El fútbol se adentrará esta semana en su segunda semana de absoluta inactividad. El martes se cumplirán quince días desde que se disputó el último partido de Liga y de que, en las 48 horas siguientes, se celebraran los últimos partidos, en Anfield y el Parque
de los Príncipes y los de la Europa
League, muchos de ellos ya a puerta cerrada. Los engranajes interiores del fútbol, a la mayor escala, trabajan en todos los escenarios posibles para tener todo perfectamente articulado para cuando las autoridades sanitarias den la luz verde a que se reanude la competición pero la única realidad es que, con el estado de alarma prolongado al menos durante 15 días más (hasta el 12 de abril), es difícil atisbar la luz al final de este túnel futbolístico. Aventurar ahora cuándo se volverá a jugar es toda una quimera.
Como en todo sector de la economía que se enfrenta a un periodo tan amplio sin ningún tipo de actividad, sobre la industria futbolística pende la enorme amenaza de que las pérdidas monetarias sean tremendas. Más, incluso, que en otro tipo de negocios. El riesgo de que el efecto de la crisis sanitaria por el coronavirus sea devastador en las finanzas de los clubs de fútbol, ahora que estaban en el camino de sanearse definitivamente gracias a la ingente riada de millones proveniente de la televisión, que ahora se ve frenada en seco. Si no hay fútbol no hay transmisiones televisivas y si no hay televisión, no hay millones. La ruina.
En ese contexto, a lo largo de esta semana ya se han producido los primeros movimientos de los clubs de fútbol en forma de presentar Expedientes de Regulación Temporales de Empleo (ERTE) con el fin de proteger sus finanzas del impacto de este inesperado parón futbolístico. Una medida que, a priori, podría pensarse es más adecuada para los clubs más modestos, de Segunda o Segunda B, pero que equipos de Primera como el Montpellier francés en el que juega cedido Gerónimo
Rulli también ha adoptado.
Rebaja salarial en los grandes
Los clubs más grandes, por su parte, parecen optar, directamente, por atacar el corazón de su principal partida presupuestaria en lo que a gastos se refiere: el salario de los futbolistas. Centenares de millones de euros si hablamos de equipos como el Barcelona, uno de los primeros que habría deslizado al vestuario ese planteamiento con una buena acogida, a priori, por parte de la caseta. El Inter también estaría en esa misma línea.
La Real, de momento, no se ha planteado tocar el salario de sus futbolistas. El escenario continúa siendo de absoluta incertidumbre y sin saber cuándo se volverá a jugar, si se volverá a jugar, si habrá televisión o a cuánto ascenderán las pérdidas económicas, obligar a los jugadores a que ellos también se retraten, a que se rasquen el bolsillo cediendo un porcentaje de su ficha anual no es algo que se contemple, por ahora, en las altas instancias del club de Anoeta.
La cúpula del club txuri urdin está más pendiente de las diferentes alternativas en las que trabaja el fútbol para volver a jugar y, sobre todo, en cuándo se podrá volver a entrenar ya que, a este paso, va a ser necesaria una fase de adaptación más amplia de la esperada entre que se reanuden los entrenamientos y se pueda competir. Si es que se quieren evitar las lesiones que llegarían de forma inevitable si el margen entre el regreso a los entrenamientos y la competición es mínimo.
Son muchos los ilusionantes frentes que tiene abiertos la Real si se reanudara la competición entre abril y mayo, ya que están a sólo 11 partidos de poder terminar la Liga en tercera o cuarta posición, es decir, de lograr un puesto en la próxima edición de la Liga de Campeones. Y lo que todavía ilusiona más a toda Gipuzkoa, a un solo encuentro de ser campeones de Copa. En ese escenario, en la Real se antepone esa estabilidad deportiva en el plantel, antes que tomar medidas económicas más drásticas que podrían enturbiar el panorama, sin descartar nada si esta situación se extiende más de lo esperado en el tiempo.
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