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Cuando el bosque se convierte en la nueva despensa

Mi marido suele ir a pasear al bosque. Es una de las ventajas de vivir en una pequeña ciudad. En menos que canta un gallo te plantas, nunca mejor dicho, en medio de los árboles frondosos y ahí te extasías y respiras por fin aire puro. ¿Es el bosque, sin embargo, solamente espacio de solaz y paseo para los urbanitas que necesitan desintoxicarse?

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Hace un par de semanas visité un agricultor en los alrededores de Orleáns (Francia) que dispone de campos de cereales y en medio de su propiedad cuenta además con un bosquecillo. Recientemente el buen hombre decidió intervenir en el bosque, como si de uno de sus campos de labranza se tratara, y se decidió a plantar árboles frutales: albaricoqueros, nogales, perales y manzanos así como plantaciones de fresas y de frambuesas. Mientras paseábamos por el bosque iba recolectando aquí y allí e iba diciéndome muy ufano: “He creado un bosque comestible”.

Su iniciativa no es nada novedosa. De hecho, de un tiempo a esta parte surgen las iniciativas que buscan acercar físicamente la producción de comida a las personas y aprovechan para ello todo “terreno” cultivable, por insignificante que sea: desde los supermercados que producen su propia ensalada in situ, pasando por los ciudadanos que instalan invernaderos en el jardín y, si no hay jardín, en la azotea o el balcón, los ciudadanos “guerrilleros” que injertan ramas de árboles frutales en otros que no lo son, hasta los jardineros ocasionales que cultivan los parterres desocupados en el parque del barrio.

Una quincena de bosques comestibles verán la luz en Francia a partir del 2022

Se diría que el acceso a la comida va ganando importancia en el imaginario colectivo y, quien más, quien menos, todos se atreven a ir plantando semillas a diestra y siniestra. Por un lado van desapareciendo los campos cultivados y el oficio de agricultor está en peligro de extinción en Francia, pero en paralelo se van multiplicando las microsuperficies (tradicionalmente no cultivables) donde crecen afanosas hierbas aromáticas, frutas y verduras. Así, cualquiera se convierte en agricultor sin título pero con clara vocación.

Hoy saco a colación de nuevo el tema porque dos franceses de la región de Les Landes van a crear uno de los mayores bosques comestibles de toda Europa y sin rastro de pesticidas. Los héroes responden al nombre de Yoann Lang, el fundador, y Franck Lutic, responsable de la producción. En una extensión de unas siete hectáreas “comestibles”, que se llama Forêt de Higas, pretenden reinstaurar el equilibrio entre las diferentes especies, para que se complementen y se ayuden, de manera que la producción sea casi autónoma: alimentación 100% local y bio. Tienen por objetivo a medio-largo plazo, es decir, en unos siete años, poder alojar en el bosque 7.000 variedades vegetales, 150 especies animales y 60.000 árboles.

El bosque produjo el año pasado 57 variedades vegetales, entre las que se cuentan las manzanas(c) Forêt de Higas

En la página web del bosque Yoann Lang cuenta que fue una “evidencia” para él poner en marcha este proyecto siendo hijo de agricultores. “Puesto que he estado muy implicado en la ecología, era natural que mi carrera profesional se orientara finalmente hacia una agricultura ‘reparadora’ de nuestros errores pasados”, dice. Todo comenzó con la puesta en barbecho de un gran terreno cerca de su casa y la comprobación de cómo gracias al reposo mejoraba de manera impresionante la biodiversidad. Así que Lang decidió “convertirse en actor de una gran transición agrícola, natural, sana y asequible para todos”.

El bosque, que se encuentra en el pequeño municipio de Estibeaux, en la región de Les Landes, ya vende su propia producción, como si de una explotación agrícola se tratara. Y en la cesta de la compra del bosque asoman verduras, frutas, hierbas aromáticas e incluso productos de origen animal. En concreto en el 2020 el Forêt de Higas sumó 20 nuevos árboles a su plantación y produjo 57 variedades vegetales, dos variedades animales y en total tres toneladas de alimentos. Lang planea crear un invernadero alimentado por paneles solares para intentar producir de manera local esos alimentos que se exportan de muy lejos: aguacates, café, granadas, cacao y bananas. Y en el horizonte cercano, la intención de adoptar gallinas, con sus huevos correspondientes, y abejas acompañadas de sus panales de rica miel.

Un peral muy antiguo en el Forêt de Higas, uno de los mayores bosques comestibles de Europa(c) Forêt de Higas

Para poner en marcha el Forêt de Higas Lang y Lutik contaron con la ayuda de varias empresas e instituciones, así como con la contribución de 545 personas que participaron de una captación de fondos participativa en Miimosa, captación que proponía contrapartidas a cambio de dinero. Cuando se cerró la campaña, en febrero del año pasado, habían conseguido recaudar 33.377 euros, que servirán para adquirir material y plantas. Aún hoy se puede seguir contribuyendo a través de la plataforma Helloasso.

Su bosque comestible es el primero de Francia, pero en breve dejará de ser el único. Lang está al corriente de otros 15 proyectos de bosques comestibles que se iniciarán a partir del año que viene en Francia. Solo uno de ellos ocupará una extensión de 30 hectáreas. El bosque se está convirtiendo, al menos en Francia, en la nueva despensa.


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