Cuenta el investigador Oriol Jorba, especialista en contaminación del aire del Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona (BSC-CNS), que todavía quedan años de trabajo por delante para poder digerir toda la información que se generó durante las etapas más duras de la covid. “Fue un experimento en condiciones reales a nivel mundial”, explica. Uno de los campos de trabajo es, precisamente, el la calidad del aire. Un estudio que se publica este miércoles en la revista Nature analiza los efectos que tuvieron en 46 grandes ciudades europeas las restricciones impuestas para frenar la expansión de la covid en los seis primeros meses de pandemia, entre el 1 de febrero y el 31 de julio. Entre otras conclusiones, los investigadores estiman que en ese periodo se evitaron en esas urbes 832 muertes gracias a la mejora calidad del aire derivada de las medidas gubernamentales que se impusieron. París, Londres, Barcelona y Milán están entre las ciudades en las que más fallecimientos se evitaron, según este estudio.
Para elaborar este análisis los autores han comparado los niveles de dióxido de nitrógeno (NO₂), ozono (O₃) y partículas durante los seis primeros meses de pandemia con una situación de normalidad. Y la principal conclusión es que el contaminante que más se vio afectado fue el dióxido de nitrógeno, un compuesto químico muy vinculado en las ciudades al tráfico rodado y que causa graves problemas de salud. Aunque en toda Europa cayó la concentración de este contaminante en el aire, las mayores reducciones, por encima del 50% respecto a lo normal, se registraron en las grandes ciudades de España, Portugal, Francia e Italia. “La razón principal de la caída notable del NO₂ se debe a que su principal contribuyente de emisiones (el transporte por carretera) fue el sector más afectado por las restricciones gubernamentales”, apunta el estudio. “Y en el sur de Europa se impusieron medidas más estrictas que en el norte”, añade Jorba, uno de los investigadores que han participado en la investigación que publica Nature.
Este estudio, que surge de la colaboración entre el Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus, de la Unión Europea, y de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, analiza también las diferentes medidas que aplicaron los Estados para contener la expansión del coronavirus en las 46 ciudades europeas estudiadas, donde residen más de 80 millones de personas. “Las políticas de confinamiento más estrictas fueron más efectivas en la disminución de la contaminación del aire”, concluyen los autores. Y entre las medidas concretas destacan como las que tuvieron más impacto el cierre de los centros educativos y la imposición del teletrabajo, ya que implicaron una gran reducción de la movilidad.
Sin embargo, el estudio muestra que “las políticas que prohíben los movimientos nacionales y los viajes internacionales parecen menos exitosas en la reducción de la contaminación del aire”. Esto se debe a que esas restricciones afectaban fundamentalmente al sector de la aviación, “que suele tener una baja contribución a los niveles generales de calidad del aire urbano”, aunque genera otros problemas ligados a las emisiones de gases de efecto invernadero. Vincent-Henri Peuch, director del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus, destaca que este estudio “podría ayudar a determinar la política del futuro, porque se ven claramente los beneficios de reducir la contaminación en nuestras ciudades y la eficacia de ciertas medidas”.
Para estimar el número de fallecimientos que se habrían evitado con las restricciones, los investigadores solo han tenido en cuenta las muertes asociadas a la exposición a corto plazo a esos contaminantes. Donde se observa una mayor reducción de la mortalidad es en los casos relacionados con el dióxido de nitrógeno: los confinamientos habrían evitado 486 muertes en las 46 ciudades ligadas a este contaminante.
En España se han investigado tres ciudades: Madrid, Barcelona y Valencia. Solo en estas urbes las muertes relacionadas con la contaminación evitadas por las restricciones durante esos seis meses serían 133. Y, de nuevo, la gran mayoría se debe a la disminución de los niveles de NO₂.
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Partículas y ozono
Como explica Jorba, el descenso de las concentraciones de dióxido de nitrógeno es una de las grandes conclusiones que se pueden sacar de las restricciones durante los primeros meses de la covid. Sin embargo, en el caso de las partículas —tanto las de diámetro de menos de 10 micras como las de menos de 2,5— el descenso no fue ni mucho menos tan pronunciado. “Sorprende que bajara la concentración tan poco”, señala Jorba. Aunque es algo que todavía sigue en estudio, este investigador explica que los niveles de partículas no dependen de una manera tan directa del tráfico rodado en las ciudades y existen otros factores, como las contribuciones naturales o la industria, que tienen mucho peso en este contaminante. Algo similar ocurrió con las concentraciones de ozono, cuya presencia tampoco se redujo considerablemente en las ciudades analizadas. En este caso, los investigadores concluyen que el incremento en el ozono registrado en las ciudades analizadas está ligado más un proceso químico relacionado con la caída de las concentraciones de óxidos de nitrógeno por la reducción de tráfico rodado.
En cualquier caso, como resalta la investigadora de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres Rochelle Schneider, la conclusión que se puede sacar de este estudio y de otros similares que analizan los impactos de las restricciones por la covid en la contaminación es que se debe “mejorar la calidad del aire urbano tanto por la salud humana como por el medio ambiente”.
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