El solsticio de invierno es el momento el que podemos afirmar que hemos cambiado de estación, dejando el otoño atrás. Se caracteriza porque el Sol se encuentra en la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste. Podríamos decir que hay dos solsticios de invierno, uno para el hemisferio norte, que ocurre entre los días 20 y 23 de diciembre, y otro para el sur, que tiene lugar entre el 20 y 23 de junio.
Este cambio supone el alargamiento de las horas durante la noche y el acortamiento del tiempo de luz natural. Por esto, esta época es conocida por tener el día más corto del año. Como es un procedimiento que se ha dado desde que la Tierra comenzase a girar alrededor del Sol, son numerosas las culturas que han tratado de dar una explicación de este fenómeno. Aunque lo curioso está en que el solsticio de invierno solo dura un instante, aunque no referimos al día entero en el que ocurre.
El solsticio de invierno en el mundo
Los recuerdos del mundo antiguo que han sobrevivido hasta nuestra época, como el Stonehenge, demuestras que las civilizaciones ya lo tenían en cuenta. Incluso dentro de la naturaleza tiene una importancia clave. Algunos animales se aparean durante estos días, o es un buen momento para sembrar determinadas plantas de cultivo.
Las celebraciones son diferentes según el hemisferio, pero todas tienen en común el cambio. Las cosechas es, desde la antigüedad, lo que más importancia ha tenido. Así, en el hemisferio sur se suelen visitar templos. Aunque también existe la creencia de que es el momento en el que el Sol retoma sus fuerzas. No en vano es la noche más larga del año.
Por otro lado, en el hemisferio norte también guarda una relación muy importante con el Sol. En Japón, por ejemplo, se rinde culto a Amaterasu, la diosa del sol. En Europa, la tradición cristiana ha hecho que este día sea menos importante en frente de la Navidad.
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