Cuba no ve señales de cambio con Biden respecto a Trump

Dos personas caminan cerca de un mural con la bandera cubana en La Habana, el pasado 16 de abril.
Dos personas caminan cerca de un mural con la bandera cubana en La Habana, el pasado 16 de abril.YAMIL LAGE / AFP

Se cumplen 100 días de la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y nada se ha movido entre Washington y La Habana. Aunque durante la campaña electoral, el actual presidente estadounidense rechazó la política de sanciones de su antecesor, Donald Trump, y dijo que la revisaría, hasta hoy ni una de las 240 medidas adoptadas por la anterior Administración estadounidense ha sido levantada. Así lo asegura a este diario el director general para Estados Unidos de la Cancillería cubana, Carlos Fernández de Cossío, que indica que “no hay señales” de que se vaya a retomar por ahora la política de acercamiento impulsada por Barack Obama, como esperaban muchos dentro y fuera de la isla.

Cossío menciona una reciente declaración de Ben Rhodes, que fue consejero adjunto de Seguridad Nacional de Obama y estuvo al frente de las negociaciones secretas con Cuba que condujeron al restablecimiento de relaciones entre ambos países en 2015. “Hasta ahora Biden ha sido totalmente indistinguible de Trump en la política y los mensajes hacia Cuba”, dijo Rhodes, sin esconder su frustración. Cossío confirma que “en la práctica, la actual política de Estados Unidos hacia Cuba es la que diseñaron el secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, y su exconsejero de Seguridad Nacional, John Bolton”, un reconocido halcón republicano.

“El daño que se propusieron causar a la economía y el bienestar del pueblo cubano sigue teniendo total efecto, y el perjuicio a las relaciones bilaterales no se ha detenido”, señala.

Sobre el actual estado de las relaciones, considera que “existen relaciones diplomáticas formales y embajadas en las respectivas capitales, pero con escaso personal y los contactos son para temas de puro manejo diplomático, ninguno a alto nivel”. El elemento “más importante y definitorio” de la relación bilateral es, a su juicio, “el bloqueo económico, que el Gobierno de Trump fortaleció con especial saña desde que comenzó la pandemia de la covid-19 y cuyas consecuencias impactan cotidianamente en la vida de los cubanos, aún hoy, después de que Trump se marchó”.

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Algunos politólogos y expertos recuerdan que EE UU y Cuba negociaron secretamente durante más de un año y llegaron a un acuerdo de liberación de espías antes de sentar las bases de la normalización. Por eso, dicen, no es descartable que, aunque en la superficie no haya noticias ni cambios aparentes, subterráneamente sí se estén produciendo contactos. A la pregunta de si hay algún tipo de intercambio que indique un posible acercamiento, Cossío es tajante: “El Gobierno de EE UU no ha dado señal alguna de un futuro acercamiento. Se ha limitado a decir que está en curso una revisión y que la relación con Cuba no es de primera prioridad”. Se trata, dice, “de una declaración curiosa, como indicó el presidente Miguel Díaz-Canel: si Cuba no es prioridad, uno debe preguntarse qué explica el ensañamiento tan consistente contra nuestro país, y el hecho de que exista una ley extraterritorial tan abarcadora como la Helms-Burton [que permite interponer demandas contra empresas extranjeras que supuestamente “trafiquen” con propiedades expropiadas] que le genera a EE UU conflictos con terceros países, que aísla y desprestigia a su política exterior cada año en la ONU”.

“Desearíamos no ser prioridad, que nos dejen en paz, que nos permitan construir nuestro propio futuro y asumir las consecuencias de nuestras propias decisiones”, enfatiza Cossío. “Cuba no es una amenaza para EE UU en ninguna circunstancia”.

En estos momentos Cuba vive una de las peores crisis de su historia, derivada de la ineficiencia de su economía centralizada y los males estructurales que arrastra, agravados por la epidemia de la covid-19 y el recrudecimiento del embargo por parte de Trump. Durante el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado recientemente en La Habana, se formalizó el relevo de Raúl Castro y de la generación histórica y quedó claro que para hacer sostenible el sistema han de acometerse reformas económicas de calado que ampliarán considerablemente los márgenes del mercado y de la iniciativa privada. ¿Cómo pesará en el ritmo de estos cambios el factor EE UU? ¿El inicio de una normalización con Washington los favorecería?

“El fin del bloqueo económico eliminaría limitaciones extraordinarias en el empeño de actualizar y modernizar nuestro modelo económico”, admite Cossío. “Nos daría mayor flexibilidad, oportunidad para descentralizar más los recursos y las decisiones, algo muy difícil bajo los efectos de una guerra económica”. Y añade: “Una mejor relación permitiría además atender temas bilaterales importantes, algunos de ellos sensibles, como el migratorio. La falta de cooperación en este y otros temas no beneficia a nadie, salvo un grupo de políticos que hacen dinero del negocio de la agresión a Cuba”.

Nada más entrar en la sede de la Cancillería, una gran pintura de más de tres y metros y medio recibe al visitante. Es una obra colectiva en la que han participado destacados artistas cubanos, como Eugenio Roca Choco, Alicia Leal, Ernesto Rancaño o Juan Moreira. La obra se llama Resistencia contra el bloqueo, y en el centro hay un corazón con la bandera cubana y la estrella de cinco puntas. Para el Gobierno cubano, el embargo económico, o bloqueo, lo condiciona todo. Pero, ¿Cuba estaría dispuesta a dar pasos para promover el acercamiento entre ambos países?

Sostiene Cossío que la actual situación bilateral “es fruto de la política hostil de EE UU, que es absolutamente unilateral”. No puede nadie “identificar un acto hostil de Cuba hacia EE UU, pues no lo es defender nuestro derecho a determinar lo que ocurre en Cuba para quienes aquí habitamos”, asegura, indicando que, pese a ello, en el pasado su país ha estado dispuesto a “responder a la disposición de construir una relación de respeto a pesar de las diferencias, de cooperar en temas de interés común y de tratar de avanzar hacia una relación pacífica que incluya el diálogo sobre asuntos complejos que ayude a resolver problemas pendientes”.

Afirma también que en este tiempo su Gobierno ha tratado de “desarrollar vínculos” con diversos sectores en EE UU, incluidos los emigrados cubanos. “A pesar de la compleja historia, de la animadversión de poderosos grupos dentro de esa emigración, hemos avanzado en el propósito de tender puentes y nos proponemos avanzar más. Queremos un vínculo cada vez más cercano”. Hoy, dice, “se les invita a participar en la solución de las dificultades económicas del país y en su desarrollo, con inversiones, por ejemplo, algo impensable hace años”.

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