Crónica de un “canalla sexual” en Nueva York

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Al periodista Mateo Sancho (Zaragoza, de 36 años) le parece que los neoyorquinos “evitan a toda costa la sorpresa”, “pretenden dominar algo tan incontrolable como los deseos o el amor” y “se desestabilizan fácilmente”. No se toman muy a bien “cuatro frescas lisonjeras” que uno les puede soltar como recibimiento y saben cortar con facilidad una conversación, en especial si perciben que esta vira hacia derroteros demasiado personales. Pero, con todo, estos ademanes no expresan más que un extremo de su personalidad. En el límite opuesto, los individuos que habitan la Gran Manzana son dinámicos, resolutivos, que rehúsan entrometerse en la vida de los demás y opinan poco, “bastante menos que los españoles”.
Las diferencias entre España y la ciudad estadounidense son tantas que casi cada encuentro entre ambas realidades da para una novela. Nueva York de un plumazo (Editorial Roca, 2019) es la que ha escrito Sancho, una obra de claro trasfondo autobiográfico, en la que protagonista y autor se confunden durante el transcurso del relato. No es extraño. Sus evoluciones vitales corren parejas: cuando llegan a Estados Unidos, ambos han dejado España, se dedican al periodismo, son gays que necesitan vivir de una forma renovada su sexualidad y su vida emocional y emprenden el viaje bajo este propósito.

Desde la izquierda, el periodista de EL PAÍS Tom C. Avendaño, Mateo Sancho y la también periodista María Guerra, durante la presentación de ‘Nueva York de un plumazo’, la semana pasada en Madrid. Jaime Villanueva

El relato, debut de Sancho en la narrativa, arranca con la llegada a la ciudad de Simón, el protagonista, que consigue acudir a una fiesta de cumpleaños de Barbra Streisand gracias a la facultad de codearse con las élites que le ofrece su trabajo. A partir de ahí le va a ocurrir, como al propio Sancho, que en Nueva York “encuentra unas libertades que antes no había echado en falta”.  Y da con ellas, también como el propio autor en la vida real, gracias a la promiscuidad. A ojos de espíritus conservadores este hedonismo podría resultar un tanto inquietante, pero el autor lo considera de este modo: “Si ver cine afina tu gusto y leer libros te aporta un ojo más experto, ¿por qué creemos que conocer a muchos hombres te empobrece sentimentalmente?”.
Él tiene claro que todo ello se complementa. Y pone como ejemplo su propia evolución desde que en la adolescencia descubrió las primeras lecturas y películas que le impresionaron. Rápidamente, Sancho se convirtió en un “cultureta”. “Sublimé mi adolescencia en la cultura, fue una etapa que me dio una ventaja competitiva en todo lo que haría después, pero que también tapó un poco mis deseos”, asegura. Fue extremadamente precoz: con apenas 13 años locutaba en una radio local y todavía como menor de edad cubrió el festival de cine de Berlín.

Después vendría la llegada a Madrid. Para estudiar periodismo. “Exploté en lo social”, rememora. Y narra cómo comenzó a vivir su homosexualidad bajo el modelo de pareja formal, el único que entonces le permitía sentirse cómodo. Poco a poco, Sancho fue abriéndose a otras formas de relación. Cuenta que descubrió los “aquí te pillo, aquí te mato”. Y su combinación con el romance más clásico. Transitaba de lo tradicional a lo convencional. Pero no era suficiente. Faltaba algo.
“Al llegar a Nueva York [en 2013, con 30 años], creo que desperté en lo canalla sexual”, cuenta el autor, que revela que en España llegó a escribir un libro, aún inédito, de su “desencuentro” con el sexo. “Realmente me sorprendió que mi despertar sexual fuera a través de la promiscuidad, pero me ha permitido pasármelo muy bien, ser menos hiriente, estar preparado para cuando el amor se presentara y aprender a ser menos unilateral en las relaciones”. En la actualidad, Sancho está casado, da clases de Sociología y Cine y prepara una tesis doctoral sobre homosexualidad y vejez.
La herida que el autor abrió de forma “casi definitiva” con España al partir se resiente, sobre todo, por la distancia con los amigos. “Me ha decepcionado que la amistad en EE UU no es un pilar social tan importante como lo es en mi país”, asegura. Este contraste es aún más evidente en las altas esferas neoyorquinas, muy presentes en un relato en el que Sancho también ha querido retratar a la generación española “de los trentaitantos”, la que más sufrió la crisis y se vio obligada a emigrar. Ahí el foco lo coloca sobre los conflictos internos contra los que combaten, como el de la conveniencia o no del regreso. “Son dramas un poco pijos, pero dramas al fin y al cabo”, comenta entre risas poco antes de despedirse.


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