Buen pan, buen relleno y buenos aderezos: preparar un bocadillo increíble no tiene más secreto que encontrar una buena combinación -y equilibrio- entre estos tres factores. Son sencillos de comer, no suelen ser caros y solucionan dignamente cualquier comida del día: no parece nada raro que algunos se hayan convertido en parte importante de la gastronomía de sus países. Hoy hablamos de esos bocatas embajadores, verdaderas joyas rebosantes de sabor de alrededor del mundo que todo el mundo debería probar, al menos una vez en la vida; por eso también te enseñamos cómo hacerlos en casa, que no están las cosas para viajes internacionales.
Si estás indignado por la ausencia del bocadillo de calamares, el pepito de ternera o el mixto de jamón y queso -porque España también es ‘el mundo’-, esta afrenta la solucionamos hace unos años, cuando publicamos un artículo sobre ellos (y dónde comerlos). Del bocadillo de calamares también tenemos una receta, y si quieres preparar el mixto perfecto, puedes consultar todos los detalles en este vídeo. ¿Listos para viajar sin salir de la cocina?
Pulled pork
No tenemos claro si este cerdo marinado y después asado a baja temperatura hasta que se deshilacha -momento en el que se coloca dentro de un panecillo; con suerte, abriochado, y se acompaña de encurtidos, jalapeños o ensalada de col- ha tomado el relevo a la hamburguesa como comida americana más popular, pero sí que no tiene nada que envidiarle. Es típico del sur de los Estados Unidos, y se empieza a cocinar marinando durante 12 horas una pieza entera de cuello de cerdo con curry, comino, pimentón dulce, pimentón picante, pimienta negra, laurel y tomillo.
Esta misma pieza -siempre entera- se marca en una sartén para potenciar su sabor, y de ahí al horno, acompañado de cebolla, tomate, zanahoria y otros aderezos que podéis descubrir en este vídeo, donde Matt Boder de la cervecería BlackLab cuenta todos los secretos de este estofado. Después se pasa a una olla, donde se cocinará a fuego muy, muy lento durante unas cuatro horas, hasta que casi se deshace solo, momento en el que se desmenuza, se mezcla con salsa barbacoa y se mete entre el pan con el acompañamiento deseado. Lo que viene después -ojos en blanco, suspiritos, muchas servilletas sucias- lo sabe cualquiera que haya probado este glorioso bocata.
Philadelphia cheesesteak
Con una base de ternera cortada en tiritas a la plancha, cebolla y queso americano fundido, metidos en un panecillo blanco, seguramente este bocadillo sea el más sencillo de todos los que proponemos hoy. Aunque, a gusto del cocinero, admite también pimientos dulces o picantes y champiñones. En este caso la autoría del bocadillo parece estar más clara que de costumbre: fueron los hermanos Pat y Harry Olivieri en 1933 los que, hartos de alimentarse de los hot dogs y pasteles de pescado que ellos mismos vendían en un carrito del mercado italiano de Filadelfia, se escaparon a comprar un trozo de chuleta que, cortada en trozos finos, cocinaron en la parrilla con unos trozos de cebolla.
El aroma atrajo a uno de sus clientes habituales, que pidió el plato fuera de carta y quedó tan impresionado que les recomendó que se centraran en él. Siete años después, abrieron su primer restaurante -con el nada pomposo nombre de Pat’s King of Steaks-, y no fue hasta 1949, con la aparición de ese engendro llamado Cheez Whiz, cuando el queso entró en escena. Por suerte puedes prepararlo con queso de verdad: la receta de Mercado Calabajío propone usar provolone, y tiene una pinta espectacular.
