Cory Higgins rompió por una vez su imagen sosegada e imperturbable tras culminar en el WiZink Center la actuación que le hizo ganar el premio al jugador más valioso de la Copa. Estrujado por Mirotic, a voz en grito y entrechocando las manos con Jasikevicius, levantando los trofeos, el suyo y el que identificaba al Barça como campeón, el alero californiano de 31 años disfrutó de uno de los momentos álgidos de su carrera, el mejor desde que viste de azulgrana. Tras meter 20 puntos al Real Madrid, en línea con lo que hizo los días anteriores ante el Unicaja y el Baskonia, llegó el éxtasis, el momento de saltar de felicidad con las zapatillas de color azulgrana personalizadas para él, para Mirotic y para Calathes, con la palabra amigos en la lengüeta. El entrenador del Madrid, Pablo Laso, lo había presagiado el día anterior: “Nadie habla de Higgins, pero está siendo el mejor jugador de esta Copa”. La efusiva celebración y el tributo de la estrella y el entrenador del Barça demuestran el silencioso carisma de Higgins. Una frase resume su talante: “No tengo apodos, soy un tipo sencillo”.
Desde que llegó al Palau procedente del CSKA de Moscú en julio de 2019, mostró la técnica, visión de juego y eficacia que le han hecho acreedor de un reconocimiento unánime. Sin embargo, durante su primera temporada, a las órdenes de Svetislav Pesic, no jugó al nivel esperado. Además, acabó con el mal sabor de boca de fallar el último tiro en la final de la Liga, un triple que escupió el hierro y que dejó el título en manos del Baskonia.
Esta temporada, con la llegada de Jasikevicius, el entrenador que incide en que nadie esté por encima del equipo hasta el punto de verbalizar que el baloncesto no es tenis o golf, Higgins se ha sentido más cómodo y ha dado un paso adelante, aseguran los técnicos azulgrana. Sobre todo coincidiendo con el embrollo que acabó con el despido de Heurtel y con la ausencia de Mirotic en varios partidos, el 22 azulgrana ha cumplido por fin con las expectativas que le acompañaban cuando llegó al Barcelona después de cuatro temporadas con el CSKA. Con el cuadro moscovita ganó dos Euroligas.
Aprendiz de las estrellas
Pero su carrera se relaciona de manera indefectible con sus señas de identidad. Lo quiera o no, siempre le acompañará el marchamo de ser el hijo Rod, un alero que jugó 13 temporadas en la NBA y, sobre todo, el de ser el ahijado del legendario Michael Jordan. Gane lo que gane y haga lo que haga, ahora también, la sombra de Jordan y de su padre Rod resulta cautivadora. “Empecé a jugar tan pronto como pude agarrar una pelota, ni lo recuerdo, quizás desde los tres años”, explicó a EL PAÍS en una entrevista en 2019. “Mi padre me lo enseñó prácticamente todo. Es la razón por la que juego a baloncesto, de donde saco mis fundamentos y mi inteligencia sobre la pista”. Además de su padre y de Michael Jordan, tuvo ocasión de entrenarse junto a figuras como Stephen Curry, durante un campus de verano. “Trabajé con varios hall of famers (jugadores que figuran en el Salón de la Fama). Es una bendición trabajar junto a ellos. Debes intentar llevarte todo lo que puedas de esas experiencias y añadirlas a tu juego”.
Su padre coincidió durante una temporada con Jordan cuando éste debutó en la NBA con los Chicago Bulls. Un día de 1985, el coche del veinteañero Jordan se estropeó en el aparcamiento del Chicago Stadium. Rod se encargó de llevarle a casa. Fue el inicio de la amistad que propició que Jordan apadrinara a Cory. Cuando el legendario jugador de los Bulls se convirtió en el dueño de los Washington Wizards, contrató a Rod como general manager. “Yo era recogepelotas cuando él jugó sus dos últimas temporadas en Washington”, recuerda.
Cuando Jordan adquirió los Charlotte Bobcats también se hizo acompañar por Rod Higgins. Y ficharon a Cory, que tras estudiar en el instituto, incluida la asignatura de español hasta los 16 años, concluía su etapa universitaria en Colorado, donde se licenció en sociología. No había sido drafteado por la NBA. Después de una temporada y media y solo 44 partidos con el número 11 de los Bobcats, recibió una llamada de su padre. Tenían que hacer hueco en el equipo a Jeff Adrien, un jugador que tampoco se asentó en la NBA y que ahora juega en Arabia Saudí. “Hijo, estás despedido, dejas el equipo”, le dijo Rod a Cory. “Es difícil triunfar en la NBA y es habitual tener que buscarse la vida en el extranjero”, encajó con resignación Corey. Tras ser cortado por su padre en Charlotte, empezó su peregrinaje europeo, en 2013 en el Zenit de San Petersburgo y, después, en el Gaziantep de Ankara. “Uno, cuando juega en Estados Unidos, piensa que todo va de una manera, pero cuando compites en Europa te das cuenta de que tienes que aprender de nuevo muchos aspectos y detalles del juego”, concluye el gran protagonista de la Copa del Rey.
Sergio Rodríguez: “Finaliza como Tony Parker”
Sergio Rodríguez, que ayer celebraba el triunfo en la Copa de Italia con el Armani Milán, jugó con Higgins durante dos años en el CSKA de Moscú. En 2019, ganaron la Euroliga, en Vitoria. “Cory es un tipo tímido y callado. Es muy leal en la cancha y sabes que siempre va a dar la cara. Aunque su estilo no sea el típico de los americanos”, analiza el canario. “Es muy buen defensor y muy efectivo en las finalizaciones. Tiene un último paso muy bueno y es muy hábil, un poco al estilo de Tony Parker”, compara en relación con el base francés, cuatro veces campeón de la NBA con San Antonio, y retirado en 2019 en Charlotte.
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