan a hacerse audibles más allá del sándwich de jamón y queso que terminó en la papelera. Una de las más amargas ha sido la de los exportadores de salmón y marisco escocés, que han visto cómo muchos de sus compradores rechazaban su producto al no llegar fresco por los retrasos administrativos. “No enviamos rollos de papel higiénico ni aparatos electrónicos, exportamos productos del mar perecederos de la más alta calidad que tienen una ventana limitada para llegar al mercado en óptimas condiciones. En poco tiempo podrían destruir un mercado de siglos”, criticaron en un comunicado. Probablemente el Brexit ha decepcionado a los profetas del apocalipsis, pero como mínimo está generando algunos dolores de cabeza.
Source link