Bánh mì
Otro apetitoso ejemplo de cocina fusión, en esta ocasión entre mademoiselle baguette francesa y los rellenos a base de carnes marinadas, mayonesa,verduras encurtidas, chiles y hierbas como el cilantro, típicos de Vietnam. ¿Un poco de historia? Cedemos la palabra al jefe de todo esto, Mikel López Iturriaga, que ya escribió largo y tendido sobre este bocata épico: “Tras colonizar Indochina, los franceses exportaron las baguettes a Vietnam a finales del siglo XIX. Algunas panaderías de Saigón, la actual Ho Chi Minh, empezaron a vender los clásicos bocadillos parisinos, que allí eran artículo de lujo sólo al alcance de los más pudientes. Tras la marcha de los europeos en los años cincuenta, los locales usaron las baguettes para incluir sus propios ingredientes y condimentos, más accesibles que los originales gabachos”.
Si ya estás untando un pan de gasolinera con mayonesa industrial y vas en busca del fiambre, para un momento y dignifícate: la receta de Umami Madrid te llevará un poco más de tiempo, pero también te dará un resultado infinitamente más sabroso: puedes usar tu corte favorito de ternera o cerdo en lugar de la versión casquera de Iñigo Aguirre. Si tu problema es que ya te has comido tantos que lo tienes aborrecido, prueba el po’ boy, un bocata típico de Louisiana en el que el pan francés se rellena con carne asada o marisco rebozado -el de ostras es muy popular-, además de crudités y mayonesa.
Fried chicken bun
Seguimos con el rebozado, y vamos para bingo: cualquiera que haya probado este bocadillo de pollo, metido en un brioche con ensalada de col -además de salsas, normalmente mayonesa picante- estará de acuerdo conmigo. Aunque tradicionalmente se prepara con pechuga, como siempre apostamos por escoger la parte más jugosa: el contramuslo. Marinarlo con leche, yogur o suero, bien especiado, hará que se vuelva tierno como los mofletes de un bebé y coja sabor; un baño posterior en harina también especiada y aceite caliente obrará el milagro de la costra crujiente, y las salsas y las verduras frescas y crujientes harán el resto. ¿Quieres hacerlo en casa? La receta de Bon Appétit es pura lujuria bocatera.
Reuben
El Reuben es uno de esos clásicos americanos cuyo origen no está claro, y añade a este misterio una agria polémica incluida sobre su paternidad, que tiene peleando a las familias Kulakofsky y Reuben desde hace casi cien años. La verdad es que es un bocata con una estupenda relación esfuerzo-resultado, que te apaña igual una cena que un desayuno tardío y cuya combinación de sabores es explosiva. La versión canónica lleva ‘corned beef’ (carne enlatada), chucrut –col fermentada–, queso suizo y salsa rusa (a base de mahonesa o yogurt con kétchup, rábano, pimientos y cebolleta).
También está mundialmente aceptada su versión de pastrami -también conocida como ‘Rachel’-, elaborada con esa carne de ternera ahumada que hace unos años nadie conocía y hoy es más popular que los quesitos de La vaca que ríe. Si no tienes chucrut a mano puedes sustituirlo por col –blanca o lombarda– cortada muy fina, salteada y macerada con un poco de vinagre suave: conseguirás un sabor ácido y refrescante y una textura crujiente en mucho menos tiempo. Si lo preparas con ensalada de col y zanahoria y pavo, tendrás un Georgia Reuben. ¿Quieres uno y lo quieres ya? Puedes usar la receta de Comer y beber, cambiando el horno por una sartén o una plancha.
Katsu Sando
Otro buen ejemplo de lo bien que van los rebozados en bocadillos épicos; esta vez directo desde Japón. La base de éste es el tonkatsu o carne de cerdo empanada, un tipo de comida yōshoku, surgida a finales del siglo XIX bajo la influencia de la cocina occidental. “Entre las múltiples opciones que ofrece el tonkatsu —con arroz, sopa o encurtidos— está la de servir como relleno de sándwich, que es cuando se denomina katsu sando. Aunque pueda parecer que tiene poco misterio, el secreto está en su salsa: la tonkatsu sōsu, una prima hermana de la salsa Worcestershire”, nos cuenta Ana Vega, que también te enseña a cocinar este primo exótico del lomo rebozado que llevabas de pequeño al campo. La parte más difícil, sobre todo si no vives en una gran ciudad, puede ser encontrar la salsa en cuestión: en la misma receta encontrarás una versión casera apañadísima, con ingredientes que puedes encontrar en cualquier supermercado. Si no te apetece en bocadillo, acompaña el tonkatsu con arroz o una ensalada de tomate fresquita, pero no dejes de probar esta delicia nipona.
