“Dale un beso a la abuela, dale un abrazo al primo”: ¿es bueno obligar a los niños a ser cariñosos?


Las muestras de cariño no dejan de ser construcciones sociales. Para un niño el afecto puede ser una sonrisa espontánea, que nos deje su juguete favorito, sentarse a nuestro lado o venir tras nosotras al ir al baño. Somos el centro del universo para ellas y ellos, tanto que no quieren separarse de nosotras o nosotros. Curiosamente sus muestras de afecto a veces las vivimos como agobio y, en cambio, nos sentimos rechazados porque no nos dan un beso. Se trata de entender que nos comunicamos en diferentes lenguajes. El suyo es espontáneo y natural, y el nuestro ya está viciado por las costumbres y las normas de cortesía. Los niños están aprendiendo a pertenecer a este mundo, buscan en nosotros, sus adultos de referencia, un modelo a seguir. Si no les apetece dar besos o abrazos no hay que tomárselo nunca como algo personal, sino entender y respetar los ritmos de cada persona (sean niños o adultos).

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Mamen Bueno es una de las psicólogas de la plataforma Criar con Sentido Común, desde donde responde a las dudas de miles de usuarias. Considera que dar besos y abrazos es una simple convención social: “Creo que se obliga a dar besos a los niños y niñas porque en parte se les considera una prolongación de los adultos. Y que un hijo o hija no los dé, lo vivimos como un dramita, como qué van a pensar de nosotros que no hemos sabido educarlos. Y sobre todo sentimos que si no dan besos nos dejan en mal lugar”. Señala que es una cuestión de no calibrar expectativas, y no entender que los niños o niñas son personas independientes y con criterio propio, criterios y ritmos diferentes al nuestro.

Isabel Cuesta es Una Madre Molona, empezó a compartir experiencias y consejos relacionados con la crianza en su blog y redes, y ahora tiene más de 220.000 seguidores de formas (e ideas) de educar. Acaba de publicar Cuentos molones para educar en positivo (Beascoa, 2021), un libro en el que aborda con historias y escenas de su vida familiar cómo educar en la Disciplina Positiva. Nos cuenta sobre la imposición social de que se muestren cariñosos: “Toda la vida se ha tenido la idea de que un niño que da un beso cuando se le pide es un niño educado. Nos gusta que nuestros hijos sean cariñosos con los demás porque eso tiene mucha aceptación y nos preocupa lo que piensen sobre nosotros. La pregunta que nos tenemos que formular es ¿para qué quiero que mis hijos den besos a otras personas?”. Tanto Isabel Cuesta como Mamen Bueno consideran que jamás deberíamos obligarles (incluso incitarles) a dar besos. Señala Cuesta: “Los niños interpretan el mundo desde su lógica privada. Si les dices que tienen que dar besos a los adultos porque eso es ser educados, ¿qué ocurrirá si cae en manos de una persona con malas intenciones?”.

Obligarles a dar abrazos o besos es un paso hacia la desprotección, ya que “se siembra la idea que está bien ceder a los deseos de los demás. Que no importa si algo te molesta o incomoda. Que no tienes derecho a negarte”, considera Mamen. En los últimos años la psicóloga se ha ido especializando en trastornos de la conducta alimentaria y en acompañar a personas adultas que han sufrido abuso sexual infantil y también maltrato (que en ocasiones va relacionado). Nos cuenta: “El abuso sexual en la infancia, en la inmensa mayoría de los casos se da en el entorno del menor. Enseñarles que está bien ceder y obligarles a dar besos contra su voluntad les desprotege ante manipulaciones y seducciones por parte de adultos abusadores”. Hay adultos que no les gusta dar besos y dan la mano. Y hay quien prefiere abrazar. Y a otras personas no les gusta ni que les toquen. En todos los casos, deberíamos respetarnos unos a otros. Y nos lanza una pregunta: “¿A que nos chocaría que nuestro jefe nos obligara a dar besos a todos los asistentes a una reunión sin quererlo nosotros? Pues así se podría sentir una niña a la que obligan a darles besos a unos familiares a los que apenas ve”.

¿Cómo enseñar a nuestras criaturas a ser afectuosos? Siéndolo nosotros. “Somos el modelo del que aprender. Los niños irán aprendiendo las normas de cortesía con el tiempo, e irán desarrollando sus propias afinidades. Cada niño es como es, y tiene su temperamento. Hay niños más cariños y otros menos. Si en casa los adultos son afectuosos, es más probable que los peques también lo sean, aunque no es una fórmula matemática”. Para Isabel Cuesta el primer paso es aprender a diferenciar entre ser cordial y ser cariñoso. Considera que el cariño tiene que salir de dentro, no estar impuesto. “La cordialidad se puede aprender desde nuestro ejemplo. Si somos personas que muestran interés por los demás, ellos lo aprenderán y lo verán como algo natural. Si entras en una tienda y dices buenas tardes y cuando te vas hasta luego, gracias, ¿qué crees que harán ellos el día de mañana?”. Para Una Madre Molona es saludable ser cautos y no mostrarse cariñoso con la primera persona que nos saluda por la calle. “Si dentro de nuestra propia familia nos mostramos cariñosos y nuestros hijos se sienten seguros, verán como normal exteriorizar ese cariño. Si no están familiarizados con recibir y dar esas muestras de cariño, a ellos tampoco les va a salir”. Ambas expertas señalan que lo importante es respetar su decisión y que no se sientan obligados.

“No forzar es primordial. Que sepan decir no, y sientan que pueden decirlo cuando quieran es una gran medida de protección frente a los abusos. Se les puede ir diciendo que a las personas que nos importan solemos mostrarles nuestro cariño dando un beso al despedirnos, o al verles, pero sin forzar. Ellos entenderán que el cariño no es una medida de cambio, sino que se da de forma genuina y espontánea”, nos cuenta la psicóloga. Es importante desprendernos de chantajes como “la tía Margarita se pone triste porque no le das un beso”, “si no me das un beso no te doy el regalo que te he traído”. Parece inofensivo, pero no lo es. ¿Qué les estamos enseñando con estos mensajes?

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