¿Podrá el senador independiente Bernie Sanders recuperar la magia que impulsó su primera campaña presidencial?
Tal vez no la necesite, al menos para conquistar la candidatura demócrata para 2020.
Tras lanzar formalmente su campaña, el socialdemócrata Sanders, de 77 años, haría bien en prestar atención a las lecciones de la victoria del ahora presidente Donald Trump en las atestadas primarias republicanas de 2016.
En medio de contendientes republicanos más consolidados que él que se disputaban los votos en las primarias, Trump empezó a acumular victorias estatales con el 30 a 40% de los votos.
Obtuvo la candidatura a pesar de que seis o siete de cada 10 votantes optaron por otro candidato.
El equipo de Sanders se juega a que el umbral para la victoria en unas primarias aún más atestadas en 2020 sea todavía más bajo.
Ese cálculo sencillo -y la extraordinaria eficiencia de su operativo de recaudación de fondos de pequeños donantes- indica que Sanders puede mantener su posición como potencia política en 2020 independientemente de lo que quiera la mayoría de su partido.
Sanders no demuestra el deseo de modificar su enfoque para ampliar su poder de atracción, como suele suceder con los candidatos ambiciosos que se presentan por segunda vez.
Nina Turner, presidenta de Nuestra Revolución, el brazo político de la red de Sanders, dijo que en la campaña de 2020 “de lo que se trata es que termine lo que inició”.
En un mundo político en que las ventanas de oportunidad suelen cerrarse en poco tiempo, es posible que el momento de Sanders haya quedado atrás.
En 2016, fue la única opción para los demócratas antisistema que no apoyaban a Hillary Clinton.
Hoy los demócratas tienen para elegir en un campo mucho más diversificado que llegaría a más de dos docenas de contendientes bien conocidos. Muchos de ellos -no todos- han hecho suyas las prioridades de izquierda de Sanders y su retórica antisistema.
No faltan las señales de erosión.
Cuando muchos activistas de base aplaudían la decisión de Sanders, la representante Alexandria Ocasio-Cortez, otra autoproclamada socialdemócrata y colaboradora de la primera campaña del senador, guardó silencio.
“Nos emociona ver a tantos progresistas en la contienda”, dijo Corbin Trent, vocero de Ocasio-Cortez, sin referirse en forma directa al gran anuncio de Sanders. “No estamos pensando en absoluto en la próxima elección”.
Entre los contendientes ya se encuentran varias de las figuras preferidas por los progresistas, como los senadores Cory Booker, de Nueva Jersey; Elizabeth Warren, de Massachusetts, y Kamala Harris, de California.
Han hecho suyo buena parte del programa de Sanders, como el seguro de salud gratuito y universal, la universidad gratuita y el sueldo mínimo de $15 la hora.
Aún no se sabe si se sumarán a la contienda el representante Beto O’Rourke o el exvicepresidente Joe Biden, dos precandidatos que podrían restarle votos a Sanders más allá de la franja ultraprogresista del partido.
Al mismo tiempo, tiene escasas esperanzas de ganar los votos de los partidarios de Clinton, aún amargados por considerar que hizo poco para derrotar a Trump después que Clinton obtuvo la candidatura.
“Es asombroso cómo Bernie y sus 3,708,294 partidarios desperdiciaron dos años. Se aferraron a sus quejas sobre la elección amañada y ahora hay 10 alternativas”, tuiteó Philippe Reines, un asesor de Clinton. “Prepárense a ver como se desinfla”.
Pero hay una base de activistas de izquierda en todo el país que adora a Sanders por sus décadas de lucha consecuente por la igualdad de ingresos y el seguro de salud gratuito, y le es profundamente leal.
Algunos de sus competidores, en particular Warren y Harris, tienen bases nacionales, pero ninguno atrae tantos donantes o tiene una red organizada de grupos como Nuestra Revolución, Demócratas por la Justicia y Socialdemócratas de Estados Unidos.
“Somos más poderosos que nunca en la política. Cambiamos el juego”, dijo Moumita Ahmed, cofundadora de Millennials Quieren a Bernie 2020. “Bernie Sanders sigue siendo el único candidato que no pertenece al sistema”.
En las 24 horas siguientes al lanzamiento de su candidatura para 2020, Sanders recaudó más de $6 millones de casi 300,000 donantes individuales, informó su campaña.
Y antes de empezar ya tenía más dinero en sus arcas que cualquiera de sus competidores: unos $15 millones sobrantes de su campaña al Senado y la presidencial de 2016.
“Bernie Sanders es el favorito”, tuiteó el excolaborador de Clinton, Zac Petankas. “A ver si le gusta”.
En efecto, la mayor repercusión trae consigo una mayor atención.
El equipo de Sanders prevé mayores ataques la segunda vez, tanto de los rivales que lo consideran una amenaza legítima como del mundo político en general que le da la suficiente importancia para profundizar en su pasado político y personal.
Habrá preguntas sobre la manera como su campaña manejó las denuncias de acoso sexual e inequidad de género en 2016. El senador ha ofrecido disculpas e instituido una serie de cambios para prevenir abusos similares en el futuro, pero en unas primarias en que, por ahora, hay más mujeres que hombres, ese tema no tiene visos de quedar en el pasado.
Howard Dean, exgobernador demócrata de Vermont, advirtió a su partido que no deben subestimar a Sanders. “El camino político de Bernie está sembrado de gente que no lo toma en serio”, dijo Dean, quien ha alentado a los demócratas a volcarse hacia una generación más joven en 2020.
En la Casa Blanca, Trump presentó una visión ambigua de las posibilidades de Sanders en 2020 cuando se le preguntó sobre ello.
“Personalmente, creo que su tiempo ha pasado”, dijo, al tiempo que elogió sus propuestas sobre comercio. “Le deseo lo mejor a Bernie. Será interesante ver cómo le va”.
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