Meatball sub
Albóndigas, salsa marinara y queso -mozzarella o provolone, a veces con un poco de parmesano para potenciar el sabor- metidos en un pan tierno, normalmente con un toque dulzón y abriochado: os presentamos el meatball sub. Otra maravilla de la cocina italoamericana donde las albóndigas della mamma crecieron de tamaño respecto a las originales italianas y se metieron en un bocadillo ¿Te ha entrado el hambre? Puedes prepararlo con la receta del chef y divulgador David Lebovitz -que usa pan de barra rústico en lugar del canónico roll- o hacer la versión con pollo de Stomako.
Sandwich de ensalada de atún
Este bocadillo, que el New York Times considera “la quintaesencia” de los sandwiches, no solo está buenísimo y se prepara en minutos, sino que también se puede adaptar a otros ingredientes como pollo deshilachado, restos de pescado asado u otras conservas, como sardinas o caballa. Su origen, según la revista Smithsonian, está en las ensaladas que solían servir las mujeres americanas como comida, que tenían como base las sobras de la cena de la noche anterior, que mezclaban con verduras y aliñaban con mayonesa y encurtidos.
Cuando las mujeres empezaron a trabajar y a pasar más tiempo fuera, a sus esposos les tocó buscarse la vida, y las casas de comidas surgieron como setas. En ellas no se usaban sobras, sino que se preparaba las ensaladas desde cero, y la aparición del atún enlatado -cómodo, barato, alimenticio- lo convirtió en un protagonista habitual. Para acelerar el proceso de la comida, y ofrecer una opción nutricionalmente más completa, estas ensaladas se metieron entre dos trozos de pan.
Estos bocadillos se hicieron tan populares que durante los años 50 la población mundial de atunes se vió seriamente esquilmada, y también se cobraron como víctimas millones de delfines como daño colateral. Si esta noticia no te ha quitado el hambre y tienes antojo de uno, mezcla una lata de atún -me gusta usarlo al natural, para que al añadirle mayonesa no quede demasiado grasiento-, dos cucharadas de mayonesa, cebolla y apio picados, un poco de mostaza, un chorrito de zumo de limón y alcaparras, pepinillos, cebollitas o el encurtido que más os guste, picado y todo bien mezclado. La lechuga cortada a tiras no es canónica, pero le da una frescura muy recomendable: solo te queda tostar dos rebanadas de pan y poner la pasta untable enmedio.
Roast beef sandwich
Un clásico de la cocina norteamericana, especialmente popular en Massachusetts, que suele servirse en un panecillo de hamburguesa, donde el rosbif cortado en finas láminas retoza con queso americano -si también os ofende que llamen a eso ‘queso’, optad por uno suizo o un cheddar- y salsas, normalmente barbacoa o mayonesa (o una mezcla de las tres cosas, conocida como three-way). A partir de aquí, una vez cubiertos los básicos, se le pueden añadir aros de cebolla, cebolla frita o caramelizada o pepinillos. Prepararlo en casa es muy sencillo, si tienes a mano una buena receta de rosbif, una de mayonesa casera y otra de salsa barbacoa. Júntalo todo, tuesta un buen bollo y pon queso a fundir: fiesta.
