Las memorias del pintor valenciano Juan Genovés, autor de El abrazo, cuadro símbolo de la Transición, y fallecido en 2020 a los 90 años, contienen una acusación de pederastia contra un cura de su infancia y han conmocionado al mundo artístico valenciano. Porque no se trata de un sacerdote cualquiera, sino de Alfons Roig, un apasionado del arte que fue una institución cultural en la Valencia de la posguerra.
Como profesor de la Escuela de Bellas Artes de la ciudad desde los años cuarenta y conocedor del arte europeo de su época, Roig abrió la enseñanza a la modernidad, introdujo las vanguardias durante el franquismo y fue decisivo para la formación de muchos artistas. También mantuvo amistad con miembros de la Generación del 27, a quienes ayudó personalmente en algunos casos, como María Zambrano, Juan Gil-Albert, José Bergamín, Vicente Aleixandre y Emilio Prados, así como con la viuda de Miguel Hernández. Donó su valiosa pinacoteca, con obras de Picasso, Julio González y Kandinski, a la diputación provincial, que además creó unos premios con su nombre en 1983. Roig nació en 1903 y murió en 1987. También lleva su nombre el auditorio de la facultad de Bellas Artes de Valencia.
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Genovés, sin embargo, asegura en su biografía autorizada, publicada el pasado junio, que el sacerdote tenía una cara oculta. El libro, Juan Genovés. Ciudadano y pintor (Turner), de Mariano Navarro, Armando Montesinos y Alicia Murría, y basado en entrevistas con el autor, menciona el episodio en dos páginas. El artista relata su llegada a la escuela San Carlos de Bellas Artes en 1946, con 16 años, y que se encuentra allí con Alfons Roig, al que ya conocía porque era el cura de su barrio: “Cuando me vio en San Carlos puso cara de horror. ‘Ahora contará este lo que sabe’, debió de pensar; y lo que yo sabía era lo que sabíamos todos en el barrio, que abusaba de todos los niños que podía a cambio de la comida que proporcionaba a sus padres. No, nunca conté nada, pero no le tenía ninguna simpatía, pero pruebas de lo que sabía sí las tenía. Ahora, cualquiera contaba algo negativo de un cura en aquella época…”.
El pintor asegura que “un cura de barrio en aquella época de la dictadura tenía más poder que un gobernador civil”. Tras su ordenación, Roig fue párroco en el municipio valenciano de Pinet y luego en la iglesia de San Juan de la Ribera, en Valencia, en el barrio donde vivió Genovés sus primeros años.
Genovés también relata que, además, Roig pasaba a veces por su colegio, el Hispano Americano: “De vez en cuando, en plena clase, se presentaba en el colegio. Le solía decir al maestro: ‘Bueno, don Santiago, déjeme a estos diablillos para ponerlos un poco más cerca del Señor, que a lo mejor lo tienen olvidado’. Don Santiago salía de clase disparado sin decir una palabra, y empezaba entonces un larguísimo rosario, con sus avemarías y demás dicharachos, y comenzaba también su sesión de magreos y toqueteos a nosotros. Tanto es así, se lo estaba pasando tan bien, que con sus entusiasmos se olvidaba del rezo”.
Estas líneas habían pasado inadvertidas hasta que el martes, día 14, se hizo eco de ellas el diario Levante. Ante el revuelo, Mariano Navarro, crítico de arte y uno de los autores del libro, aclara en primer lugar que se trata del testimonio fiel de Genovés: “Está grabado en una cinta y con su voz, y hemos editado el libro tal cual lo leyó”. “No quiero restarle importancia a lo que dijo, pero él no le dio tanta importancia, lo contó como una anécdota más sobre el ambiente de la educación de aquellos años y de una posguerra terrible”, explica.
La entrevista en la que habló de este asunto se grabó entre enero y abril de 2016, en un momento en que aún no habían comenzado a surgir numerosos casos de pederastia en la Iglesia española. En 2018 comenzó una investigación de EL PAÍS y desde entonces se registran ya 357 casos con casi 900 víctimas, según la contabilidad que lleva este periódico ante la ausencia de cifras oficiales y la negativa de la Iglesia y de las autoridades a indagar en los casos. El último que se ha descubierto afecta a otro cura muy conocido, Cesáreo Gabaráin, el modernizador de la música de las misas en los años setenta.
