Debía ser una noche plácida para los Warriors. Stephen Curry volvía después de once partidos ausente por una lesión de hombro, y por primera vez desde las Finales de 2019 compartiría pista con Klay Thompson, Draymond Green y Andre Iguodala.
El núcleo que ha construido una dinastía de cuatro anillos. Enfrente tenían unos Phoenix Suns en crisis y sin sus tres mejores hombres –Devin Booker, Chris Paul, DeAndre Ayton. Debía ser una noche plácida, y fue la derrota más inesperada del año para Golden State (113-125).
En su primer partido en más de tres semanas, Curry no entró en ritmo hasta el último cuarto, donde anotó 16 de sus 24 puntos para tensar un partido que los Suns habían llegado a dominar por 21 en la segunda parte.
Empujados por él y Jordan Poole (27), los Warriors lograron colocarse a seis puntos hasta en dos ocasiones en el tramo final, pero la reacción llegó demasiado tarde. Fue la tercera derrota seguida en casa.
Durante toda la temporada, el Chase Center había sido el único sitio donde los Warriors se habían sentido seguros. De hecho, hasta hace una semana eran el mejor equipo de la NBA como local y desde hace tiempo son el peor a domicilio (3-16).
Y lo era, en pasado, porque tras abrir este periodo de tres semanas en casa con cinco victorias seguidas, lo han cerrado con tres derrotas en fila, a cada cual más dolorosa: Detroit, Orlando, dos de los peores equipos de la liga, y estos Suns en cuadro.
Después de recibir el anillo de campeón de la pasada campaña de manos de su cuñado Stephen Curry, Damion Lee brilló ante su exequipo con 22 puntos desde el banquillo.
El escolta fue uno de los artífices de la victoria junto a Mikal Bridges (26) y el croata Dario Saric (19 puntos, 9 rebotes y 7 asistencias). Phoenix, que estaba sufriendo para anotar desde que perdió a Devin Booker, cuajó una de las mejores actuaciones ofensivas de las últimas semanas para cortar un bache de seis derrotas.
El tropiezo deja a los Warriors a solo medio partido de caer fuera de los puestos que dan acceso al play-in antes de iniciar una gira de cinco partidos a domicilio que cerrarán con un complicado back-to-back: Boston y Cleveland.