Cubano
Pan francés, cerdo asado con una deliciosa marinada a base de zumo de cítricos, ajo, especias y hierbas, jamón, pepinillos en vinagre, queso y mostaza: suena bien, ¿verdad? Pues este bocadillo -que vio la luz en esta isla caribeña pero se expandió pronto hasta Florida, donde se considera un clásico-, sabe aún mejor. Como en muchas otras recetas; su origen es incierto: si ya pasa con la nouvelle cuisine francesa, con algo tan humilde como un bocadillo, ni te cuento. Todo indica que lo llevaron hasta la ciudad de Tampa los tabacaleros cubanos, que se instalaron en el barrio de Yvor City a mediados del s XIX. La versión que se prepara en esta ciudad lleva además salami, ya que los cubanos se mezclaron con otros migrantes como los españoles e italianos (algo que no pasó en Miami, por eso allí no lo lleva).
Volvemos con Ana Vega ‘Biscayenne’, que preparó para El Comidista la versión que aparece en la película Chef, nos cuenta la clave del éxito. “No lleva nada más que pan, cerdo asado, jamón, pepinillos en vinagre, queso y mostaza, pero os puede transportar a la gloria. La gracia del asunto está en el marinado de la carne de cerdo, que es glorioso, y en hacer el bocadillo con una plancha de ésas dobles y con peso (que se usan, por ejemplo, en los kebabs)”. Esto hace que los ingredientes se compacten y se calienten en su propio vapor, mezclando los sabores y creando una corteza crujiente: combo imbatible.
Torta ahogada
Un bocadillo que forma parte del legado cultural y gastronómico del estado de Guadalajara -aunque se comen en todo el estado de Jalisco- cuyo nombre responde a la salsa de tomate (jitomate) con chile de árbol en la que se baña su mitad inferior. ¿Qué se consigue con eso? Primero, montar un lío padre que no te puedes comer con las manos, pero que compensa con creces gracias a la combinación entre la costra inferior del pan -se usa un tipo conocido como ‘birote’, de una textura bastante densa- ligeramente tostada y un interior cremoso gracias a la salsa.
En su versión original se rellenaba con carnitas -carne de cerdo estofada en una salsa especiada hasta que se deshace- y frijoles refritos, aunque ahora se preparan también con otras partes del cerdo o la ternera, casquería y hasta con gambas. Con la receta de la edición mexicana de Larousse Cocina puedes preparar unas tortas ahogadas canónicas -también tienen la de las carnitas-; para un extra de diversión, aconsejo añadirles cebolla marinada en zumo de limón, que refresca y aporta esa acidez tan adictiva y característica de la cocina mexicana.
Monte Cristo
¿Un primo del sandwich mixto que también tiene parentesco con la croque madame y a la vez es familia de la torrija o la french toast? Existe, se llama Monte Cristo y suele servirse con jalea de frambuesa como acompañamiento, para mojarlo en ella, o sirope de arce o azúcar glas para ponerle encima. Se compone de dos rebanadas de pan blanco que se sumergen en huevo batido -a veces con un par de cucharadas de leche-, y posteriormente se rellenan con jamón, carne de pavo y queso suizo.
La mayonesa y la mostaza también se usan, a veces, para untar la parte interior del pan, y hay versiones que llevan dos pisos en lugar de uno. Después, se tuesta por fuera con más o menos mantequilla -al gusto del cocinero-, consiguiendo así un pan cremoso, un exterior crujiente, la lujuria del queso fundido y todas las calorías que vas a necesitar en un día movidito. Empezó a aparecer en los libros de cocina en los años 40 y -sorpresa- hay un montón de restaurantes que reclaman haber sido los primeros en servirlo en aquella época, de los que parece que el Brown Derby se lleva la palma: aquí tienes la receta para preparar su versión, gentileza de la revista Food (en inglés). No sabemos seguro quién fue el precursor de esta receta, pero sí cuándo llegó al populacho: en 1966, cuando apareció en la carta de varios restaurantes en Disneylandia.
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