“Comprendo que levante ampollas”, reflexiona Navarro, “pero es lo que él vio. Fue testigo en clase de un cura sobón, de tocamientos”. Y puntualiza que Genovés no contó estos hechos con la idea de que salieran a la luz tras su muerte: “Para nada. Lo dijo en vida, y el libro se iba a publicar en vida, pero por desgracia se murió antes”. La redacción de la obra se terminó en diciembre de 2018, pero luego llegó la pandemia y se retrasó su publicación. “No me gustaría que se utilizara esta cuestión para atacar a Juan Genovés, con todo lo que ha significado para este país, por un recuerdo de infancia. Siento un malestar profundo por si alguien piensa que quería levantar una acusación contra Roig o desacreditar su figura, como si esa fuera su intención, cuando son unos párrafos en un libro sobre toda su obra”.
El sacerdote Roig fue profesor en la Escuela de Bellas Artes y apoyó a reconocidos artistas cuando estaban empezando, como Eusebio Sempere, Hernández Mompó, Andreu Alfaro y Manuel Valdés. También José María Yturralde, premio Nacional de Artes Plásticas 2020, fue uno de ellos. Vivió en la casa de Roig en Valencia, cuando se trasladó a estudiar desde Navarra en los años cincuenta, y viajó con él por varios países europeos. “Lo conocí bien”, declara ahora a EL PAÍS Yturralde, de 79 años. “Era una persona extraordinaria, culta, sensible, con formación internacional, que nos ayudó a muchos en aquella época. Me ha sorprendido y dolido [el testimonio de Genovés]. Yo no digo que no fuera así, pero yo no viví nada de eso. Yo también era amigo de Genovés y él no tenía por qué mentir, pero tal vez los hechos hoy se interpretan de otra manera después de tantos años. No sé. Entonces se sabía que era homosexual, nosotros éramos abiertos, pero la sociedad no. Lo de abusar de menores es otra cosa. Espero que todo esto no dilapide todo lo que él hizo, que fue mucho”.
También Artur Heras, de 76 años, fue alumno y amigo de Roig. El artista y exgestor de la mítica sala de arte Parpalló de la Diputación de Valencia se muestra muy crítico con “los juicios paralelos, con las acusaciones sin caras, basadas en suposiciones, sin datos concretos, muy propias de estos tiempos, y hechas en este caso por alguien que, además, no fue víctima”. Heras se pregunta por qué Genovés prestó una obra para la exposición de homenaje Alfons Roig i els seus amics, que le dedicó en 1988 precisamente la sala Parpalló al cura. “Entonces no dijo nada y participó. Es contradictorio, ¿no?”, incide Heras, que recuerda a Roig como una persona “marginada” que vivía de manera humilde.
Jordi Teixidor, premio Nacional de Artes Plásticas 2014, apunta que entre los alumnos se conocía la homosexualidad de Roig. “Pero de esa parte que cuenta Genovés no tuvimos conocimiento, ni siquiera rumores”, apunta. “La labor de Roig fue muy importante porque era el único que sabía de pintura contemporánea. Era el cura de la modernidad”, añade. Teixidor consideraría injusto que solo se conociera a Roig por esta acusación y no por todo su legado, si bien comprende que la “sociedad condene hoy abiertamente y no disimule” casos como el descrito por Genovés.
Fuentes de la presidencia de la Diputación de Valencia, que dirige el socialista Toni Gaspar, piden calma y no precipitar las reacciones. El diputado de Cultura, Xavier Rius, de Compromís, apela a la “prevención” en un caso en el que “el acusado no se puede defender porque está muerto”. “Tampoco tengo por qué dudar de la credibilidad de Genovés, al que conocí, lúcido e íntegro”, añade Gaspar. “Son más de 20 años de premios Alfons Roig y hemos de ver la repercusión y analizar la situación”.
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