Tres millones de dólares. Esa es la mayor cantidad de dinero de la que me he alejado en términos de un contrato con un cliente que decidí que no deberíamos aceptar.
Se chupó En ese momento, era más de la mitad de la cantidad total de fondos que habíamos recaudado y también representaba un poco más que los ingresos del año anterior. Era una compañía de Fortune 500 y el líder del mercado en su industria. Esto era dinero de bolsillo para ellos, que era parte del problema.
Los buenos empresarios pasan mucho tiempo preocupándose por los clientes. Nos preocupamos por los clientes que tenemos, los que no tenemos, los que perdimos y los que estamos en peligro de perder. Nos preocupamos tanto por el origen del próximo cliente que nunca pensamos dos veces en si debemos aceptar o mantener a un cliente que es más problemático de lo que vale.
El cliente es rey
Como empresarios, tenemos que ser siempre los primeros clientes. Nosotros somos los conductores, pero los clientes están sosteniendo el mapa. Deberíamos dedicar una gran cantidad de tiempo a escuchar, generalmente a través de datos, para descubrir nuestro próximo movimiento. Deberíamos conocer los riesgos cuando salimos de la carretera, no solo los contratiempos que surgen al tomar una decisión equivocada, sino el hecho de que lo sabremos por todos lados hasta que alcancemos el barco.
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